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vista del mismo gran mariscal Duroc, y presenté al Emperador, sin que con grande admiracion y gusto mio, advirtiesen su arte, estaba en tales términos, que á los ojos del lector mas Jerdo, era una protesta contra la violencia, y una exhortacion para animar á los Españoles á la guerra, mas que un decreto para hacerles admitir otra dinastía.»

La proclama estaba concebida en los términos siguientes:

Proclama dirigida á los Españoles en consecuencia del tratado de Bayona por el Príncipe de Asturias y los dos infantes Don Carlos y Don Antonio.

Don Fernando Príncipe de Asturias, y los dos infantes Don Cárlos y Don Antonio, agradecidos al amor y á la fidelidad constante que les han manifestado todos sus Españoles, los ven con el mayor dolor en el dia sumergidos en la confusion, y amenazados, de resultas de esta, de las mayores calamidades; y conociendo que esto nace en la mayor parte de ellos de la ignorancia en que están así de las causas de la conducta que SS. AA. han observado hasta ahora, como de los planes que para la felicidad de su patria están ya trazados, no pueden menos de procurar darles el saludable desengaño de que nece sitan, para no estorbar su ejecucion, y al mismo tiempo el mas claro testimonio del afecto que les profesan.

No pueden en consecuencia dejar de manifestarles, que las circunstancias en que el Príncipe por la abdicacion del Rey su padre tomó las riendas del gobierno, estando muchas provincias del Reino y todas las plazas fronterizas ocupadas por un gran número de tropas francesas, y mas de sesenta mil hombres de la misma nacion, situadas en la corte y sus inmediaciones, como muchos datos, que otras personas no podian tener, les persuadieron que rodeados de escollos, no tenian mas arbitrio que el de escoger entre varios partidos el que produjese menos males, y eligieron como tal el de ir á Ba

yona.

el

Llegados SS. AA. á dicha ciudad, se encontró impensadamente el Príncipe ( entonces Rey) con la novédad de que Rey su padre habia protestado contra su abdicacion, pretendiendo no haber sido voluntaria. No habiendo admitido la co

rona sino en la buena fe de que lo hubiese sido, apenas se ase guró de la existencia de dicha protesta, cuando su respeto filial le hizo devolverla, y poco despues el Rey su padre la renunció en su nombre y en el de toda su dinastía á favor del Emperador de los Franceses, para que este, atendiendo al bien de la nacion, eligiese la persona y dinastía que hubiesen de ocuparla en adelante.

En este estado de cosas, considerando SS. AA. RR. la situacion en que se hallan, las críticas circunstancias en que se ve la España, y que en ellas todo esfuerzo de sus habitantes en favor de sus derechos parece seria no solo inútil sino funesto, y que solo serviria para derramar rios de sangre, asegurar la pérdida cuando menos de una gran parte de sus provincias y las de todas sus colonias ultramarinas; haciéndose cargo tambien de que será un remedio eficacísimo para evitar estos males el adherir cada uno de SS. AA. de por sí en cuanto esté de su parte á la cesion de sus derechos a aquel trono, hecha ya por el Rey su padre; reflexionando igualmente, que el espresado Emperador de los Franceses se obliga en este supuesto á conservar la absoluta independencia y la integridad de la Monarquía española, como de todas sus colonias ultramarinas, sin reservarse ni desmembrar la menor parte de sus dominios, á mantener la unidad de la Religion Católica, las propiedades, las leyes y usos, lo que asegura para muchos tiempos y de un modo incontrastable el poder y la prosperidad de la nacion española, creen SS. AA. RR. darla la mayor muestra de su generosidad, del amor, que la profesan, y del agradecimiento con que corresponden al afecto que la ban debido, sacrificando en cuanto está de su parte sus intereses propios y personales en beneficio suyo, y adheriendo para esto, como han adherido por un convenio particular á la cesion de sus derechos al trono, absolviendo á los Españoles de sus obligaciones en esta parte, y exhortándoles, como lo hacen, á que miren por los intereses comunes de la patria, manteniéndose tranquilos, esperando su felicidad de las sabias disposiciones y del poder del Emperador Napoleon, y que prontos á conformarse con ellas crean que darán á su Príncipe y á ambos Infantes el mayor testimonio de su lealtad, así como SS. AA. se lo dan su paternal cariño, cediendo todos sus derechos, y olvidando sus pro

pios intereses por hacerla dichosa, que es el único objeto de sus deseos.

Burdeos 12 de mayo de 1808.

Capitulo IV.

Decretos de Napoleon. Entroniza miento de su hermano José en Esparia. Constitucion que da al pueblo.

No bien habia Napoleon obtenido la abdicacion de la familia reinante en España, espidió un decreto en que mandaba reunir para el 15 de junio en Bayona una asamblea de notables, diciendo que debian establecer las bases de una constitucion para regir la Monarquía española. Al propio tiempo confirmó en sus empleos á todas las autoridades, y nombró á Murat lugarteniente del reino. Di rigió tambien una proclama á todos los Españoles, en la que en términos lisonjeros procuraba encubrir los alevosos medios de que se habia valido para el lo. gro de sus fines. Pintábase en ella como regenerador de la patria; pero bien podia conocer que los Españoles no querrian una regeneracion que se fundase en la mala fe y en la fuerza de las bayonetas. Entretanto la junta suprema de gobierno habia sido casi enteramente mudada, de modo que solo se componia de hombres adictos á los Franceses. No es pues de admirar que insiguiendo las miras de estos publicasen tambien una proclama, en que adulaban al Emperador mas que á sus mismos gefes, y en que aseguraban que debian fundarse las mas halagueñas esperanzas en su sabiduría. Pero la nacion no se dejó alucinar tan fácilmente, y aunque todo al rededor suyo lo viese cubierto del mas denso velo del misterio y de la alevosía, sin embargo supo juzgar con mas acierto de los hombres y de las cosas.

Aun hizo mas Napoleon, pues por decreto del dia 6 de junio nombró Rey supremo de España é Indias á su hermano José, motivando su eleccion en algunas peticiones que le procuraron sus agentes de parte de algunas personas que se habian vendido á su poder, ó de algunas autoridades que el mis

mo Murat habia nombrado. Así que tuvieron noticia de este decreto, se apresuraron los llamados Notables españoles resi dentes en Bayona á dirigir una proclama á sus compatriotas celebrando esta determinacion del Emperador; y el Príncipe José publicó un decreto en que participaba su elevacion al tro no, y daba muestras de los buenos deseos que le animaban. Atendida su conducta no puede negarse que fuesen las mas sanas sus intenciones, y que merecia reinar; pero este Príncipe que en otras circunstancias hubiera tal vez podido labrar la felicidad de España, no era entonces mas que un rey intruso y odioso, en cuyas manos el bien se desvirtuaba, y que por mas que hiciese no podia apartar de sí la idea de que solo la alevosía le habia entronizado.

El dia 6 de junio hizo José firmar ea Bayona unos artículos á los que dió el nombre de Constitucion de los Españoles, arrancando el consentimiento de los notables de España ó llámese junta que en aquella ciudad se habia reunido. En ella se dilataba por tres años la convocacion de unas córtes cuyas sesiones debian tener lugar en secreto; se decia que al cabo de siete años seria concedida la libertad de imprenta ; y el nue. vo soberano se reservaba en ella el derecho esclusivo de adi. cionar y modificar su ley fundamental. Es claro que solo se publicó la improvisada Constitucion para deslumbrar á los Españoles y para dar á entender que se entraria en la senda de unas reformas sabias y prudentes.

Como quiera que sea, los Españoles no se deslumbraron fácilmente, antes conocieron la tendencia de los planes enemigos, y se indignaron tanto mas, cuanto se procedia con astucia para dominarlos, cosa tan opuesta al noble carácter español, que es franco y abierto así en sus amistades como en sus odios.

Siguese de ahí, atendidos todos los acontecimientos que habian tenido lugar en el decurso de algunos meses, que la España habia quedado sola, abandonada á sus propios medios, y sin que el gobierno hubiese tomado á su cargo dirigir la opinion pública. En vano se dirá que el Rey desde Bayona habia escrito secretamente á varios individuos de la junta, dándoles poderes para que hiciesen cuanto juzgasen necesario para el bien de la Monarquía; en vano querrá sostenerse que Fernando VII habia previsto el caso de la necesidad de unas

córtes, y que las habia mandado convocar para que tomasen las medidas mas oportunas durante su ausencia : el hecho innegable es que los Españoles quedaron abandonados á sí mismos, que la revolucion se obró por sus esfuerzos, y que si no hubiese sido por su ardor y animosidad, hubiera la España entera sido sojuzgada en un momento por las tropas del Emperador. Las renuncias de Bayona siempre conservarán en la historia un carácter odioso, y mas todavía el viaje del jóven monarca á Bayona para entregarse por decirlo así en manos de sus mismos enemigos.

Creyó Napoleon que la España era ya suya ; pero se equivocó gran demente, porque suponia que el pueblo español habia degenerado de aquel valor que esclareció los nombres de Sagunto y de Numancia, y porque supuso que no existian virtudes guerreras en los corazones de unos habitantes que por tantos años habian obedecido en silencio á un tirano como Godoy; mas la nacion española debia demostrarle que no así perecen las virtudes de un pueblo sobrio y religioso, y que si este mismo pueblo habia sabido contener por mucho tiempo su indignacion para no oponerse al respeto debido al trono, sabria sin embargo declararse enérgicamente contra el estranjero que pensase esclavizarle.

Capitulo v.

Levantamiento general de la Peninsula. Desórdenes en varios puntos. Declárase la guerra á Napoleon. Entra José en España. Primer sitio de Zaragoza. Batalla de Bailen. Instalacion de la Junta

central.

Ya hemos dicho que el 2 de mayo habia dado el grito general de alarma á todos los pueblos de España. Al cabo de pocos dias publicó tambien Don Pedro Ceballos su manifiesto sobre los acontecimientos de Bayona, y se acabaron de electrizar los ánimos de una manera increible. Pudo muy bien en los tiempos de la República romana y cuando las guerras con los Cartagineses exaltarse los ánimos en algunos puntos de la nacion y dar campo á algunas acciones de heroismo; pero un en

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