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de la esplicacion clara, que cuando estábamos ya en dicha ciudad babia hecho el Emperador de que queria destronar la dinastía de Borbon; Labrador, Onís y Vallejo, á ejemplo de Ceballos, persistieron en tener por imposible que la intencion de dicho Monarca fuese aquella, y se persuadieron, que aunque la hubiese asegurado, no era porque pretendiese cumplirla, si no por sacar con aquella escesiva pretension alguna de las mas moderadas que hemos dicho del tratado de Izquierdo. «Véase pues si estos sugetos, que aun en aquel tiempo en que el Duque de San Carlos, Macanaz y yo, con otros varios, estábamos ya desengañados de aquel modo de pensar, se obstinaban en él, estarian aun mas firmes en el mismo antes de haber tenido tales desengaños.

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Digo esto para probar que todo el Consejo del Rey dividió mi opinion en no creer que la intencion del Emperador fuese la de destronar la dinastía de Borbon, y que muchos de los individuos que lo compnsieron, ya en Madrid, ya en Bayona, y de los mas versados en la diplomacia, se obstinaron mucho mas que yo en ello.

«No hablo así para zaherirlos, pues tenian sobrada razon en no dar crédito á semejante absurdo, sino para hacer ver que realmente lo era, y que todos se engañaron en este punto, cuando menos como yo, lo que prueba la solidez de las razones, en que se fundaba nuestra incredulidad.

«A todas ellas se agregaban las espresiones de seguridad de la carta dirigida á S. M. por el Emperador, y recibida en Vitoria; las palabras de honor mas solemnes del Embajador de Francia, del Gran Duque de Berg, y del general Savary sobre las disposiciones favorables de S. M. I, y que reconoceria por legítimo Rey á Fernando en el momento en que le viese en Bayona, añadiendo por último, aun mas de lo que esperábamos, pues nos protestaron con la misma solemnidad que el Emperador no queria desmembrar de la España ni aun la menor aldea.

«Justamente persuadidos el Rey y su Consejo por este cúmulo de razones y por las cartas particulares de los comisionados de Bayona, recibidas en Vitoria en los dias 17 y 18 de abril, en que aseguraban las buenas disposiciones del Emperador, de que no tenian que recelar la menor perfidia de parte de este,

que en su carta convidaba á S. M. á venir á tratar amistosamente con él en Bayona, reflexionando que rodeados, como se hallaban en Vitoria de ocho mil franceses de infantería y caballería, estaban en sus manos, y que una noble confianza era la mas propia para sacar mejor partido de aquel Monarca, á quien, visto su orgullo, lisonjearia infinito el afirmar la corona en las sienes de uno de los Reyes mas poderosos del mundo, dando á toda la Europa el ejemplo de reconocerle, asegurarse de un aliado inseparable, y atraerse el amor y la admiracion de la nacion española con un acto tan glorioso y desinteresado, creyeron que el partido mas seguro y ventajoso era el de que S. M. pasase á verse con él en dicha ciudad. «Resolviólo S. M. con la unánime aprobacion de su Consejo en la noche del 18 del mismo abril, señalando el viaje para la mañana siguiente, y esta resolucion evitó la temible esplosion, que en el mismo instante, sin que lo supiésemos, amenazaba, no la libertad sola de S. M., si no su existencia misma, pues que las tropas francesas estaban ya prevenidas en caso de haberse diferido el viaje, para prenderle aquella noche en su palacio con toda su comitiva, lo que, vista la disposicion de los ánimos, no hubieran conseguido sin efusion de sangre y sin un horrible desórden, en que era regular que hubiese perecido; y el general Savary, enterado de dicha resolucion, hizo una seña convenida á un edecan suyo á salir del cuarto del Rey, que se la participó, para que diese contra órden á las espresadas tropas; lo que supimos con toda certidumbre á nuestra llegada á Bayona.

"¿Y qué estraño es, que penetrados el Rey y su Consejo de tantas y tan sólidas razones como tenian, desconocidas del público, para mirar como una locura increible en el Emperador el pensamiento solo de mudar la dinastía de España, no atendiesen á los clamores del pueblo leal de Vitoria, que movido de la desconfianza vaga contra una nacion estranjera, quiso oponerse á su partida para Bayona? Por desgracia, el suceso ha demostrado que alguna vez el que forma un juicio infundado y temerario acierta, al paso que el que para juzgar toma todas las precauciones que la prudencia puede proporcionarle yerra. Pero por esto ¿se deberá adoptar el partido de juzgar de lo futuro temerariamente, y de preferirlo al de juz

gar por las leyes de la prudencia, que de cien veces, nos hacen adivinar la verdad, las noventa y nueve?

«Solo Dios puede saber anticipadamente los sucesos contrarios á ellas; pero los hombres no tienen otras reglas seguras para adivinarlos, y siempre que se conformen con ellas han cumplido con su obligacion, en cuanto está de su parte, sea cual fuere el éxito.

«El Rey y su Consejo, segun la idea que debian tener del Emperador, y que entonces tenia todo el mundo, debian creer que por ambicioso que fuese, no seria tan ciego que se arrojase á una locura que, lejos de traerle el menor fruto, preveian como totalmente opuesta á sus intereses, á su reputacion, y capaz de ocasionar su ruina, cual ha sido, segun lo ha acreditado la esperiencia, el proyecto de mudar la dinastía en España. Los hombres no alcanzan á mas , á no ser que juzguen tambien locamente.

«Pero Fernando, antes de su viaje á Bayona, temiendo acaso lo que podia sobrevenir, nombró una junta de gobierno que durante su ausencia desempeñase los negocios púlicos (24). Nombró por presidente de la misma al infante D. Antonio y por secretarios á O-Farril, Gil de Lemus, Piñuela y Azanza. El 19 de abril llegó S. M. á Irun, y el dia siguiente paso el Vidasoa y penetró en territorio francés.»>

Capitulo II.

Dos de mayo. Acontecimientos de Bayona.

No bien hubo salido Fernando de Madrid, cuando ya no disimuló Murat sus proyectos de destronar al nuevo Rey y de poner de nuevo en el trono á Cárlos IV, ó de llevar adelante las miras del Emperador. Ya hemos dicho cuanto habia insis tido en que se le entregase la persona de Godoy, cosa que alcanzó el dia 19 de abril para dejarle seguir sa viaje basta Bayona, donde tambien debian dirigirse los Reyes padres, y en donde debian tener lugar los mas ruidosos acontecimientos; mas no se contentó con esto, sino que se dirigió á la junta de gobierno en términos que indicaban esplícitamente su intento

de volver de nuevo al trono á Cárlos IV. La junta no pudo menos en cumplimiento de su deber de escribir á Fernan, do VII sobre sus contestaciones con el generalísimo francés (25).

Insistia Murat en que la abdicacion de Cárlos IV habia sido coactiva, y se quejaba agriamente á la Junta de gobierno por los mas débiles motivos, exagerando el mal trato que en algu nas partes se daba á los Franceses, y hasta dando por ciertos unos sacudimientos populares que no habian tenido lugar (a), todo para acabar de romper directamente con cuanto ema nase del gobierno del nuevo Rey. Conoció la Junta que ya se trataba de atacar la independencia de la España, y el dia 1.o de mayo dirigió un oficio á las primeras autoridades del reino, para que en caso de que ella quedase trabada en sus operacio nes, supliese su falta una nueva junta cuyos miembros designaba (b). Este paso fué sobre manera prudente, porque en el caso que debia reputarse muy próximo de que quedase la Junta inhibida en sus facultades, podia otra nueva junta suplir sus veces y dirigir en España la opinion pública para hacer frente á los usurpadores. Entonces Murat hizo salir de Madrid para Bayona á las personas mas notables del reino, y obligó al mismo infante Don Antonio á que se preparase para hacer igual viaje.

Amaneció el 2 de mayo, este dia en que debia dar un estaIlido la indignacion de los Españoles, y que propiamente debia ser el grito general de á las armas. El dia 2 de mayo debia principiar la revolucion del pueblo español, llevada á cabo por sus brios, por sus propias fuerzas, sin ayuda de su gobierno ni de ningun poder estraño. Entonces debia demostrarse que un pueblo puede haber dormido mucho tiempo sin haberse enervado, y que una nacion no perece como perecen los gobiernos. El dia 2 de mayo no es solo una recordacion del encono de los Españoles contra la Francia y contra Napoleon ; es tambien una solemne protesta contra el sistema de gobierno seguido hasta entonces y contra el abandono del sistema de reformas que habia principiado Cárlos III. De consiguiente,

(a) Voanse los documentos números 26 y 27.

(b) Véase el documento núm. 28.

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