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mis noticias, vió la luz en las páginas de esta REVISTA, en el año 1888-89, y fué escrita por mi difunto amigo el Dr. D. Félix Figueredo. Acopio estos pormenores para poner de relieve que las biografías de los revolucionarios, con el material que V. conocía y tenía á mano en la época en que las compusiera, pudieron ser más numerosas, más ricas en datos, más exactas y fieles; y, al propio tiempo, para que conste que V. utilizó documentos sobre la Revolución, impresos en 1878 y aún después. En la carátula de su obra magna y capital, se lée: «Comprende hasta 1878»; y en el Prólogo de la misma, que si fué escrito en 1878, ó antes, debió corregirse ó ampliarse en epílogo ó en apéndice, para que concordase con todo el texto y no estuviese, como está, en abierta contradicción con esas pecadoras biografías de insurrectos, en el Prólogo, digo, el cubano que ha podido consultar los documentos que antes he enumerado, con otros semejantes y que he omitido, escribe estas palabras: «Esta necesidad se hacía sentir tanto más en Cuba, país sin ayer, y que por lo mismo NO PRESENTA EN SU HISTORIA HERÓICOS HECHOS ni rasgos de gran trascendencia que eternicen su nombre»...... Y aunque más adelante (pág. II) agrega V. que Cuba, «sin los requisitos para producir guerreros, produjo guerreros,» no parece referirse á los hombres del tiempo épico, como llamó Aurelio Mitjans á los hombres de la década revolucionaria, sino á Ezpeleta, Zarco del Valle y Zayas, generales del Ejército Español en tiempos pasados. De todos modos, siempre queda en pié la rotanda negación de que en la historia de Cuba no se hallan hechos heróicos. Y esta afirmación, hecha por un cubano, por un erudito que refiere sucesos posteriores á 1878, es inexplicable é injusta. La rotunda afirmación, contradictoria é ilógica; el pasaje en que V. declara (Prólogo citado, pág. III,) que «la gloria del destructor, por grandes que fueran las razones para destruir, debía ceder ante la gloria del que construye, y á esa clase pertenece la mayoría de los cubanos ilustres;» el tono casi airado conque V. aconseja á sus compatricios (Epílogo de Los Crímenes de Concha) que abandonen y desechen las «desastrosas ideas separatistas que solo traen frutos de perdición;» me llevan á suponer que los revolucionarios cubanos inspiraban á V. dudosa simpatía, ningún afecto y poquísima admiración. Con esta suposición podría explicarse la tibieza, desorden, confusión y descuido conque han sido escritas las biografías de los revolucionarios, que tan gran contraste forman con las biografías de los

ilustres constructores de todas las gerarquías, escritas por V. con deleite y ardor. Pero como la explicación no equivale á justificación ó disculpa, sean cuales fueren sus simpatías personales ó sus principios políticos, como biógrafo cubano, y dados los materiales de que V. disponía, era necesidad ineludible emplear mayor escrupulosidad, mayor interés y un espíritu más imparcial, en la composición de las biografías de aquellos compatriotas, que harto merecen, por lo menos, el respeto y la consideración de propios y extraños, amigos y adversarios.

Paso á aducir las pruebas de mi primera proposición.

Biografia del General José Antonio Maceo.-Es, como todas, muy sucinta. Prescindo de yerros menores; de que, aún refiriéndose V. á Baraguá, omita mencionar las numerosas acciones y combates en que ganó fama de valeroso y sagacísimo guerrillero, y cuidado que había tela por donde cortar, pues el General Maceo asistió á cerca de 400 funciones de guerra. La gran inexactitud consiste en que V. atribuye al General José Antonio Maceo lo que aconteció á su hermano el Coronel José Maceo. Este, según expresó categóricamente en carta que insertó La Tribuna (de Madrid, dirección de D. Rafael M. de Labra), no fué hecho prisionero, como V. afirma de su hermano el General, desventura que jamás le aconteció,-y sí engañado y, con dolo, conducido á la Península, por cierto que su fuga á Gibraltar y más luego su permanencia en Francia, dieron margen á que el diputado O'Kelly, el célebre corresponsal del New-York Herald, diera nobilísimo testimonio de su afecto á la gente de la Mamby Land, y á que Mr. Ferry propinase una lección de circunspección y discreción al Ministro de Estado de la Madre Patria.

Biografia de D. Domingo Goicuría.-Demasiado incompleta como revolucionario de 1868. No alude V. á su participación en la aventura de Walker, á quien cita en la biografía de Ramón Ignacio Arnao. Y Goicuría, que acabó rompiendo ruidosamente con el aventurero norte-americano, fué el proveedor de la empresa y jefe invasor que dejó imborrables recuerdos de su paso por Nicaragua. Representó allí papel más conspicuo que Arnao. Aquella aventura es un capítulo curioso de la historia del sentimiento separatista. Antes de 1878 existían crónicas escritas por autores cubanos y centro-americanos.

Biografia de Ignacio Agramonte.-No fué de los primeros en secundar el alzamiento de Puerto Príncipe, que se llevó á cabo

contra su opinión, por creerlo prematuro. El alzamiento del Príncipe tuvo lugar el dia 4 de Noviembre de 1868, y no el 1o, como V. afirma. Bonilla, Bagá y Sabana Nueva apenas si tienen importancia en la hoja de servicios del General Agramonte. Jamás atacó á Puerto Príncipe, aunque asistió al cañoneo de dicha ciudad á las órdenes de Quesada, como tampoco es exacto se apoderara del barrio de la Caridad. Nunca actuó como General en Jefe. Cierto es que murió en el combate de Jimaguayú, el 11 de Mayo de 1873 y no el 19 de Julio, como V. escribe. Usted, que niega en el Pròlogo que haya hechos heróicos en la historia de Cuba, omite en la biografía de Agramonte la acción, que vale una epopeya, en que rescató al General Julio Sanguily. La omisión es imperdonable porque en la obra de Zambrana, (La Repùblica de Cuba, pág. 108), en un párrafo elocuentísimo, se describe aquella pasmosa hazaña. Es cierto que V. cita el hecho, sin darle importancia, en la biografía de Sangaily, cuando correspondía incluirlo en la biografía del que concibió y llevó á cabo el brusco, incomparable y gloriosísimo ataque.

Biografía de Carlos Manuel de Céspedes.—Céspedes no se apoderó de Yara, de Yara salió derrotado y dispersa su bisoña hueste; tampoco se batió en Baire ni en parte alguna, pues no dirigió personalmente ninguna función de guerra. La suposición de su hijo, esto es, el suicidio, está comprobada históricamente.

Biografia de Máximo Gómez.-Omite las numerosísimas acciones, combates y batallas que dirigió este superiorísimo estratégico Aunque se le otorgó el nombramiento de General en Jefe, no quiso desempeñar, por circunstancias especiales, tan elevado y difícil

cargo.

Biografia de Policarpo Pineda. (Rustán).-Mulato, natural de Guantánamo. Se sospecha que por sus venas corría sangre india. Es inexacto que se acogiese á indulto alguno. Murió en el campo insurrecto, cuando iba á ser sometido á un consejo de guerra por insubordinación para con el General Gómez. Es agravio á la memoria de un hombre leal á la fe jurada decir, como V. afirma de él, que muerto Mármol, Rustán «volvió contra los cubanos sus armas.» Si V. mismo anota el hecho, en la biografía de Céspedes, de que los insurrectos decretaron la abolición de la esclavitud ¿cómo pudo consignar después que Rustán se sublevara «proclamando la libertad de los negros?» El mulato Doroteo, de Cienfuegos, á quien Rustán reconoció como Emperador, es una

patraña fraguada probablemente en la redacción de La Voz de Cuba. Y para no entrar en pormenores acerca de aquel soldado rudo, sanguinario, de poderosos instintos y de hazañas que crispan, concluiré diciendo que como el gobernador de Guantánamo, mucho antes del grito de Yara, le hiciese aplicar 50 azotes por mano de verdugo, él se vengó del ultraje azotando con un látigo al mismísimo gobernador. Este debe ser, seguramente, el tendero abofeteado á que se V. refiere, siguiendo á La Ilustración Americana.

En la biografía de D. Arsenio Martínez Campos, entre otras inexactitudes, estampa V. las siguientes: «expulsó á Máximo Gomez de Jiguani,» «ganando las acciones de Río Abajo contra 1.500 insurrectos, de Bruñi contra 1.800, del cafetal «Dos Amigos,» Guantanamo, contra 1.700, capitaneados por Gómez, Guillermón, Maceo, Rustan, Prado y Colombo.»-La batalla de las Guásimas, en que se reunieron más fuerzas insurrectas que en ninguna otra, no vió reunidos más de 1.200 cubanos. Esta afirmación, que puedo demostrar cumplidamente, es el primero y más poderoso argumento en contra de lo aseverado por Vd. Martínez Campos no expulsó á Gómez de Jiguani; el termino expulsión no puede aplicarse á los cubanos en una guerra de la índole especialísima de la que sostuvieron durante diez años. Lo que ocurrió en aquella época y en aquellos lugares fué algo muy distinto de lo que usted refiere. En Río Abajo no hubo uno sino varios combates, durante tres días consecutivos, entre las fuerzas que regía Valmaseda y las fuerzas reunidas de Bayamo, Tunas, Holguín y Jiguaní; después de estos tres días de combates, librados en Río Abajo, Modesto Díaz invadía el territorio de Bayamo y Gómez el de Jiguaní. El resultado de esos combates de Río Abajo fué la caida de Valmaseda, que vió desbaratados sus proyectos de exterminar la insurrección, ya que, antes de que atravesara las Tunas, á sus espaldas, en los territorios que creía pacificados, renacía prepotente la guerra. Y lo mismo podría decir de Charco Azul, Bruñí y Dos Amigos, que corresponden al mismo período de la campaña y son etapas que marcan un movimiento de enérgica reacción en las fuerzas insurrectas del departamento oriental.

Ahora bien, mi distinguido amigo, si Vd. no sacó de las publicaciones insurrectas todo el material que abundantemente le ofrecian hasta 1.878; si en caso de duda, que era legítima, por no estar depurados los hechos, tampoco adoptó el procedimiento equi. tativo y adecuado á quien no pone ni quita rey, citando textos de

libros y periódicos españoles y cubanos; sinó puso empeño en componer biografías de insurrectos según los datos que habían dado á la estampa los mismos insurrectos y sus cooperadores, ya que prescinde de ellos, ó los involucra y desfigura; si en algunas biografías, como creo haber demostrado, el dato parece recogido en las columnas de los periódicos reaccionarios y en armonía con el espíritu que los inspiraba, declaraba V. en 1878 que no hay en la historia de Cuba hechos heróicos. ¿cómo no justificar todo lo que apunté en el párrafo en que me referí á las biografías de los revolacionarios? ¿Podría Vd. citar las fuentes cubanas en que bebiera la mayoría de esas noticias? Es cierto que yo no podría probar en que números de La Voz de Cuba cosechó Vd. tantas inexactitudes, pero La Voz de Cuba, en este caso, es algo más que el diario que fundara Gonzalo Castañón y dirigiera Rafael de Rafael, es el papel simbólico, el periódico típico, el órgano fidelísimo del motin, del incondicionalismo, el creador de la patraña, que de una derrota hacía una victoria, de un puñado de insurrectos hordas incontables, si audaces, siempre castigadas, y esto en proporción tan enorme, que un soldado se bastaba para derrotar un escuadron de revolucionarios. Esas derrotas de cubanos, que Vd. enumera como lauros en la biografía del General Martínez Campos, son datos recojidos en los órganos del incondicionalismo. Y es lo cierto, mi distinguido amigo, por circunstancias que he explicado en los Episodios de la Revolución Cubana, que en la guerra de Cuba sucedía todo lo contrario de lo que propalaban los diarios reaccionarios; los cubanos, cuando igualaron en número á sus enemigos, jamás fueron derrotados; en muchos combates, siendo los ménos los cubanos, inferiores en armamento é inferiores aun por otros motivos, obtuvieron señaladísimos triunfos; y transcurrido el período de la iniciación en un arte que, como el de la guerra, les era absolutamente desconocido, no hubo un solo caso en que hubiese que deplorar un descalabro, como se hallasen reunidos y debidamente armados 500 de nuestros compatriotas.

De buen grado multiplicaría las consideraciones que me sugiere el yerro del Diccionario en lo que hace á las biografías de los revolucionarios, pero las omito para ceñir este apéndice al objeto que lo motiva, á la demostración escueta y concisa de lo que yo he afirmado y V. ha tenido á bien impugnar ó contradecir.

No hallo el lugar en que categóricamente afirmara que el Diccionario es obra crítica, opinión que V. combate y que yo, dejan

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