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de imprenta, con los límites necesarios para que no degenere en licencia (6). »

Estas fueron las promesas que proclamó el Gobierno del Rey, como seguro anuncio de sus intenciones; promesas que, puestas en ejecucion con lealtad y buena fé, hubieran salvado la Monarquía, y que olvidadas en el acto mismo de anunciarse, no pudo ningun español recordarlas y reclamar su cumplimiento, sin incurrir en el crímen de lesa majestad.

El manifiesto dado por Fernando VII en Valencia, es el testimonio mas irrefragable de que se reconocian límites al ejercicio de la potestad Régia, y de que los mismos patronos y fautores del Gobierno absoluto no osaban proclamarlo en alta voz, aun en medio del júbilo y alborozo con que se celebraba en todo el ámbito del Reino la vuelta del Monarca.

Mas en breve se borraron aquellas solemnes palabras, cual si nunea se hubieran pronunciado; siendo este el cargo mas terrible contra los que por tan mal camino condujeron al Rey. El decreto de 4 de mayo, obra de los mismos consejeros, ofrece al propio tiempo su acusacion y su sentencia (7).

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(6) Real decreto, expedido en Valencia el dia 4 de mayo de 1814, refrendado por D. Pedro Macanaz.

(7) «Asi se expresaba Fernando en el documento mismo en que condenaba la Constitucion de Cádiz, que proclamaba su nukidad, que destruia, en virtud de un poder sin límites, cuanto se habia hecho por los autores de aquella Constitucion, ó para ejecutar sus disposiciones, y que castigaba con pena de muerte á cualquiera que por escrito ó de palabra excitase a observarla ó cumplirla. Por este decreto restablecia los antiguos

Lejos de seguir la senda que en él se señalaba, proclamóse como principio fundamental declarar nulo cuanto se había hecho durante la ausencia del Monarca, debiendo volver todas las cosas al ser y estado que tenian antes que saliese de España.

tribunales y las antiguas administraciones, pero declaraba que dicho restablecimiento no era sino interino, y que no se mandaba sino para evitar que se interrumpiese el curso de la justi– cía, hasta la época en que despues de haber oido à las Córtes que convocaria, se estableciese de un modo estable el Gobier→ no del Reino.»

No hubo nunca declaracion mas formal y explicita, nunca hubo promesa concebida en términos mas positivos; nacion alguna recibió de su Monarca un empeño mas auténtico y en circunstancias mas graves y solemnes.

Mas ¿qué se hizo aquella promesa? ¿Qué se ha practicado para cumplirla? ¿Qué fianzas se han dado a la libertad y seguridad individual? ¿Dónde estan las franquicias dadas á la imprenta? ¿De qué especie son las medidas adoptadas para poner la Hacienda pública, no solo al abrigo de la malversacion, sino tambien de la sospecha? ¿Cuándo se han convocado las Córtes para deliberar acerca de todos aquellos actos, y para dar á la España, de acuerdo con el Monarca, un Gobierno bien asentado y una legislacion arreglada? »

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Nada de esto se ha hecho, nada se ha intentado siquiera. Todo lo que existia seis años antes ha sido restablecido con los abusos demostrados por la experiencia, con los peligros proclamados; y restablecidos no interinamente, para evitar una interrupcion perjudicial, sino de un modo definitivo y absoluto, como cosa estable y duradera, como institucion, como elemento de la Constitucion del Estado.»

¿Y qué obstáculo imprevisto, inmenso, insuperable se ha presentado que estorbase el cumplimiento de aquellas solemnes promesas? ¿Qué precauciones se han tomado, qué declara

La posteridad se negará á creerlo; el abismo en que se habia hundido la antigua Monarquía, fué el terreno que escogió el nuevo. Gobierno para afirmar la restauracion.

Los seis años que habian mediado, la invasion y ocupacion extrangera, las semillas derramadas por

ciones se han hecho a la faz del mundo para comprobar la impotencia absoluta en que se halló el Rey de cumplir sus promesas; para librarse del reproche de haber faltado á ellas, y de la insufrible sospecha de haber engañado á su pais, y en el momento mismo en que este le rodeaba con los testimonios de su confianza y afecto? En vano se pedirá a la historia una respuesta a estas preguntas numerosas y apremiantes, y no po drá dar contestacion alguna. Ni se hizo, ni se intentó siquiera lo que se habia prometido, esto es lo único que podrá contestar. Añadirá, sin duda, no para justificar semejante falta de fé, sino para explicarla, para que pueda comprenderse que el Rey adquirió cada dia nuevas pruebas de que las innovaciones proyectadas eran rechazadas por la nacion; que la inmensa mayoría de sus súbditos deseaba el restablecimiento y conservacion pura y sencilla del régimen abolido en el año de 1808, y veria con disgusto que nuevos ensayos amena→ zasen la seguridad del Trono, y perturbasen la paz pública, que esta conviccion, una vez apoderada del ánimo del Rey, ha debido prevalecer sobre las demas consideraciones y determinar su conducta.

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Esto es todo lo que podrá decirse para descargar la memoria de un Rey de la acusacion que no dejará de pesar so→ bre ella; creo verdadera esta explicacion, porque no encuen➡ tro otra que poder dar, creo que los cortesanos que rodearon al Rey en cuanto hubo vuelto, los amantes de su autoridad lograron persuadirle que la reunion de Córtes y reducir á leyes los principios que habia manifestado en su decreto de Valencia, serian causa infaliblemente de nuevas perturbacio

los ejércitos franceses, las reformas planteadas por el Gobierno del Rey intruso, las que á su vez habian hecho las Córtes, dando á la nacion intervencion en su propio régimen, para mantener vivo su entusiasmo y alimentar sus esperanzas, todo se reputó como si no hubiese pasado (8). Hasta la memoria de las cosas hubiéramos perdido (pudieran decir los Españoles, como los Romanos en tiempo de Tácito) si estuviera tan á nuestro alcance el olvidar como el guardar silencio. »

nes; que el pueblo veria con repugnancia asambleas tumultuosas, que le recordarian una revolucion que detestaba y bendeciria la prudencia del Rey que le devolvia el sosiego y felicidad de que disfrutaba antes de los desastres que habian asolado á España.»

(Essai historique sur la revolution d'Espagne et sur l'intervention de 1823, par le Vicomte de Martignac: tomo I, pag. 148.)

(8) Mientras mas se estudia esta época memorable de la ́historia que vamos bosquejando, mayor es el convencimiento de la grave falta que los consejeros de Fernando le hicieron cometer. Contar como nada los seis años transcurridos, considerar como abortadas, 'como apagadas y ahogadas las doctrinas con que la imprenta y la tribuna habian estado alimentando al pueblo durante seis años; no ensayar nada para reemplazar tantas prosperidades prometidas, tanta libertad puesta en práctica, obrar asi despues de haber proclamado la real voluntad de obrar de otra suerte, y lisonjearse de gobernar sin perturbacion, sin sacudimiento, es decir, obtener el sacrificio de todas las teorías, de todas las ambiciones, de todas las repugnancias, era entregarse á la ilusion mas funesta, a la par que poco fundada.»

«Hacer á las circunstancias, á la época, á la necesidad con

Ni paró aquí tan temerario empeño: no bastaba retroceder hasta el año de 1808: una vez dado el impulso á la nacion, era preciso cejar á tiempos mas remotos. En el reinado de Cárlos III y aun en el de su hijo, puede decirse que la nacion habia hecho

cesiones justas y prudentes, cuya extension puede medirse por lo mismo que se hacen en tiempo oportuno y con libre voluntad, en virtud de un poder que el acto mismo comprueba y consolida; aprovecharse diestramente de estas disposiciones que ha hecho nacer una restauracion inesperada para oponer a los recuerdos de la revolucion, hecha á nombre del pueblo, los votos del pueblo expresados de un modo regular; quitar asi todo pretexto honroso á las quejas de los descontentos y á las ambiciones frustradas; hacer sin peligro de ser llevado demasiado lejos, algo útil y provechoso en favor de una nacion que se habia hecho famosa por su heroismo; dar un testimonio insigne de confianza a los que han dado tantos testimonios de lealtad y celo; adquirir, en fin, el derecho de de→ cirles un dia, si llegaban á extraviarse: creed al que no os ha engañado nunca; hé aquí el papel que estaba reservado al pri→ sionero de Valencey, una vez restituido al Trono de España; el único papel que amigos sinceros é ilustrados debieran haberle impulsado á seguir, y la experiencia hubiera acreditado cuán acertada era tal conducta.»

<En vez de seguir este rumbo, ¿qué es lo que se hizo, y en qué carrera imprudente y peligrosa de funestos consejos se hizo entrar al Monarca? Recorramos rápidamente el intervalo que separa el año de 1814 del de 1820; es decir, la restauracion de la nueva revolucion; veremos á dónde conduce una primera falta, y juzgaremos cuán difícil es detenerse en la senda resbaladiza que una vez se ha emprendido, y á cuántas desgracias puede dar origen.»

(Essai hist. sur la revolution d'Espagne, par Mr. de Martignac tomo I, pág. 155.)···

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