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saber de boca de la Reyna la causa de no haberlas concluido. Si el Rey hubiera procedido en esto menos escrupuloso, quizas aquel reyno no hubiera despues mudado de partido. Con tanto, siguio su camino para Madrid á 1703 donde llegó dia 17 de Enero de 1703.

Las cosas del gobierno corrian no poco turbias por la ambicion de los dos ó tres partidos que se habian formado para apoderarse cada uno de sus riendas. El Cardenal Portocarrero, D. Manuel Arias y las hechuras de ambos tiraban de un lado: la Ursinos, organo por quien se movia la Reyna, tiraba de otro, auxiliada del Conde de Montellano, todo de su devocion y afecto: el Cardenal de Estrées, recienvenido embaxador de Francia, cuidaba derribarlos todos, encaninando sus miras á que nuestro gabinete se sujetase al de Francia, siendo Francia nuestra defensa contra tantos enemigos. Por otra parte el Almirante de Castilla (ultimo en esta dignidad) D. Juan Tomas Henriquez de Cabrera Conde de Melgar y Duque de Medina de Rioseco, habiendo sido despojado del puesto de Caballerizo Mayor por intriga de Portocarrero, y nombrado embaxador en Paris para separarle de la corte, se desnaturalizo de España, se pasó á Portugal y se declaró por el Archiduque. Añadiose á esto una nueva causa de desabrimiento en pueblo y Nobleza. La Real

Hacienda se veia tan aniquilada como en los tres reynados anteriores. Pues cómo habia el nuevo Rey de sostener una guerra necesaria, que no podia dexar de ser porfiada y peli→ grosa, sin caudales extraordinarios ? Por disposicion pues de Portocarrero estando aun el Rey en Italia, vino de Paris Mr. Orri, hombre versado en el ramo de Hacienda, para poner en orden la de España. Luego reconocio que la causa primera de su atraso eran las enormes usurpaciones de unos y otros, en especial los Señores, los quales ocupaban bienes inmensos mal adquiridos por mal enagenados de la corona. Arrogose un poder absoluto sobre los otros Ministros, y con él res tituyó al Real Patrimonio infinitos bienes que varios poseían sin otro titulo que la posesion, acreditada por el tiempo y tolerancia. Con esto no hizo mas que cumplir lo que los Reyes Catolicos habian dexado mandado á sus herederos y succesores. Por este justo procedimiento se fue Mr. Orri malquistando con los poderosos. Aun el mismo Destrées hablaba mal de su severidad y entereza en recobrar las enagenaciones antiguas y cerrar la puerta á las nuevas. A pesar de todos los injustos detentores, hizo Mr. Orri mandase el Rey que quantos poseyesen fincas enagenadas de la corona, presentasen los titulos de egresion y justificativos ante una junta nombrada para

exâminarlos, en la qual habia jueces por el Fisco y por las partes. Hizose justicia á todos, restituyendo sus titulos á los interesados, y á la corona los bienes mal adquiridos. Por tan justo medio hubiera convalecido la Real Hacienda en necesidades tan urgentes: pero los más de los Señores evadieron de producir titulos por medio de mil efugios, siendo la verdad el que nunca los habian tenido. Aun ahora seria muy util á S. M. y vasallos renovar estas ordenes (y las renovó Felipe V. en su rénuncia de la corona de España año de 1724.) con que se reintegrase la Real Hacienda de los bienes extraviados sin buen titulo.

Mientras los aliados caminaban con prosperidad en Italia y Flandes, el Rey de Portugal se habia entibiado mucho en su alianza, sin embargo de que su embaxador en Madrid D. Diego de Mendoza, y en Lisboa el Almirante de Castilla le fatigaban á menudo para que moviese contra España como los otros aliados. Suponiendo D. Pedro que aquella no era guerra justa, escribio al Emperador y á la Reyna de Inglaterra, que por la liga firmada el año precedente no era su voluntad obligarse á sus articulos sino solo en defensa de su reyno; y que ni aun queria dar paso por él contra España ni contra otra Potencia. Por tanto, que esta era una simple neutralidad

que no debia turbar la armonia y comercio. con nadie. La Reyna Ana y los Holandeses oyeron con indiferencia al Portugues, porque su pesca debia ser por mar, y no tenian. el mayor interes en que fuese neutral ó encmigo de Castilla. Bastabales que en sus piraterías hallasen abrigo en los puertos de Portugal. No asi el Emperador. Viendo fluctuante al Portugués, le envió por embaxador extraordinario al Conde Vosteinck, armado de quantas persuasiones é impertinencias pudieron ocurrirle. Molestó con importunaciones al confesor del Rey, á varios Grandes, y á quantos podian auxiliarle. Por fin, sacó el fruto que solicitaba. Representó á D. Pedro, que por quanto comenzar la guerra contra España por Extremadura, era herirla el corazon mucho mas que por otra parte, si asi lo executaba, los aliados se lo tendrian á gran favor y servicio, en agradecimiento del qual le cederian la Extremadura y la Galicia luego que las conquistase; y demas, Buenos-Ayres en America. Añadio, que la guerra sería á costa de los otros aliados, aunque Portugal pusiese en campaña 200 hombres; de lo qual se le seguia el beneficio de guardar su erario, y exercitar su tropa.

Lo mismo repetian al Rey el Almirante Cabrera, su sobrino D. Pasqual Henriquez, el Conde de Corzaną su primo, los Jesuitas

Casnedi, y Cienfuegos (que despues fue Cardenal á ruego del Emperador), y otros de su familia, Sugerianle que la conquista de España costaria poco, no solo porque carecia de fuerzas para tantos y tan poderosos ene→ migos, sino tambien por el inmenso numero de parciales que la Casa de Austria tenia entre la Nobleza y pueblo. Pero con todo, no faltaban otros que desaconsejaban la guerra; y quizas hubieran vencido, á no ser por una carta que de Madrid escribio al Rey el emba→ xador Mendoza. Era este un hombre bullicioso é inquieto, enemigo de la paz, y mas ene migo de los Españoles: pero muy amigo de novedades, de apacentarse de vanas espe→ ranzas, y de meter á su Rey en empeños superiores á sus fuerzas. Leyose la carta en una junta particular nombrada para este negocio, á la qual fueron convocados Vosteinck y demas embaxadores de las Potencias aliadas. En substancia decia

"Que España se hallaba en el estado mas "deplorable para sostener guerra, sin armas, "sin tropa, sin dinero. La nobleza vilipen"diada, y tan desabrida como los pueblos. "El palacio Real y los Ministros divididos en "facciones. Los Franceses odiados hasta del "misino Cardenal Portocarrero. El Rey sin "hallar uno de quien fiarse. Aragon agravia"do de no haber Felipe querido concluir las

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