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CAPÍTULO IX.

SUMARIO

Prestigio histórico de las Órdenes monásticas en Filipinas.-Origen de este prestigio en indios y españoles.-Necesidad de los Religiosos para la conservación de la conquista.-Los PP. Marín y Alvarado. -Los Religiosos embajadores á China, Méjico y España -Intervención de los Religiosos en la gobernación de los pueblos.—Las últimas y mal pensadas reformas les arrebatan esta intervención.-Consecuencias.-Los españoles las primeras víctimas El Capitan Roig y Venancio Concepción. - Inutilidad de los esfuerzos de las autoridades para desprestigiar á los Religiosos. -El General Ríos, último Gobernador General español en Filipinas.— Testimonios de D. Tomás Comyn y Jagor.—¿Las Corporaciones Religiosas fueron la causa de la pérdida de Filipinas?-- Cargos y acusaciones generales y particulares.-Contestación á éstos.—Retana y las Rebeliones en Filipinas

Siempre fueron respetados los Religiosos hasta de los mismos bárbaros de las selvas del Norte y de los infieles é idólatras de todas partes. La mortifidación, la austeridad, la santidad de vida, el desinterés y la abnegación que distinguen al Religioso del viajero, del comerciante y del conquistador, no han pasado nunca desapercibidas hasta de los más rudos salvages. La resignación evangélica para sufrir y padecer trabajos, incomodidades, desprecios y malos tratos por servir á

sus semejantes, les ha enaltecido á los ojos de la humanidad, haciéndoles objeto de una veneración profunda y sincera. Esto que la historia nos enseña y el sentido común confirma, y hemos demostrado en los capítulos primeros, dió á los Religiosos de los primeros siglos la no pequeña influencia que ejercieron en la cultura de los pueblos bárbaros de las selvas germánicas. La abnegación y el sacrificio fué el origen de la veneración y respeto del cual emanó como consecuencia natural, la sumisión y obediencia. Además de estos principios generales consignados y comprobados en la historia, hubo en Filipinas otros particulares no menos poderosos y decisivos.

Legaspi, propuesto por el P. Urdaneta para General de la armada, no solo estaba obligado á dicho Religioso por este motivo, sino que tambien necesitó de sus conocimientos cosmógraficos y ciencia naútica para dirigir la expedición hasta el puerto de Cebú. En esta isla, como antes en las Marianas, y despues en todas las demás en donde era necesaria la presencia del Religioso para calmar los ánimos, hacer á los indígenas deponer la actitud hostil ó rebelde, empleó Legaspi, como emplearon despues todos sus Sucesores, el prestigio é influencia de los Religiosos, no solamente para entenderse con los indígenas y entrar en tratos con ellos, recabando su obediencia, sumisión y vasallage, sino que tambien para apaciguar las discordias surgidas entre los mismos expedicionarios; para someter las rebeldias de los díscolos y traerles á la obediencia y á la disciplina. Legaspi se sirvió tambien de los Re

ligiosos como de comisionados para dar cuenta á Su Majestad el Rey del éxito de la expedición, de los paises descubiertos, de su posición geográfica, habitantes, costumbres y del porvenir que prometían; y por cierto que el P. Urdaneta, comisionado al efecto llegó á Madrid muy oportunamente para confundir con la verdad de los hechos al impostor y ambicioso Arellano, que recababa para sí la gloria que de hecho correspondía al P. Urdaneta y por derecho á Legaspi; y de rebatir las especies calumniosas propaladas contra este prudente Gobernador; y para disipar las prevenciones que iban abriéndose paso y tomando cuerpo en la opinión pública y en los Consejos de la Corona contra aquella empresa tan felizmente comenzada. Religiosos fueron tambien los que llevaron á Filipinas la aprobación y confirmación del nombramiento de Adelantado para Legaspi, y las mercedes y encomiendas para los de la expedición que más se habían distinguido. Un Religioso, el P. Gerónimo Marín fué el que salvó la colonia, cuando batido Limahon en Pangasinan, rebelados los reyezuelos Lacandola y Soliman; pusieron en grave aprieto á la naciente conquista. No atreviéndose el Gobernador á dividir sus escasas fuerzas para batir en detall y en particular á los tres enemigos; pudo Limahon preparar su fuga. y los reyezuelos disponerse para embestir á Manila Estaba difi>> cultoso el caso y muy temerosos los de Manila. En fin >se determinó el P. Fr. Gerónimo Marín á entrarse por «medio de los enemigos y aquietarlos con buenas › razones si pudiese, Pues cuando no salíase con la em

>presa, solo se perdería su vida, y saliendo con ella se aseguraba todo» (1).

El intrépido Religioso fué recibido con benevolencia por Lacandola, é invitado á tomar asiento á su lado y acompañarles á comer, pues llegó á la hora de hacerlo. Con dulzura, con alhagos y exhortaciones logró la sumisión de Lacandola, consiguió que rompiera los compromisos con raxa Soliman y le acompañase á Manila, seguro de que sería bien recibido por Legaspi. Convencido Lacandola, se avino á razones con los suyos, que depusieron las armas é imploraron del Gobernador el perdón, que les fué concedido. «Ladia Soliman que era el otro >cabecilla de la isla, de nada se satisfacía, porque á la » verdad, no le desviaban de los nuestros quejas que >> tuviese, sino mala voluntad y natural oposición que > tenía. Y así levantándose de la conversación con des>abrimiento, se fué con toda su gente armada á otro >> pueblo donde le parecía que estaba más seguro». (2) Partió el joven y bravo Salcedo con el P. Fr. Gerónimo Marín para verse con Lacandola y convenir en el modo, forma y tiempo de ajustar las paces. «Y cuando llegaron á tierra hallaron que desde la playa hasta > las casas de Lacandola estaba la gente armada con > lanzas, paveses, arcos y flechas, dejando una sola ca>lle por donde pasase el Maese del Campo. En tomando tierra se llegó á los indios-el P. Marín-y quitán>> doles las armas de las manos les hacía pedazos los

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(1) P. Grijalba. Crónica de S. Agustín. Libro III, capítulo 31, pág. 152.

(2) P. Grijalba loc. cit.

» arcos y las flechas con tan grande señorío como si los » tuviera rendidos y él fuera el vencedor».

*.....Con esto se partió el Maese de Campo á la >> Pampanga..... y Lacandola con el P. Fr. Gerónimo Marín á Manila donde fueron muy bien recibidos del » Gobernador; y Lacandola tan bien despachado, que >> Ladia Soliman, el otro cabeza envió á llamar al Pa>dre Fr. Gerónimo Marín, el cual fué y vino, hasta que > efectuó tambien estas paces». (1)

He aquí un Religioso árbitro de la paz y de la guerra, el cual para salvar á sus hermanos y la independencia de la nueva colonia expone su vida á grandes peligros, no disuadiéndole de su noble empresa ni el temor á la muerte, ni las razones de sus hermanos para impedirla, ni las súplicas de los mismos á quienes pretendía salvar con el sacrificio de su vida. ¿No es este tambien un motivo poderoso de gratitud y reconocimiento generador de respeto, veneración y prestigio en los mismos españoles? Pues considerando el desenfado, la libertad, la seguridad del buen efecto con que el P. Marin se acerca á los indios armados que daban guardia á Lacandola; les arrebata las armas de la mano; hace añicos sus arcos y flechas sin que un solo indio proteste y menos se resista; y hasta el mismo reyezuelo presente humilde sus excusas, significan un ascendiente superior, sobrenatural sobre los indígenas todavía infieles.

Los españoles admirados de la santidad de vida,

(1) P. Grijalba loc. cit.

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