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biertos de destrozos, le rindieron las armas algunos centenares de familias lívidas de semblante y que apenas podian sostenerse en pie: tal fué la victoria que consiguieron los Franceses con la posesion de Gerona. La capitulacion se firmó el 10 de diciembre de 1809 (36).

Capitulo vin.

Batalla de Talavera. Batalla de Almonacid. Batalla de Tamames. Batalla de Ocaña. Decreto de la Junta central para trasladarse á la isla de Leon. Paz entre Napoleon y el Austria.

DIGNO era el inmortal Alvarez de que los mismos enemigos le apreciasen en lo justo su valor y su heroismo; mas no fué así, y por el contrario se le trató con una crueldad que es un descrédito de parte de los que debian conocer el mérito de una defensa bien dirigida.

Poco tiempo antes habia entusiasmado á los Españoles la gloriosa batalla de Talavera de la Reina, ganada por el ejército Anglo-hispano al mando del general Cuesta y del Duque de Wellington, contra el ejército francés, á cuya cabeza se hallaba el mismo José Napoleon. Pero esta victoria, que pudo ser decisiva si se hubiese perseguido al enemigo, quedó compensada con la pérdida de la batalla de Almonacid, dada el dia 11 de agosto contra el general francés Sebastiani. Siguióse á esta la de Tamames que fué favorable á los Españoles; pero á ella se siguió en breve la desgraciada batalla de Ocaña, que ganaron los franceses el dia 19 de noviembre. La pérdida de esta batalla obligó á la Junta central á decretar su traslacion á la isla de Leon como punto de residencia mas seguro.

Preciso es confesar que la pérdida de esta última batalla impresionó fuertemente el ánimo de los Españoles : con efecto no hubo en ella siquiera de parte de los vencidos la gloria de una resistencia regular, y un ejército que constaba de setenta mil hombres cedió con mengua el campo á un número muy inferior de tropas enemigas. Las nuestras eran escogidas, formaban el brillante ejército denominado del centro, y se vió que de un golpe se disipaban los esfuerzos hechos para poner

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el defensor de Gerona contra los franceses en 1809.

Esplugas d

T. X. p. 54.

Amills g

1

le en un pie brillante. La causa principal del descalabro debe buscarse en la confianza con que se ponian unas masas enormes á la disposicion de unos generales que hasta entonces solo estaban acostumbrados á mandar cuerpos de tropas poco numerosos. Abultábanse en Paris estos desastres del ejército español, y de ello se deducia que la abatida España estaba ya para sucumbir. Mas no era así; cuanto mayores eran los desastres, tanto mas subia de punto la llama del patriotismo, y tantos mas sacrificios se hacian para recobrar lo perdido. Bien es verdad que algunas veces se achacaba á traicion el que se hubiese sufrido algun descalabro; pero á pesar de esto no menguaba nunca el verdadero patriotismo, y el deseo de sacrificarse por el bien comun.

Por este tiempo firmó Napoleon paz con el Austria, y poco despues efectuó su divorcio con Josefina, y su enlace con la archiduquesa María Luisa. De esta suerte atrajo en cuanto pudo á su partido al Austria, y quedó la España sola por decirlo así contra él.

La Junta central empezaba á perder parte de su primer 1810. prestigio, ya á consecuencia del mal éxito de las operaciones militares, ya tambien por las intrigas que contra sus individuos se urdian. Aprovechando los enemigos las consecuencias de su victoria de Ocaña, se dirigieron hácia las Andalucías, pasaron el despeñadero de Despeñaperros, y amenazaron la ciudad de Sevilla. A últimos del mes de enero efectuó su traslacion á la isla de Leon, y entonces fué cuando los ánimos empezaron á declararse mas y mas contra ella, y cuando lo delicado de las circunstancias la obligó á resignar su autoridad en una regencia que se componia de varios sugetos de distincion, entre los cuales se contaban Don Francisco Saavedra, el obispo de Orense, y el general Castaños. Publicó la siguiente proclama en que daba cuenta de lo sucedido, y que merece ser leida detenidamente como documento histórico y como obra del ilustre Jovellanos, el mejor escritor de su época, y varon esclarecido por sus talentos y virtudes.

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Españoles. La Junta central suprema gubernativa del reino, siguiendo la voluntad espresa de nuestro deseado Monarca y el voto público, habia convocado á la nacion á sus córtes generales para que reunida en ellas, adoptase las medidas ne

cesarias á su felicidad y defensa. Debia verificarse este gran congreso en 1.o de marzo próximo en la Isla de Leon, y la Junta determinó y publicó su traslacion á ella cuando los Franceses, como otras muchas veces, se hallaban ocupando la Mancha. Atacaron despues los puntos de la sierra, y ocuparon uno de ellos; y al instante las pasiones de los hombres, usurpando su dominio á la razon, despertaron la discordia que empezó á sacudir sobre nosotros sus antorchas incendiarias. Mas que ganar cien batallas valia este triunfo á nuestros enemigos, y los buenos todos se llenaron de espanto oyendo los sucesos de Sevilla en el dia 24, sucesos que la malevolencia componia, y el terror exageraba para aumentar en los unos la confusion, y en los otros la amargura. Aquel pueblo generoso y leal que tantas muestras de adhesion y respeto habia dado á la suprema Junta, vió alterada su tranquilidad aunque por pocas horas. No corrió, gracias al cielo, ni una gota de sangre, pero la autoridad pública fué desatendida, y la majestad nacional se vió indignamente maltratada en la legítima representacion del pueblo. Lloremos, Españoles, con lágrimas de sangre un ejemplo tan pernicioso, ¿ Cuál seria nuestra suerte si todos le siguiesen? Cuando la fama trae á vuestros oidos que hay divisiones intestinas en la Francia, la alegría rebosa en vuestros pechos, y os llenais de esperanza para lo futuro, porque en estas divisiones mirais afianzada vuestra salvacion, y la destruccion del tirano que os oprime. ¿Y nosotros, Españoles, nosotros cuyo carácter es la moderacion y la cordura, cuya fuerza consiste en la concordia, iríamos á dar al déspota la horrible satisfaccion de romper con nuestras manos los lazos que tanto costó formar, y que han sido y serán para él la barrera mas impenetrable? No, Españoles, no: que el desinterés y la prudencia dirijan nuestros pasos, que la union y la constancia sean nuestras áncoras, y estad seguros de que no perecerémos.

«Bien convencida estaba la Junta de cuan necesario era reconcentrar mas el poder. Mas no siempre los gobiernos pueden tomar en el instante las medidas mismas de cuya utilidad no se duda. En la ocasion presente parecia del todo importuno, cuando las córtes anunciadas, estando ya tan próximas, debian decidirla y sancionarla. Mas los sucesos se han precipi

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