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desde la anatomía general hasta la clasificación de los seres animales según los autores más modernos en aquel tiempo y con un espíritu independiente de toda rutina. (1)

III.

En aquel mismo año de 1812 encontramos nuevas huellas del Bachiller de San Fernando, en el terreno de la literatura propiamente dicha, y con el motivo que vamos á referir.

El hijo adoptivo de Boqui había conquistado en Lima la amistad, la protección de un personaje, que por su título de conde, sus brillantes talentos, sus altos empleos en la magistratura, sus maneras cortesanas, su lujo y disposición, se había granjeado gran fama tanto en el Perú, su patria, como en Madrid, en donde ha'bía residido por dos ocasiones con anterioridad al año que queda señalado. D. José Baquijano y Carrillo, Conde de Vista Florida, que tal era el nombre y título de aquel personaje, era miembro de la Audiencia de Lima y casi rival por su influjo y popularidad del mismo Virey. Sus ideas liberales y su activa participación desde años atrás en los trabajos literarios de reforma en la "sociedad de amantes de Lima» cuyo eco fué el afamado «Mercurio Peruano,» le colocaban naturalmente á la cabeza de los hombres liberales que no faltaban en Lima y formaban lo que podía llamarse el partido constitucional, cuyas aspiraciones tendían á plantear en ambos mundos de la monarquía española las formas de gobierno estampadas en el malogrado código político dictado por las Cortes. Burladas aquellas sanas aspiraciones por las veleidades absolutistas de Fernando VII, Baquijano y sus amigos dirigían sus esperanzas y sus miradas hacia la princesa Carlota,

(1) Examen de anatomía, fisiología y geología que presentan en la Real Universidad de San Marcos de Lima, de mañana y tarde y consagran al Excelentísimo Sr. Virey, su fundador, los alumnos del Colegio de San Fernando, Dr. D. Mariano Ballón, B. D. Juan José Morales, B. D. José Antonio Miralla, D. José Pequeño. Bajo la dirección de D. Juan Antonio Fernández, Bachiller en medicina y maestro de fisiología en dicho colegio. El dia 29 de Mayo de 1812. En la imprenta de los Huérfanos: Por D. Bernardino Ruiz, 48 pág. en 4o

Tenemos entendido que el Sr. Fernández, maestro en fisiología y director del examen, es el mismo que tanto se distinguió entre nosotros como médico y profesor de la Escuela de medicina de Buenos Aires y cuyo apellido se perpetúa en la misma carrera, en un hijo y en un nieto.

y créese por algunos, que meditaron una revolución armada con el objeto de desconocer las autoridades que gobernaban el Perú en nombre y representación de la metrópoli.

Pero, si no está bien averiguado que Baquijano llegase á levantar tan alto su pensamiento, no cabe duda de que el conde aprovechó la ocasión que le ofrecía el nombramiento de miembro del Consejo de Estado de la Península, hecho en su persona por la Regencia del reino, para separarse de Lima por siempre, y desentenderse de los compromisos que hasta allí había contraído para con los liberales del Perú, quienes estaban destinados á no ser verdaderamente libres sino con el auxilio armado de los independientes de Chile y Buenos Aires.

La noticia de aquel nombramiento halagó la vanidad de todas las clases de Lima. El primero de entre sus hijos iba á ser colocado al frente de los destinos de la patria, y los intereses del Perú tendrían desde entonces un abogado interesado y elocuente en la capital de la monarquía. Ilusiones y nada más! Mientras tanto, la población alegre é impresionable de aquella simpática ciudad se entregó al regocijo por tres dias consecutivos, celebrando la promoción de Baquijano con fiestas públicas, iluminación, fuegos artificiales y saraos, cuya descripción escribió su joven y reciente amigo D. José Antonio Miralla, publicándola en un cuaderno de 40 pág. en 4o, cuyo título es el siguiente: «Breve descrip"ción de las fiestas celebradas en la capital de los Reyes del Perú, "con motivo de la promoción del Excmo. Sr. Dr. D. José Baqui"jano y Carrillo etc. al Supremo Consejo de Estado, con una re«gular colección de algunas poesías relativas al mismo objeto.....» Esta breve descripción en honra de un Conde está dedicada al Marqués de Torre Tagle, así como fueron dedicados los exámenes de fisiología y sociología al Excmo. Sr. D. José Fernando Abascal y Souza, virey y capitán general del Perú.

IV.

Las descripciones de festividades públicas constituyen un ramo especial de la literatura colonial del Perú, y podría formarse una biblioteca numerosa con los volúmenes que las contienen. Algunos gozan aún de una gran reputación y merecieron impri

mirse en Madrid. Pero si estos documentos tienen importancia para los aficionados á la crónica de las ciudades americanas, los tienen aún mayores para quienes deducen de la degradación de las letras y de la disipación del talento, la perversidad y el influjo deletereo del orden social creado y movido por los resortes del gobierno de las colonias. La perspicacia de la inteligencia, la gala especial con que los americanos supieron revestir siempre las ideas, no fueron bajo aquellas influencias más que instrumentos de servilismo, de la devoción sin moralidad, del respeto sin independencia personal á los empleados con poder, á los títulos de una nobleza que no existía ni en la conducta ni aún siquiera en los pergaminos, á las dignidades de un clero rico y prepotente, ya fuesen obispos ó provinciales de comunidades mendicantes. Cada auto de fe, que comenzaba en un tablado levantado en la plaza principal entre los palacios del Arzobispo, del Virey y de la Catedral y acababa en el Acho en donde se entregaban las víctimas á la vergüenza pública ó á las llamas por delitos imaginarios, imposibles, absurdos, se halla descrito en un volumen especial acompañado del sermón predicado por algún fraile dominico, al aire libre, en el dia mismo de la fiesta, delante de un inmenso auditorio y de todas las autoridades civiles, religiosas y militares. La ascensión al trono de un monarca, el casamiento de los príncipes, el fallecimiento de los mismos, la entrada á Lima de un nuevo virey, nupcias, himeneos, natalicios, todo era motivo de fiestas, de dobles ó de repiques, y por consiguiente asunto para una descripción que se encomendaba como un favor á alguno de los escritores de nota, pertenecientes por lo general al clero ó á la toga.

Estos escritos son una selva fertilísima y enmarañada de cuanto concepto y agudeza puede producir un ingenio despierto pero amamantado con las soledades de Góngora y con los sermones del famoso Paravicino. Cada frase contiene á par del signo ortográfico que le dá sentido, un número ó una letra del alfabeto, que lleva la vista del lector á algún texto de la escritura, á algún pasage de los historiadores, á algún verso de Lucano, de Dordio ó de Calderón. No hay allí una idea, un nombre propio, una figura retórica, que no provenga de muy lejos, que no hayan sido sacados, por medio de una vasta lectura, estéril, pero que espanta, de las fuentes más cenagosas de la erudición y de la ciencia escolástica.

Pero de estos extravíos no era culpable la naturaleza, sino la educación y el calculado empeño en mantener, por medio de las ideas, en estado perpetuo de puerilidad á hombres dispuestos por voluntad del creador para las más arduas y serias tareas intelectuales y para comprender la verdadera belleza. A través de la urdimbre de tanta estravagancia, se trasluce la hebra de una imaginación brillante á veces como la seda y el oro. Cualquiera que haya hecho estudio de la literatura sud-americana hasta fines del siglo pasado, no podrá menos que confesar que ninguna colonia europea ha producido más talentos ni mayor número do hombres estudiosos que la española en el nuevo mundo. Solo la Compañía de Jesús cuenta en él mucho más de doscientos entre profesores y predicadores, filólogos é historiadores, brillando entre estos últimos los chilenos Ovalle y Molina, el mejicano Clavijero, el ecuatoriano Velazco y los argentinos Iturri, Juarez, Morales, Suárez, etc., cuyas obras corren traducidas á varias lenguas cultas de la Europa. Lacunza dió prueba en su tiempo de una vasta lectura y de un hondo conocimiento de los libros sagrados estudiándolos en las lenguas griega y hebrea. Buenaventura Suárez, autor del conocido «bienario perpetuo,» cuya primera edición es de Lisboa, adquirió por sí mismo, en los claustros de Córdoba y en los bosques silenciosos del Paraguay, conocimiento profundo en las ciencias matemáticas aplicadas á la astronomía, dejando pruebas prácticas de su capacidad en los quómones solares con que decoró los patios del colegio en donde pasó (obscuro y desdeñado de los suyos) la mayor parte de su vida manteniendo comunicación epistolar con afamados astrónomos de su tiempo.

Cuando se conozcan mejor que hoy los hechos que honran á los americanos, se colocará á Suárez al lado de Franklin, entre aquellos que por un amor innato á la naturaleza y una propensión imperiosa del espíritu hacia la investigación de sus leyes, cultivaron las ciencias exactas sin maestros y sin más auxilio que la inspiración propia.

El astrónomo del pueblo de San Cosme no mereció estímulo ni ayuda de ninguna especie de parte de la comunidad que ilustraba con sus tareas. Vióse en la necesidad de construir los instrumentos de observación con sus propias manos, empleando las maderas tersas y consistentes de los bosques vírgenes, en aquellas piezas que requerían bronce ó platina para recibir las delicadas graduaciones conque se miden las distancias entre los astros

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y se señala su paso por el meridiano. Los que tenían caudal de sobra para abastecer con profusión sus sacristías con los más ricos vasos de oro y plata, y para vestir de tisú de seda á los indios á quienes hacían desempeñar el papel de Alcaldes y Regidores de burlescos cabildos, no se movieron á solicitar de Europa los instrumentos más indispensables para el observatorio astronómico del meritorio Suárez. Hablamos siguiendo el testimonio de D. Felix de Azara, quien en «sus viajes á los pueblos de las misiones del Paraguay,» describe de pasada los instrumentos de madera á que nos hemos referido, relegados en su tiempo entre los trastos inútiles acumulados en los graneros y desvanes de aquellos colegios. (1)

A las márgenes del Pacífico existió otro americano de cuyas observaciones astronómicas se aprovecharon las academias francesas-Bugeaud y La Condamine-para rectificar la carta geográfica de la parte de América que recorrieron con ocasión de medir un grado del meridiano terrestre en los valles de Quito. Es este, D. Pedro de Peralta, hermano del décimo obispo de Buenos Aires, hombre de vastos conocimientos, de una actividad mental de que hay pocos ejemplos, que leía y escribía en siete idiomas tanto antiguos como vivos, y que entre sus numerosas producciones dejó una historia general de España y un poema èpico de veinticuatro cantos consagrados á la historia del Perú.

Por no apartarnos más tiempo del objeto principal de estos renglones, no continuaremos bosquejando las notables fisonomías de esta galería numerosa de sabios y de literatos que brillaron, y aún no se han eclipsado del todo en la memoria de las generaciones actuales, apesar de las nieblas que les rodeaba en los tristes tiempos que alcanzaron, y del desdén con que vulgarmente se les mira.

Sin dejar de ser exactos y veraces los colores con que quedan pintados el mal gusto, el apasionamiento de las ideas en los escritores envueltos en los mantillas coloniales, es justo reconocer, que gracias á la buena índole y á la generosidad de la raza americana, se siente uu progreso lento pero efectivo en las producciones intelectuales, á medida que caduca el siglo XVIII y nos acercamos al actual.

El Mercurio Peruano, que, no ha mucho se ha reimpreso por

(1) Véase Viajes inéditos de D. Felix de Azara, párrafos 149 y 155 publicados en esta Revista del Rio de la Plata.

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