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Magestades, e que se siguiese lo mandasen proveer por manera que los dichos maravedis se cobren solamente de los que fueron culpados en los dichos acuerdos, mas aun tambien de las personas que los rescibieron e á quien se dió pues la causa para que los rescibieron fué injusta, torpe y fea; y no cargue todo sobre los que lo acordaron, porque haciéndose de esta manera, pues son las personas que esto rescibieron muchas, en cuyo provecho e utilidad se convirtió el dicho dinero, y no se excusan, ni pueden excusar, con decir que la comision dirigida al dicho Juez se extiende ni entiende á los que lo votaron y mandaron tomar, y no con las personas á quien los dichos dineros se dieron e los rescibieron, porque con esta excusa el dicho pesquisidor, ni otro juez alguno, no procede contra los que los rescibieron».

Que hubo confusión y desorden en las juntas está fuera de duda; ellos mismos lo aseguran, y Gaspar Dávila, el Escribano Secretario del Concejo, en un breve memorial de descargos manifiesta, entre otras cosas, lo siguiente:

«En cuanto á esto, yo no usé de mi oficio libremente ni como le debia usar, porque se hallará, y parece por los Registros que se escribieron en tiempo de alteraciones de Comunidades, que desde que se quitaron las varas en esta villa, que fué á decisiete de Junio de DXX, hasta seis de Septiembre del mismo año, nunca asenté en los acuerdos los nombres de los que estaban por jueces ni de los diputados, porque expresamente me man

daron todos los que allí se juntaban que no les escribiese, porque veian que era mal hecho lo que se hacia, y no querian parescer ni firmados en semejantes cosas; y porque yo les dije que no podía estar allí, haciéndose de aquella manera, me mandaron que como escribiente, y no como escribano, pusiese por memoria lo que allí pasaba, y yéndome del Ayuntamiento me tomaron por fuerza para ello.

«Que aunque algunos de los que estaban en los Ayuntamientos quisiesen contradecir lo que allí pasaba, no lo osaban decir, salvo acá fuera, que me decían algunos que no habian sido en aquello, que mirase lo que facia, y yo les decia si querian que asentase por auto su contradiccion, y decian que no, porque no osaban que paresciese, porque veian cómo maltrataban á otros en esta villa e otras partes.

«En lo que toca al acuerdo que tengo dado, que dice que aeordaron que se tomase estos dineros, hay algunos que lo sabian y eran en ello más que otros; y aun algunos puede ser estar en los acuerdos y no estar informados de lo que alli se acordaba ni decia, porque como habia mucha gente y gran alboroto, uno que dijese tómense dineros ó envíese gente, los que alborotaban dirian: sí, sí, fágase; y aun algunos de los que están en otros acuerdos acertaron á ir á otros negocios, y escribillos alli, y no habian ido á ningún otro ayuntamiento de cuantos se hicieron en tiempo de Comunidades, y muchos de los que alli subian al

tiempo que se habia de enviar gente á facer tomar á repartir maravedis ú otros gastos, los hacian venir y traer á los ayuntamientos, fuera de su voluntad, y éstos que los facian venir eran ciento ó doscientos oficiales y labradores pobres que debian más que tenian, que éstos principalmente lo solicitaban, y como eran algunos de los que traian personas de honra y se asentaban en el ayuntamiento los primeros, aquéllos asentaba yo primero en el libro como se suelen poner y abrir, porque asi me lo mandaban que los escribiese los que los traian».

Esta es la triste verdad de los hechos, no sacada por deducciones y conjeturas, sino patente y probada por lo que arrojan los documentos transcriptos.

No bien tomó posesión el Corregidor D. Martín de Acuña, según se ha visto, mandó meter en la cárcel á Castillo y á Negrete; en Septiembre de 1521 se los trasladó al Alcázar, donde estuvieron hasta 1524, salvo la temporada en que Negrete logró ser trasladado á la cárcel de corte de Valladolid. En 1523 había pedido Castillo su ex carcelación mediante fianza, y los regidores Zapata de Cárdenas, Francisco Ramírez, Pedro Suárez y Antonio de Luzón, únicos que asistieron á la sesión, emitieron voto favorable; pero el Corregidor D. Juan Manrique de Luna, que había tomado posesión de su cargo en 5 de Enero del mismo año, por muerte del Acuña, suspendió el acuerdo del Ayuntamiento, ordenando al Br. Vera,

Letrado consistorial, prosiguiese con toda urgencia la causa, que se hallaba en estado de sobreseimiento por acuerdo de los capitulares cuya benevolencia hacia Castillo era bien notoria.

En Junio del citado año de 1524 entróse en tratos con Castillo y Negrete, para venir á un arreglo respecto al pago de la deuda contraída en tiempo de la Comunidad, y el Ayuntamiento nombró á los regidores Francisco de Vargas y Pedro Suárez para estipular con los presos una fórmula de avenencia. Animada la Corporación municipal del mejor deseo, se hizo el arreglo, suplicando al Emperador lo autorizase, á fin de terminar tan enojosa cuestión. Tal fué la historia del alzamiento en Madrid.

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