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sion, y finalmente mas que á tantos Príncipes con quien tan estrecho deudo y amistad tienen y si miraren el fruto que destas nuevas dotrinas sale, pues no hallarán sino contenciones, sediciones y discordias, fácilmente verán de qué género de espíritus proceden (1). Y cuanto al concilio general, aunque á todos sea manifiesto cuanta cuenta ellos hacen de los concilios y en cuan poco tienen su autoridad y la menosprecian, el Emperador deseoso del sosiego de Alemaña, trabajaria que se convocase, lo que hasta agora á cabsa de las guerras no se habia podido hacer, con tal condicion que entre tanto ellos dejasen todos sus errores, é todo lo que habia sido inovado se pusiese en su primer estado. Los luteranos sentiéndose desto injuriados, pidieron tiempo para responder, lo que los católicos otorgaron afirmándoles que ninguna cosa habian dicho con ánimo de injuriarlos, mas con deseo de hacer esta concordia. Pasados algunos dias los dichos Príncipes luteranos con las dos cibdades primeras y otras cuatro que despues se allegaron, respondieron á lo que les habia sido propuesto, declarando que ninguna cosa dello querian hacer: lo cual visto por los que trataban la concordia, parecióles probar si por otra via podrian hacer lo que por aquella no habian podido alcanzar, y eligieron algunas personas en aquellas cosas espertas para que aparte platicasen con los luteranos, y tentasen si habria medio de retraerlos á alguna concordia, lo cual fué cometido al obispo de Augusta y al Duque Enrique de Branzviq, y á tres teólogos y dos juristas: el Emperador deseando

(1) El manuscrito dice: fácilmente que de genero de espíritus proceden. Para que haga sentido, hemos ordenado la frase como va en el texto, añadiendo la palabra verán.

esta concordia, lo admitió. Despues de haber estos siete católicos con otros tantos luteranos muchos dias debatido sobre todas las aserciones de los luteranos, aunque en algunas cosas se concertaron, nunca pudieron acabar con ellos que se desistiesen destas, conviene á saber: destos é otros errores semejantes á ellos, de que los libros de los luteranos estan llenos, nunca se quisieron apartar, aunque admitieron muchas cosas, el contrario de las que les habian primero enseñado; y en todas sus cosas se mostraron tan inconstantes, que lo que hoy concedian negaban mañana, é tornaban á conceder otro dia, de manera que ni por esta via se pudo acabar nada con ellos. Lo cual visto por el Emperador é Legado, Príncipes é Estados del Imperio, por no romper del todo con ellos, paresció ponerles una conclusion de la sustancia seguiente: que puestas por escripto las cosas

de

que habian concordado, todo lo demas se remitiese al futuro concilio, y entre tanto los luteranos obedeciesen la iglesia Romana, é ninguna cosa enseñasen ni publicasen de los artículos no concordados: los fraires que no habian desamparado los monesterios pudiesen libremente vivir en ellos con sus constituciones y cirimonias acostumbradas: los bienes de los monesterios desamparados é de cualesquier otros colegios y beneficios que por luteranos habian sido ocupados, fuesen por las personas que para ello el Emperador deputase, administrados hasta la determinacion del futuro concilio en el cual fuesen obligados á dar cuenta dellos, manteniendo en este medio los fraires y pobres de los tales monesterios echados, esto sin perjuicio de los Príncipes luteranos si algun derecho alegasen en contrario: que las misas generales é particulares con las cerimonias

acostumbradas, se celebrasen sin dejar ninguna de las oraciones; y si en esto algo les pareciese disputable, aunque á la verdad no lo sea, lo remitiesen al futuro concilio, y viviesen en paz y concordia no tentando ni sembrando novedad alguna, y en todas las otras cosas tocantes á la república cristiana é al Romano Imperio como buenos Príncipes se conformasen con el Emperador.

Aunque este decreto fué harto en favor de los luteranos, pero porque tenian muchos bienes de la iglesia ocupados y por este decreto los habian de restituir, nunca lo quisieron aceptar. Viendo esto el Emperador, por no dejar de tentar cosa que pudiese apartarlos de sus errores, los llamó en su cámara y con tanta benenidad Ꭹ clemencia y con tan claras y evidentes razones les anionestó que se convertiesen, que bastara para convertir corazones de hierro; pero ellos obstinados en sus opiniones, por una parte se sometian al Emperador diciendo que en ninguna cosa dejarian de obedecer á S. M., é por otra afirmaban no poder hacer lo que les mandaba sin cargo de sus conciencias, contra las cuales no podrian ir sin peligro de sus ánimas: que por servicio de S. M. eran contentos de guardar la parte del decreto de la Dieta Despira que ordenaba que hasta la determinacion del futuro concilio viviesen de tal manera que de sus obras pudiesen dar buena cuenta á Dios y al dicho concilio, é que en lo demas se atenian á la apelacion por ellos en la dicha Dieta Despira puesta. Mostróseles allí por muchas razones como ellos mismos se contradecian queriéndose por una parte ayudar del decreto de la Dieta Despira, y por otra de la apelacion que dél hicieron, y que en cosas tocantes á la fee no se admiten

apelaciones; pero ellos siempre se estuvieron en su obstinacion y alegando sus conciencias, sus ánimas é sus apelaciones. Ninguna cosa se pudo acabar con ellos : de manera que toda la esperanza de concordia que los mesmos Príncipes luteranos é sus principales maestros, unas veces al Emperador, y otras al Legado, y ansí de palabra como por escripto en público y en particular habian dado, despues de haber perdido tres meses enteros se convertió en aire.

Comprendiendo el Emperador como los luteranos cada dia se demostraban nas obstinados é que no habia ya esperanza de alcanzar nada con persecucion dellos, pues tan poco caso hacian del Evangelio é sagrada Escriptura, á veinte é dos dias del mes de setiembre hizo é publicó un decreto de la sustancia seguiente: Que S. M. deseando remediar las necesidades de la cristiandad, y especialmente en Alemaña, con acuerdo é parescer de los Eletores prencipales é Estados del Imperio, y quitar las discordias que sobre la religion en Alemaña se habian levantado, convocó esta Dieta Imperial en Augusta é oyó en ella la confision de los luteranos, é respondió á ello probando lo bueno y reprobando lo malo, esperando quellos vista la voluntad é intencion suya é de los Eletores é Príncipes del Imperio se conformarian con ellos; mas porque quedaban algunas cosas en que no se habian podido concertar, el Emperador deseando el bien dellos y traellos á lo que tanto les cumplia, les daba término hasta quince dias del mes de abril primero que viene, dentro del cual por sus letras selladas con sus sellos declarasen si en los capítulos no concordados querian conformarse con la iglesia Romana ó no, y que entre tanto procurasen é con efecto ficiesen que en sus tier

ras ninguna novedad se imprimiese ni publicase tocante á la fe é religion cristiana, é que entre todos los Eletores principales y Estados del Imperio hobiese buena paz é amistad é concordia, é los luteranos no pudiesen procurar de atraer á su seta los súditos é vasallos agenos; é si algunos eclesiásticos ó seglares en sus tierras se hallasen haber guardado las constituciones é cerimonias de la iglesia Romana, ó las quisiesen guardar, no les molestasen por ello, mas los dejasen libremente usar de sus templos, bienes y cerimonias; y en castigar la seta de los anabaptistas é sacramentarios se juntasen con el Emperador é con los otros Eletores, Príncipes é Estados católicos, é con todas sus fuerzas eclesiásticas les asistiesen. E cuanto al concilio general, tantas veces por todos los Estados del Imperio, ansí católicos como luteranos pedido, é á cabsa de las guerras de la cristiandad no convocado, el Emperador procuraria con el Papa que dentro de seis meses despues de acabada esta Dieta se convocase, é un año despues de la convocacion se celebrase, esperando en Dios nuestro Señor, el cual sin duda asistiria á los que en su nombre se ayuntasen, que en el dicho concilio en tal manera se asentaran todas las discordias de la cristiandad, que podian despues gozar de perpetua paz. Los luteranos en lugar de las gracias que por tan benino decreto habian de dar á S. M., en ninguna manera lo quisieron acetar, diciendo que ellos tenian sus opiniones por tan bien fundadas en la sagrada Escriptura, que ni las podian renunciar ni dejar de atraer en ellas todos los que pudiesen sin ningun cargo de sus conciencias, é que todo lo que basta agora habian hecho, no dellos, mas de la voluntad de Dios habia procedido, que facilmente abtoridad de la sagrada Escriptura por

é

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