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Por todo lo cual creemos oportunísima y muy útil su publicación, V Emma. Rvma, no obstante en su alto criterio resolverá lo más conveniente.

Dios guarde á V. Emma Rvma. m. a,

Valladolid 25 de Marzo de 1901.

Dr. Fosé Hospital

Dean del Cabildo Metropolitano.

Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de esta Archidiócesis.

ARZOBISPADO

de

VALLADOLID

8 de Abril de 1901.

Por el presente, y por lo que á Nos hace, concedemos nuestra licencia al Reoerendo P. Fr. Eladio Zamora, de la

Orden de S. Agustin, para que pueda publicar su obra titulada Las Corporaciones Religiosas en Filipinas como elementos de paz y de cultura en atención á que habiendo sido examinada por el M. J. Sr. Dean de nuestra Santa Iglesia Metropolitana Dr. Don José Hospital, no contiene, según la censura, cosa contraria ad dogma católico y sana moral, y es muy apropósito para dar á conocer los beneficios que reportan á los pueblos las Comunidades religiosas.

El Card. Arzobispo.

Por mandato de Su Emma. Rvma. el Card. Arzpo. mi Señor.

Lic. Daniel de la Cruz,

Secretario,

PRÓLOGO

Hace más de un siglo que sin interrupción vienen siendo las Corporaciones monásticas de Filipinas el blanco de los ataques injustificados de personas desconocedoras del país; de sectarios, que á falta de hechos y de pruebas, han abusado de la innoble arma de la calumnia; de ambiciosos insensatos que arrastrados por loca pasión han llegado hasta negar su fe y traicionar á su patria; de verdaderos aventureros que escudados con un empleo oficial no han reparado en la licitud de los medios, para hacer rápidas fortunas; sin que hasta ahora las Ordenes Monásticas hayan salido á su defensa, dejando en manos de Dios la justificación de sus actos; y presentando á la faz del Universo su historia inmaculada grabada en los añosos troncos de los árboles del bosque filipino; en los sólidos muros de los edificios públicos; en las calzadas, escuelas, puentes y en todo lo que en el país hay de ciencias, agricultura é industria. Pero en estos últimos tiempos se ataca á las Ordenes Monásticas de Filipinas, no por lo que son y han sido, sino por lo que significan y representaban en aquel remoto Archipiélago; en ellas se ataca á la Religión y á la Patria, y creemos un sagrado deber salir á la defensa de estos dos grandes principios implantados y sostenidos por las Corporaciones religiosas en aquellas numerosas islas.

Aunque escasos de luces y de datos, acometemos esta empresa confiados en que detrás de nosotros vendrán otros con más aptitud, datos y pruebas, que ampliarán y completarán este trabajo insignificante nuestro, y pondrán al alcance y á la vista de todo el mundo las glorias inmarcesibles de las Ordenes monásticas, las cuales nunca serán oscurecidas por la ignorancia, por la pasión, por la calumnia, ni por algunos defectos particulares, pues así como las pequeñas nubecillas errantes por el azulado firmamento no pueden empañar los esplendorosos rayos del sol ecuatorial, tampoco los pequeños defectos del individuo pueden mancillar la honra indiscutible é inmaculada de la colectividad monástica. Este ha sido nuestro propósito y solo por intentarlo creemos merecer bien de las personas honradas,

UNIV. OF

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CAPÍTULO I.
IF

Sumario.

Introducción; breve reseña sobre el origen de las Órdenes monásticas.—Las Órdenes religiosas como elementos de cultura. - Edad antigua.--Edad media. —Edad moderna. –Su difusión por el mundo.

"Innegables é inmensos son los servicios que han pres"tado las Órdenes religiosas á la sociedad y á la Iglesia. "Obra suya ha sido en gran parte la civilización europea: "por muchos siglos han sido esos hombres los únicos edu"cadores, los únicos agricultores y los únicos letrados. Y "hasta en mucho la misma Iglesia era, digámoslo así, tri"butaria suya,,.

DR. JULIO Didiot
"El Estado Religioso,,

Por medio de la educación é instrucción de los pueblos venimos en conocimiento del grado de cultura y civilización de sus habitantes. La historia nos enseña que allí, en donde no hay instrucción, ciencia, artes, religión y moral, allí tienen su imperio la barbarie, los instintos salvajes, el lenguaje tosco, los usos y costumbres groseros; es decir, el estado salvaje, la vida de las selvas, la degradación del hombre, la abyección, la ignorancia, la ausencia total de sentimimientos humanos. Desde el momento en que aparece en la historia la estirpe humana podemos observar este hecho, comprobado con el contraste que presentan á nuestra consideración los pueblos antiguos.

Las más bellas regiones del Asia que fueron cuna del généro humano; lo fueron también de las primeras naciones civilizadas. Allí florecieron los primeros imperios, de que hace mención la historia, y allí también se ensayaron los elementos primitivos de la Agricultura, de la Astronomía y de la Filosofía. Babilonios, Asirios, Caldeos, Persas, Indochinos, Egipcios, Griegos y Romanos, Hebreos y Chinos son los pueblos de la antigüedad que la historia nos presenta como cultos y civilizados. Del progreso y cultura de los primeros dan testimonio las soberbias ruinas de Ninive y Babilonia. Los Persas tuvieron á Zoroastro, que en su Zead-Avesta gravó la civilización de su patria. Admira á los sabios modernos la sublimidad de la moral de los libros Vedas y sus dos grandes poemas épicos, el Ramagan y Maharabat. La sabiduría de los Egipcios ha sido celebrada hasta en los libros santos, y sirvió de estudio y modelo á la Grecia, que la comunicó después à Roma y esta al resto del mundo conocido y por ella dominado. En sus célebres misterios, reunión de hombres distinguidos por su saber, fueron iniciados Pitágoras y otros Griegos, que de ellos sacaron los gérmenes de sus sistemas filosóficos; y en ellos aprendieron cuanto la ciencia había descubierto hasta entonces sobre los fenómenos celestes y las leyes de la naturaleza. Si juzgamos á esta nación por sus canales de riego, por sus enormes pirámides, por sus templos, por sus obeliscos por sus ruinas, diríamos que fué ya en la antigüedad una nación de gigantes.

El pueblo hebreo, predilecto de Jehová no puede

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