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tías de Africa y España en verso, y con notas suyas en prosa; la historia de Granada, que intituló Plenilunio de la dinastía nasrina en Granada; y tres tomos en folio de memorias biográficas: copias todas de mediana antigüedad.

Asimismo me he valido para las cosas de Granada de la historia de sus reyes, escrita por Abdala Aljiazami de Málaga; y tambien de la que escribió Ahmed Almaxarsi del reinado del Augusto de Granada, el Rey Jucef Abul Hajiag; y de la de los Beni Merines, escrita en verso y prosa por Ismail ben Jucef, amir de Málaga, intitulada el Olor de la rosa; copias todas de poca antigüedad.

He consultado los anales de Abulfedá, los de Xakiki y del Fesani: códices incompletos, pero de harta antigüedad; y los anales de Aben Sohna, copia muy elegante.

He estractado tambien de la obra de Abu Teib de Ronda, que entre las historias y anécdotas de varios poetas y de príncipes jenerosos con ellos, ofrece algunos sucesos, y noticias muy curiosas de nuestros árabes.

Por último haré mencion de la obra rara de Abdala Aly ben Abderahman ben Huzeil de Granada, que trata de las espediciones sacras, ó guerras contra cristianos: de arte militar, de hacer frontera, de ardides y estratajemas de guerra, armas, máquinas y caballería. Este autor me ha suministrado muchas noticias de sucesos militares y trances de batailas que no mencionan otros escritores; y es muy curioso en los usos y costumbres de los árabes españoles. Un tomo en folio, escrito en papel moreno y grueso, de harta antigüedad.

La mayor parte de estos manuscritos estan en la biblioteca Real pública de Madrid, y en la del Escorial: y algunos pocos son mios y de mis amigos.

En prueba de mi deseo y eficacia de mejorar mi obra en lo posible, añadiré que en el año de 1807 hice una reverente súplica al señor don Cárlos IV, para que se mandase sacar una copia exacta de un manuscrito arábigo, que existe en la blioteca Real de Paris, á fin de aprovecharme de las noticias que contiene. La obra es historia de España y su descripcion, por Ahmed el Mocri Almagrebi. Tuvo la dignacion S. M. de mandar que se hiciese dicha copia, costeando jenerosamente los gastos. Cuidaron de este trabajo y de su correccion los dos sabios orientalistas franceses, los señores Sacy y Langles, bajo cuya direccion no podia menos de salir la copia con la mayor exactitud. Sabiendo yo que estaba concluido este trabajo, insté, y logré que en 1818 se remitiera á Madrid por la embajada de Paris, á cuyo cargo habia corrido la empresa, y que la habia desempeñado tan completamente. Pero

al fin no he podido aprovecharme de esta preciosa copia, mi verla, ni aun indagar su paradero, para indicarlo en provecho de otros que puedan ser mas felices.

Como era preciso guardar órden y método en la larga narracion de esta historia, la he dividido en cuatro partes. La primera trata de la entrada de los árabes en España, y la sucesion de los amires ó caudillos de la conquista, dependientes de los califas de Oriente. La segunda contiene el establecimiento de los Beni Omeyas, y la sucesion de estos reyes. La tercera comprende la guerra civil y la division de los reinos en España; venida de los moros almoravides y almoha→ des; y la sucesion de estas dinastías. Y la cuarta es toda del reino de Granada: último período de la dominacion arábiga en España.

PRIMERA PARTE.

Es mi ánimo escribir la historia de la dominacion de los árabes en España, desde su entrada y conquista de ella: larga serie de acaecimientos grandes y de circuns— tancias memorables, en gran parte desconocidas, mezclada la verdad con tradicionales fábulas, que autorizó el tiempo y la popular ignorancia; pero antes de venir al principio de estas cosas será bien decir de los árabes qué jente eran, y cuáles sus costumbres: qué causa les movió á salir de los campos de Yemen y conducir las vencedoras insignias del islam (1) hasta los estremos de Oriente y Occidente, y la opinión y nombre que por sus maravillosas conquistas tenian entonces, para decir despues cómo sojuzgados los moradores de Ejipto, de la Cirenáica, los pueblos antiguos de Cartago y de ambas Mauritanias, hasta las últimas tierras donde el sol se pone, pasaron, no sin ventura, á España, y fundaron en ella tan poderoso y floreciente imperio.

(1) Islam, así se llama la creencia de los mahometanos: la voz significa y se declara por confianza, seguridad y resignacion en la voluntad de Dios, manifestada en su Alcoran; y de esta voz nace el llamarse muslimes los sectarios de Mahoma.

CAPÍTULO I.

DE LOS ANTIGUOS ARABES.

Los árabes, así llamados de la dilatada rejion que habitan entre la Persia, la Siria, el Ejipto y la Etiopia, eran idolatras antes del tiempo de su famoso lejislador Mahomad. Las dos Arabias, la Feliz por su apacible temple y aromas, y la Desierta por sus llanuras de arena menos poblada, eran la rejion de diferentes cabilas ó tribus, algunas que moraban en poblados, y muchas errantes que vagaban mudando sus tiendas y pabellones á sitios abundantes de yerba y agua para comodidad de los rebaños que pastoreaban, conservando en sus rancherías aquella vida patriarcal que aprendieron de sus abuelos, hijos de Ismael. Hablar de las costumbres de estos antiguos árabes será describir las virtudes y los vicios de la infancia de la sociedad. Decia Saad ben Ahmed, que fue cadí de la ciudad de Toledo, que se deben considerar dos jeneraciones de árabes, una que ya pasó y otra de los que todavía restan. Los que acabaron, que eran mu-chas jentes, como las tribus de Ad, de Themud, Tesm y Jadis, ha mucho que perecieron, y nos faltan sus memorias y los medios de averiguar sus prosapias y descendencias. En cuanto á los que permanecen, son dos castas de Cahtan y Adnan, y sus épocas ó estados fueron dos, de ignorancia y de islam. El estado de los árabes, cuando la ignorancia, era célebre entre las naciones por su poderío Ꭹ sus hazañas: el imperio estaba en la cabila ó tribu de Cahtan, y la principal familia de los reyes entre los Homiares: de estos hubo reyes, señores y tobeos ó sucesores: los otros árabes en los tiempos de ignorancia eran de dos clases, unos moradores de las ciudades, y otros rústicos pastores: los de las poblaciones vivian

de sus labranzas, siembras y plantíos, de la cria de sus ganados, de la industria y tráfico que hacian dentro y fuera de sus pueblos. Los rústicos pastores pasaban su vida en los campos y andaban por los desiertos, y se sustentaban de la leche y de la carne de sus camellos, y se mudaban buscando sitios yerbosos para apacentar sus ganados, y los arroyos manantiales y pozos, y asenta— ban sus tiendas en valles y sitios de yerba y agua, sin dejar de andar así errantes y vagando: esta era su costumbre en las temporadas de primavera y estío, y á la venida del invierno, cuando ya falta la yerba y frutos al campo, se mudaban á las campiñas de Iraca ó Caldea, y á los confines de Siria, y procuraban pasar el tiempo de su mesta ó invernadero con la posible comodidad, llevando con buena paciencia las inclemencias de la estacion.

que mas se

En cuanto á sus sectas eran diferentes, pues Homiar adoraba al sol, Canenah á la luna, Misam la estrella Aldebaran, Laham y Jedam la estrella de Júpiter, Tay la constelacion de Sohail, Kais la Ashera al Obur, Asad la de Mercurio, Tzaquif un templillo en las alturas de Nahla que se llamaba Alat: entre ellos habia algunos que creian la resurreccion de los muertos, y decian que era conveniente sacrificar su camello ó su caballo sobre su sepultura..... Su sabiduría, y de lo preciaban, era de saber su lengua y la propiedad de su habla, el hacer versos y elegantes discursos. Sabian el curso de los astros, su nacer y ponerse, y cuáles eran entre sí opuestos, de manera que cuando el uno sale el otro se traspone, y cuál trae lluvia, y cuál tiempo se reno; y esto nacia de su continua atencion mirando al cielo de dia y de noche, por sus necesidades y manera de vida, que no era por ciencia metódica : de filosofía sabian poco, no lo queria Dios ni los hizo para esto; y este era su estado en tiempo de ignorancia en tiempo de islam, esto es bien conocido, y lo diré si Dios quiere,

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