Espagne poétique: choix de poésies castillanes depuis Charles-Quint jusqu'à nos jours, mises en vers français, Volumen1

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Juan María Mauri
P. Mongie aîné, 1826 - 440 páginas

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Página 154 - ... de do viene el temor que nos espanta y la medrosa forma en que se ofrece aquello que la noche nos encubre, hasta que el sol descubre su luz pura y hermosa: tal es la tenebrosa noche de tu partir, en que he quedado de sombra y de temor atormentado, hasta que muerte el tiempo determine que a ver el deseado sol de tu clara vista me encamine.
Página 153 - ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, cuando en aqueste valle al fresco viento andábamos cogiendo tiernas flores, que había de ver con largo apartamiento venir el triste y solitario día que diese amargo fin a mis amores?
Página 395 - Más precia el ruiseñor su pobre nido De pluma y leves pajas, más sus quejas En el bosque repuesto y escondido, Que halagar lisonjero las orejas De algún príncipe insigne, aprisionado En el metal de las doradas rejas. Triste de aquel que vive destinado A esa antigua colonia de los vicios, Augur de los semblantes del privado. Cese el ansia y la sed de los oficios; Que acepta el don y burla del intento El ídolo a quien haces sacrificios.
Página 155 - ... y la callada noche no refrena su lamentable oficio y sus querellas, trayendo de su pena al cielo por testigo y las estrellas...
Página 141 - El dulce lamentar de dos pastores Salicio juntamente y Nemoroso, he de cantar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, de pacer olvidadas, escuchando.
Página 401 - De su invencible gente sólo quedan memorias funerales, donde erraron ya sombras de alto ejemplo. Este llano fue plaza, allí fue templo, de todo apenas quedan las señales. Del gimnasio y las termas regaladas leves vuelan cenizas desdichadas. Las torres que desprecio al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron.
Página 204 - Cual piedra en el profundo ; y tu ira luego Los tragó, como arista seca el fuego. El soberbio tirano, confiado En el grande aparato de sus naves, Que de los nuestros la cerviz cautiva...
Página 165 - No me mueve, mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte.
Página 157 - A los votos y lágrimas no dieras Por no ver hecha tierra tal belleza, O no ver la tristeza En que tu Nemoroso Queda, que su reposo Era seguir tu oficio, persiguiendo Las fieras por los montes, y ofreciendo A tus sagradas aras los despojos?
Página 154 - ... dejaste, nunca pace en hartura el ganado ya, ni acude el campo al labrador con mano llena. No hay bien que en mal no se convierta y mude: la mala hierba al trigo ahoga, y nace en lugar suyo la infelice...

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