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las máximas › tutelares de que la nacion tiene el de recho de votar sus impuestos de intervenir en sûs negocios y de imponer responsabilidad á los agentes del poder.

ive Contrayendo ahora estos principios á España, que Mr. Guizot iguala en esta parte con Francia, no es cierto que en Aragon y Navarra faltasen la fue sión y organizacion política que aquel célebre escritor echa de menos en los antiguos estados gene. rales de Francia. Las diferentes clases estaban muy unidas en aquellos dos reinos para defender las libertades públicas bien espresadas en sus faeros. Habia épocas fijas para la reunion de cortes; se sabian bien las facultades de estas y las del monarca: nada se hacia vagamente y al acaso. En Aragon ademas habia un elemento conservador? cual era el del Justicia nombrado desde los tiempos mas antiguos, instituido, segun Blancas en el fuero de Sobrarbe. Eran pues aquellas constituciones unos verdaderos medios de gobierno unas instituciones políticas acomodadas al estado yea las necesidades de aquella sociedad, segun dije enel atomo anterior; y fueron de larga dura eion,porque se hicieron con designio, y se réformaron sucesivamente, segun exigiano las cir cunstancias.

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1.

Por lo que hace á Castilla, cuando se alteró la antigua constitucion goda con la admision del

estamento de procuradores, no se fijaron las bases de esta nueva organizacion y por eso reina en nuestra historia tanta incertidumbre sobre el núméro de procuradores, épocas de convocacion, derecho de iniciativa y demas facultades de las córtes; las cuales á veces imponen la ley á los mónarcas, y otras la reciben de él sumisamente. Asi fué mas fácil al poder real en Castilla ir acrecentando su prerogativa, segun se aumentaban los récursos y el prestigio de la corona.

Tal era ya la autoridad del trono en Castilla á la muerte de Enrique III, que habiendo quedado en la menor edad de dos años su hijo y sucesor don Juan II, no se repitieron las escandalosas escenas que en otras minorias, y tomaron pacificamente las riendas del gobierno la reina viuda y el infante don Fernando, hermano del rey difunto, nombrados en el testamento de este tutores y gobernadores del reino.

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Don Fernando, dotado de aventajadas prendas, goberno con justicia los pueblos, se hizo respetar de los grandes por su firmeza, y humilló á los moros ganándoles la célebre batalla de Antequera, qué le dió un título glorioso en la historia. Llamado despues al trono de Aragon por nombramiento de aquellos naturales, quedó sola gobernando la monarquía la reina madre, señora de escaso talento, aunque muy celosa de su autori

dad (1). Para asegurarse mejor de la voluntad de su hijo y mandar arbitrariamente, le tenia á su vista, y casi siempre encerrado para que con ninguno pudiera comunicarse; y asi contrajo el débil monarca los hábitos de indolencia y esclavitud que despues le tiranizaron (2). (9) 1:25

Muerta repentinamente la reina gobernadora, los magnates que componian el nuevo gobierno dieron soltura al cautivo rey para que pasease las calles y fuese conocido del pueblo'; y pocos meses despues habiendo cumplido los 14 años de edad, empuñó el timon del estado. Claro es que le habian de manejar con poca destreza tan inespertas manos; dando lugar á que la ambicion de los magnates, reprimida por la firmeza de Enrique III y del go

(1) El historiador Mariana hace el siguiente retrato de ella. Su edad (cuando murió) de cincuenta años, el cuerpo grande y grueso, en la bebida algo larga conforme á la costumbre de su nacion, la condición sencilla y liberal: virtudes de que se aprovechaban para sus particulares fines? y para malsinar á otros y desdorallos, los que le andaban al lado, que las mas eran gente baja. Estos eran sus consejeros y sus ministros.... Historia de España, libro 20, capítulo X.

(2) Mariana dice: Con la muerte de la reina se trocaron y alteraron las cosas en gran manera. El rey sin embargo de su poca edad salió de las tinieblas en que su madre le tuvo retirado &c. Historia de España, en el mismo lugar.

bernador don Fernando, se aventurase á nuevas empresas.

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Las disensiones civiles que por espacio de treinta años afligieron al reino fueron primera inente promovidas por los infantes de Aragon don Enrique y don Juan, hijos de don Alonso el vencedor de Antequera y primos del rey, quienes lenian en Castilla grandes dignidades dy heredamientos. Ambos aspiraban al mando yakefavor del monarca, y cada cual tenia sus partidarios Scguian el bando de dón Enrique entré óbros ‹señores, el arzobispo de Santiago don Lope de Mendoza, el condestable de Castilla don Ruy Lopez Dávalos y el adelantado Pedro de Manrique. Los principales partidarios del infante don Juan eran el arzobispo de Toledo don Sancho de Rojas, don Fadrique, conde de Trastamara, y Juan Hurtado

'de Mendoza.

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Don Enrique, acompañado de los suyos, sorprendió un dia el real palacio en Tordesillas, y apoderándose de la persona del rey, se le llevó á Talavera con ánimo de trasladarle á la Andalucía, donde contaba con mayor número de parciales. Acompañó abirey en este viage don Alvaro de Luna, que por ser tan querido del rey, no se atrevió el infante à separarle de su lado. Era este sugeto muy capaz, prudente en su conducta, afable con todos, gentil en sus modales, magnánimo, ambi

se

vanzarándon Alvaro de Luna: entraron en esta confederacion los parciales de uno y otro; y for mando un bando de los que antes eran dos dirigieron al rey luna peticion para que separase al condestable de su lado y del gobierno. El rey, que no tenia la firmeza necesaria para sostener á su privado, mandó formar un consejo, en el cual s comprometieron estos debates, y salió resuelto que don Alvaro partiese dentro de tres dias de Simancas donde se hallaba la corte, sin ver al rey; que estuviese separado de aquella á 15 leguas de distancia por el tiempo de año y medio, y que fuesen tambien removidos todos los empleados puestos por él en palació. 19

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Coin geb boEl rey hubo de conformarse á pesar suyo con esta decision, y el condestable salió para el lugar de su destierro, de donde no tardó en volver á la corte; porque el profundo sentimiento del rey, y las discordias que entre sí tenian las mismos que le habian perseguido hacian necesaria su presencia.

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La entrada en la corte de don Alvaro fué un dia de triunfo para él, y de estraordinario regocijo para el monarcal; pero como los ánimos de sus rivales estaban enconados, era preciso que no tarda. do rodad sen en suscitarse nuevas alteraciones. Fomentábanlas los tres infantes don Enrique, don Juan rey de Navarra, y don Pedro; y unido con ellos el

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