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excomuniones ó rayos, por mejor decir, del Vatir cano!

Perjudicó esto en gran manera á los, intere ses del estado; pues aunque el código de las Partidas no recibió por entonces una sancion legal, su doctrina fué estendiéndose y acreditándose con la recomendacion del mismo clero, que veia en él tan ampliadas sus prerogativas, y con el encomio de los legistas, que hallaban en un cuerpo legal perfectamente escrito tan bien ordenadas las disposiciones del código y Digesto relativas al derecho privado. Sin embargo los indicados errores y otros que en materia de legislacion penal afean el código de las Partidas, no han podido destruir el crédito que le dieron otras dotes muy recomendables, ni menguar la reputacion de un príncipe que dió tanto esplendor á la lengua pa tria, y tan glorioso fomento á la literatura y las ciencias.

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El desleal don Sancbo como caudillo militar es acreedor á los mayores elogios; pero la conducta que observó con su padre escita la más alta indignacion. ¿Cómo queria hacerse obedecer de los mag nates quien tan escandalosamente habia alzado el estandarte de la rebelion? Los disturbios que á es to siguieron, el encono de los partidos, y el desór den interior del reino entorpecieron los progreso de la civilizacion que con tanto esmero habian fo

mentado San Fernando y su hijo don Alonso, per virtiendo al mismo tiempo la moral pública (1). Con la muerte de don Sancho y la menor edad de su hijo, quedó el estado en la mayor confusion entregado al furor de los partidos clows en schi, nos En medio de este desorden social descuella como un númen. tutelar la inmortal doña María de Molina, que en la turbulenta minoria de su hijo don Fernando IV sabe á fuerza de constancia, sagacidad y noble entereza salvar la monarquía de los inminentes peligros que la amenazan. Para apre ciar debidamente el mérito de esta heroina y los sobrehumanos esfuerzos que hubo de hacer para pacificar el reitio, representémonos á este tal como le describe Mariana con su enérgico estilo y acostumbrada severidad. Los nobles divididos en parcialidades, cada cual se tomaba tanta mano en 7 Baule.lif e

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(1) Llegó a tal punto la maldad que el infante dow Juan, biso de San Fernando y enemigo acérrimo de don Saucho, vinol.de Marruecos acaudillando cinco mil moros que puso á sus órdenes Aben Jacob para recobrar á Tarifa, conquistada dos años antes por aquel monarca. Era alcaide y gobernador de la plaza heroico Alonso Perez de Guzman; y no pudiendo don Juan rendir su entereza, se apoderó de un hijo de aquel que éstaba, eriándose en una aldea. Presentóse el mónstruo con la criatura delante de los muros de Tarifa, jurando sacrificarla si don Alonso de Guzman no entregaba la plaza. El desdichado padre antepo

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el gobierno, y pretendia tener tanta autoridad, cuantas eran sus fuerzas. El pueblo como sin, goberna lle, temeroso, descuidado, deseoso de cosas nuevas conforme al vicio de nuestra naturaleza, que siempre piensa será mejor lo que está por venir, que lo presente. Cualquier hombre inquieto tenia grande ocasion para revolverlo todo, como acontece en las discordias civiles. Por las ciudades, villas, y lur gares, en poblados y despoblados cometian á cada paso mil maldades, robos, latrocinios y muertes, quién con deseo de vengarse de sus enemigos, quién por codicia, que suele ordinariamente acom pañar con crueldad. Quebrantaban las casas,, saqueaban los bienes, robaban los ganados: todo andaba lleno de tristeza y llanto; miserable avenida de males y daños." () aa mapmal &

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niendo su deberá los sentimientos paternales, arrojó des de el adárve su espada diciendo á dón Juan: si os falta acero, ahí teneis el mio: y el detestable príncipe consu mó su iniquidad,

En la nobleza habia individuos muy leales y subordinados como don Alonso de Guzman: con estos no se habla cuando tachamos las demasías de la aristocracia; aun á los díscolos de esta clase no se puede negar el heroico valor con que peleaban; y el mismo don Juan murió al fin combatiendo bizarramente contra los moros.

(1) Historia de España, libro 15, capítulo primero al principio.

Tal era el aspecto que presentaba la monarquía castellana al encargarse del mando y de la tutela de su hijo doña María de Molina. Para conciliarse el afecto del pueblo, una de las primeras providencias que tomó fué la de suprimir cierto impuesto establecido sobre los mantenimientos por el rey don Sancho su marido, con lo cual se calmo en gran parte la agitacion pública, y la mumó chedumbre fué declarándose a favor de la reina. Mas y mas apoyada luego en la fuerza popular, pudo hacer frente á los poderosos, que para mengua suya nos presenta la historia contrapuestos con su ambicion y deformes vicios á una virtuosa muger, infatigable en las tareas del gobierno, vencedora de la discordia, escudo impenetrable del trono y de las franquicias del pueblo.

Todos los concejos de Castilla agradecidos por habérseles confirmado sus antiguos fueros y libertades, formaron hermandad para apoyar á la reina viuda contra la tiranía de los magnates, y defender los derechos del rey, suministrándole los acostumbrados tributos, como resulta de la carta de hermandad, que por no interrumpir esta narracion he creido conveniente insertar en un apéndice (1)

(1) Véase en el apéndice primero este importante y curioso documento.-De las hermandades políticas de Cas

Ya q que no pudieron los ambiciosos contraréstar abiertamente el poder de doña María, apoyado principalmente en la estimacion popular y en la parte mas sana é influyente del clero; acudieron al pérfido arbitrio de separar al hijo de la madre. El revoltoso infante don Juan y los Laras le insi nuaron con sagacidad cuán coartadas tenia sus facultades é inclinaciones la tutela de una madre, que siguiendo las máximas tradicionales de la austera corte de San Fernando, le sujetaba á un régimen uniforme de vida, y á una fatigosa aplicacion. 5

El monarca, demasiado jóven é inesperto para penetrar el artificio, vehemente en sus pasiones, fá. cil en mudar de propósito, y ansioso de mando, se fugó á Leon con sus parciales, estableció alli su corte, y no quiso volver á Valladolid, a pesar de las repetidas instancias de su madre.

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Lo que esta habia ganado con su buen gobier no á favor del orden social y afianzamiento de la monarquía, lo perdió don Fernando en uno de los mas turbulentos reinados que nos ofrece la historia. La conquista de Gibraltar fué el único bien que

tilla trataré en el tomo 3.o cuando hable de la última de ellas celebrada en el reinado de Cárlos V; y entonces me haré cargo de la doctrina que sobre este asunto aventura el señor Marina en su Teoría de las córtes, tomo 2.o, capitu. lo 39.

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