Imágenes de páginas
PDF
EPUB

dejó de aplicarles remedio. A la vista tenemos repetidas reales cédulas que prohiben á los presidentes y oidores cualquiera especie de ingerencia en elecciones; pero ah! nada importaba esto cuando los que debian obedecerlas eran los mismos que habian de velar sobre su cumplimiento. Los presidentes y la audiencia continuaron interviendo en los capítulos, colocando en las prelacías personas menos idóneas, pervirtiendo la disciplina monástica y traicionando con sus manejos impropios la confianza con que á sus miembros habia honrado el soberano.

No queremos estender estas reflexiones á pesar del mucho material que para ello nos ofrecen mil hechos auténticos que pudiéramos aducir: queremos mejor con nuestro silencio pagar un tributo de respeto á la magistratura, cuya honra y dignidad vemos ajadas hasta el desprecio.

Mientras la capital de Chile se llenaba de tantos monasterios, que parecian trasplantar á su seno la república monacal del Oriente, Concepcion recibia en el suyo la órden de San Juan de Mata. En otro lugar señalamos el origen de las beatas de Nuestra Señora de la Ermita, como tambien la regularizacion que les dió el obispo D. Diego Montero del Águila, sometiéndolas á observar ciertas reglas que, sin ligarlas con los vínculos de un voto, les franqueaban medios abundantes para lograr la perfeccion posible en el estado religioso. El obispo D. Francisco Antonio Escandon se propuso perfeccionar esta misma obra, erigiendo el beaterio en convento de monjas. Obtenido informes de la audiencia del reino y del ayuntamiento de Concepcion,

ocurrió al rei pidiendo se concediese la ereccion de un monasterio de Trinitarias: Concepcion hasta entonces ningun establecimiento tenia de esta naturaleza, y esta razon pudo mucho en el ánimo de Felipe V para conceder sin dificultad la gracia que se le pedia. Benedicto XIII despachó tambien el breve correspondiente, y en virtud de ambos rescriptos, el obispo verificó su fundacion en enero de mil setecientos veintinueve. Tres fundadoras venidas de Lima, monjas del real monasterio de Descalzas, tomaron á su cargo formar esta comunidad. Eran sus nombres Margarita de S. Joaquin, Francisca de S. Gabriel y Mariana de la Santísima Trinidad. El dean de la catedral D. Domingo Sarmiento fué verdadero protector de este convento, donándole todos sus bienes para auxilio de sus necesidades. En las vicisitudes frecuentes que ha sufrido perecieron su archivo y todos los documentos de su fundacion, lo que nos imposibilita para dar razon mas circunstanciada de él (4).

Como medio para procurar la reforma de los monasterios de mujeres, el rei ordenó á fines de este siglo al obispo de Santiago que fijase número determinado de monjas en los de Santa Clara y Agustinas: el obispo tramitó la cédula del rei para averiguar si esos monasterios eran ó no del real patronazgo, recibida informacion con audiencia del fiscal, falló que la cédula no tenia lugar por ser exentos los monasterios á que ella se referia (1).

(1) Documento número 30.

(2) Decreto de 15 de enero de 1760.

CAPÍTULO VII.

Progreso asombroso de la compañía de Jesus.-Ministerios en que se ejercitaba. Cédula de estincion.-Se les manda espulsar de Chile. -Preparativos para verificarlo.—Circular del obispo. — Expatriacion.-Despedida.-Dos palabras.

E propósito hemos consagrado un capítulo sepa-' rado á la Compañía, cuyos anales en la época que nos ocupa, cuentan sucesos de que se ocupa tambien mui detenidamente la historia religiosa y política de todo el mundo civilizado. Si hai algun ejemplar que manifieste con claridad la condicion precaria de las cosas humanas, lo es sin duda la suerte que corrió esta órden regular, tan radicada, tan opulenta y tan universalmente estimada. La hemos visto estenderse en Chile con increible rapidez y recorrer con igualdad así las ciudades, como los campos y las posesiones de los cristianos, así como las tierras de los infieles. Si los resultados no habian sido siempre los mismos en estas que en aquellas, lo cierto es que el Estado de Arauco fué visitado por los jesuitas hasta sus últimos rincones y que en las revueltas continuas de aquella tierra estéril para la fé, dominaban las circunstancias de tal modo que, á pesar de los fuertes vaivenes de la revo

lucion, subsistian en el foco mismo de la guerra con sus templos y habitaciones. Los jesuitas de Chile, independientes de los del Perú y Paraguay, habian hecho progresos asombrosos: contaban trece colegios

[ocr errors]

establecidos, dos en Santiago con los nombres de colegio Máximo y San Pablo, y los demás en la Serena, Quillota, Bucalemu, Colchagua, Chillan, Concepcion, Rere, Castro y tres en las provincias de Cuyo, á sa– ber, Mendoza, San Juan y San Luis; una casa para povicios en Santiago con el título de San Francisco de Borjas; dos convictorios, en la capital el de San Javier y el de San José en la ciudad de Concepcion; un seminario de naturales en Chillan; seis casas de ejercicios en Copiapó, Serena. Quillota, Valparaiso, Santiago y Concepcion, y ocho colegios incoados ó residencias en Copiapó, San Felipe de Aconcagua, Valparaiso, Melipilla, San Fernando, Talca, Arauco y Valdivia. Tenian además casas de residencia para misioneros en San José de la Mocha, Santafé, San Cristóval, San Juan Nepomuceno y Santa Juana en la frontera de Concepcion; en la de Valdivia la de S. José de la Mariquina y en el archipiélago de Chiloé las de Achao y Chonchi. Cuidaban además siete misiones en la Araucania, y el número de sus posesiones y estancias en todo el Estado era crecidísimo. Las pingües entradas que les proporcionaban estos fundos les hubieran prestado por sí solas medios suficientes para adquirirse un prestigio colosal, cuando no tuvieran otros todavia mas eficaces que el dinero: tal era el dominio sobre las conciencias y el imperio del corazon.

La Compañía tenia á su cargo 1.° la enseñanza, y 2.° la predicacion en todos sus ramos. La primera desempeñaba en los convictorios y en los colegios, y para la segunda tenia hecha distribucion de todos los individuos que contaba hábiles para su desempeño.

De estos, unos predicaban al pueblo en las iglesias de los colegios ciertos dias de cada semana; otros daban ejercicios espirituales en las casas erigidas con ese objeto, , y otros en fin, divididos en parcialidades de á dos, recorrian los campos misionando á sus habitantes. La direccion de los monasterios de monjas, de las cofradías y asociaciones piadosas; la enseñanza de la doctrina y del catecismo; la visita de las cárceles y casa de correccion, estaban tambien confiadas á su cuidado. Estos ministerios ejercitados con celo daban á los jesuitas en Chile un valor inestimable: les hacia, con lijeras escepciones, dueños de la voluntad de todos, conciliándoles el prestigio conveniente para dominar el pais sin contradiccion alguna. Mas la Compañía no descansaba tranquila sobre el apoyo de su opinion: veía de léjos mil tempestades que se levantaban y que la harian tocar su fin como obra hu

mana.

Dando un vuelo rápido hasta el orígen de esta órden y considerando su marcha durante mas de dos siglos, podremos fácilmente encontrar los escollos en que abora fracasaba. Fundada la Compañía sobre sólidos fundamentos y con el mas ardiente deseo de la salvacion de las almas por san Ignacio de Loyola el año de mil quinientos treinta y cuatro y confirmada seis años des-pues por Pablo III, floreció todo el tiempo que tuvo á su frente al santo fundador; mas muerto este, su sucesor, Diego de Láines, hizo alteraciones en la regla dada por aquel: alteraciones que cambiaron en parte el fin del instituto, haciéndole salir de sus límites. «El fundador, educado en las opiniones de aquellos tiem

TOMO II.

18

« AnteriorContinuar »