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notables adelantos. Se mejoró la educacion, cultiváronse algun tanto las ciencias, se dispensó cierta proteccion á los sábios y á los literatos; y ya que no se consintiesen reformas en el régimen político del Estado, hiciéronse no pocas á favor de los pueblos, así en administracion como en hacienda.

Mas despues de la vuelta del Señor Don Fernando VII, se condenaron las doctrinas que se habian favorecido y propagado en tiempo de sus augustos predecesores; pusiéronse nuevas trabas á la imprenta; se desenterró la Inquisicion, si bien no era ya sino su sombra; cerráronse las puertas de la enseñanza á la juventud estudiosa; y lejos de ser el saber un título de merecimiento, enjendró desde luego sospechas y acabó muchas veces por acarrear persecuciones,..

Por desacertado que fuese semejante sistema de Gobierno, si algun medio cabia de hacerlo tolera→ ble y llevadero, era plantear una severa economía, y establecer tal órden y concierto en la hacienda, que se viesen atendidas y satisfechas las obligaciones del Estado.

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Mas se hizo todo lo contrario; revivieron los abu sos, reprobados por la opinion pública y condenados algunos de ellos en los anteriores reinados; llegaron hasta el último punto la confusion y el desórden, la prodigalidad y el despilfarro (9), menguó á la par

(9) En la Memoria del Ministro de Hacienda, extendida en 1817, se calculó el déficit anual en 453.251,665 rs. vn. En los dos años de 1815 y 1816 el atraso de la Tesorería ascendió

el crédito así dentro como fuera del Reino (10); y el Gobierno de una nacion cómo la Española, en paz con los demas Estados, y sin disturbios domésticos, se vió alguna vez en una penuria tan vergonzosa

à 708.097,254 rs. Aun no habia terminado aquel año cuando ya se anunciaba en documentos oficiales que en el estado en que se hallaban las cosas, no podian subsistir sin graves peligros. El mismo Ministro decia al Monarca: «Tal estado de cosas, consecuencia del abandono de un sistema razonable y justo, habia puesto los negocios en la situacion que tenian, comprometiendo la seguridad y consistencia del Estado al borde de un precipicio. »

No hay que dudarlo; fuera de las convulsiones que varios Estados sufrieron por la ambicion de algunos particulares, por mandar y obtener empleos (de que nosotros no estamos libres), las demas de que nos habla la historia de la sociedad, las ocasionaron los desórdenes de la hacienda pública, y nosotros estábamos tambien destinados á confirmar esta terrible leccion á nuestros venideros. No lo seamos, señor: en nuestra mano está apartar de nosotros tan aciaga prediccion. (Memoria leida en el Consejo de Estado ante S. M., por Don Martin de Garay, Ministro de Hacienda: año de 1817.)

Poco tiempo despues fué exonerado y perseguido aquel honrado y celoso Ministro..

(10) Fáltame solo hablar de la necesidad de arreglar y levantar del polvo el edificio del crédito público, casi del todo arruinado por los ataques que desde el principio se le han hecho sufrir.»

Todo nuestro papel moneda está desacreditado; con mil afanes se ha conseguido y se consigue darle algun valor, para que no llegue al término de una bancarota. »

Las deudas, cuyo pago en capital y réditos se ofreció satisfacer con las promesas mas solemnes, estan olvidadas y despreciadas: millones se vieron entrar en arcas, con el objeto de

que recordaba los aciagos tiempos de Cárlos II (11).

Lo que tal vez contribuyó mas á quitar fuerza al Gobierno y á desacreditarle, fué el sistema de persecucion en que se vió malamente empeñado.

Como los que asediaron al Rey, para impedir que oyese mas voz que la de ellos, no se propusieron reformar lo que hubiesen hecho las Córtes, con escasa oportunidad ó acierto, sino derribarlo por completo y borrar hasta sus vestigios, necesariamente tuvieron que decir al Monarca que la Constitucion y las demas reformas no eran gratas á la nacion; que esta las detestaba; ofreciendo cual testimonio de ello las unánimes aclamaciones que se tributaban al Rey

consolidar la deuda; y no han hecho mas que aumentarla, no habiéndose invertido apenas uno en su objeto: á millones de familias se redujo á la miseria, á la mendicidad, á la desespe

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« La dignidad Real se halla desdorada con la falta de crédito absoluto, por no haber cumplido ninguna de sus promesas.» (Memoria leida en el Consejo de Estado ante S. M., por D. Martin de Garay, en el año de 1817.)

(11) El Rey de España, de vuelta á sus Estados, quiso anular, sin reemplazarla con otra, la Constitucion de 1812: y pareció lograr su objeto durante algun tiempo por el fuego y por el hierro, por la inquisicion y los jesuitas, mientras permanecia silenciosa la imprenta. La nacion, rebajada en el concepto de las demas, se veia oprimida por los delatores y por los feroces apoyos del régimen absoluto: hasta el Rey mismo y su familia andaban en busca de lo necesario. Estallaban las conspiraciones; y los suplicios de los conspiradores no servian sino para inflamar el espíritu de conspiracion general. »

(Oeuvres de Lanjuinais: tom. II, pag. 521).

y algunos gritos desaforados de la ignorante plebe. Cual consecuencia natural de semejante aserto, y para satisfacer mezquinas ambiciones y venganzas, hubo que suponer que los Diputados y personas notables, que mas habian contribuido á plantear las nuevas instituciones, lo habian hecho con dañada intencion, para envilecer el Trono y esclavizar al Rey, si es que no para destronarle; habiendo logrado con inícuos medios ahogar la voz de la nacion y avasallar su voluntad.

De esta suerte, se aeriminaba, procurando imprimir en su frente el sello de traidores, á los que acababan de dar tan auténticos testimonios de fidelidad y amor al Monarca; á los que en medio de tantos peligros, resistiendo igualmente á los halagos y á las amenazas, abandonados por sus Príncipes y desahuciados por casi todos los Gobiernos de Europa, sin mas apoyo ni esperanza que el cielo y su conciencia, habian ofrecido al mundo un ejemplo de lealtad y constancia cual no ofrecen otro semejante los fastos de la historia (12)..

(12) «Al cabo de seis años de divisiones intestinas, resultado inevitable de una guerra sin gefe, de una usurpacion intentada y rechazada, de la ausencia del Soberano legítimo, de la necesidad en que se halló una gran nacion de defenderse y gobernarse por sí misma; despues de graves desórdenes, cubiertos y ennoblecidos por una glória inmensa, despues de la milagrosa restauracion de un Trono abandonado, la primera necesidad era la paz interior: las primeras palabras del. Soberano, al volver a entrar en su Palacio, debieron ser olvido y amnistia. »

CAPITULO V.

Si los Ministros y Consejeros de Fernando VII hubieran seguido un sistema de moderacion y templanza, haciendo algunas mejoras en favor de los pueblos, insensiblemente hubieran caido en olvido las instituciones planteadas por las Córtes, que no habian tenido tiempo de arraigarse ni menos de dar fruto. Para establecerlas (del modo que lo consentian la invasion extrangera y las circunstancias en que se hallaba el Reino) habia sido preciso superar infinitos obstáculos, luchar con añejas preocupacio

Asi lo habia comprendido Luis XVIII, al volver igualmente á su patria, despues de quince años de destierro; y la Carta, prometida en Saint Ouen y dada en París, habia consagrado clara y solemnemente aquel principio saludable, el único con que son posibles las restauraciones.

« Fernando habló tambien de amnistía; pero este nombre, comparado con el acto á que se aplicaba, debia darle á la vista de todos el imperdonable carácter de una burla. »

a Diez mil Españoles habian tenido la desgracia de unirse al partido francés, y habian seguido en su retirada al ejército de aquella nacion, para librarse de la violenta reaccion que amenazaba sus vidas; fueron proscriptos y sus bienes confiscados; es decir, que fueron condenados á ir á perecer de hambre y de miseria en una tierra extrangera. »

Los miembros de la Regencia, los de las Córtes, todos los Ministros, todas las personas que habian cooperado á redactar la Constitucion á que se habian mostrado celosos partidarios de ella, fueron sometidos á comisiones, para ser juzgados en ellas sin ninguna forma legal..

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