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valor exaltado por la lealtad y por el entusiasmo de una causa, de igual manera está pronto á derramar hasta la última gota de su sangre antes de permitir que la más mínima porción de estos vastos territorios sea usurpada á la Corona de España. Los primeros en dar un ejemplo de esto serán el Cabildo de Buenos Aires, encabezado por su distinguido general don Santiago Liniers, á fin de probar á toda costa su lealtad y decisión en continuar fieles á su rey y señor.

Dios guarde á Vuestra Excelencia muchos años.
Buenos Aires, abril 20 de 1808.

No pudo ser más terminante y más proporcionado al modo cómo había sido provocado, el rechazo que experimentaron las pretensiones del regente. Sin embargo, éste, no desistió del todo de sus proyectos de dominación americana, aunque dándoles un curso distinto y abandonando los resortes de la fanfarronería y la amenaza por los de la seducción y de la intriga.

En efecto, sea arrastrado por la tenaz ambición que la corte de Portugal siempre había mantenido en las orillas del río de la Plata, ya sin protección ni posible auxilio de parte de la corona de España, sea llevado por la influencia que en Río Janeiro ejercía sin contrapeso el representante diplomático de Inglaterra, al cual interesaba la apertura de los puertos del Plata al comercio británico, el hecho es que el regente trató de seguir adelante en sus miras, procurando la adhesión de las autoridades de Montevideo á sus designios y llevando á aquel punto débil del virreinato sus atrevidos manejos.

Para conseguir resultados, envió el secretario de estado Souza Coutinho á Montevideo, al mariscal de campo don Joaquín Javier Curado, para que estudiara de cerca el movimiento separatista allí provocado por el

LIMITES.-T. II

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gobernador Elio, en rivalidad y lucha abierta con el virrey Liniers, y aprovecharlo en favor de las pretensiones de su amo y señor el regente don Juan.

La acción de Curado, en medio de la lucha desgraciada que sostenían entonces las dos autoridades enemigas entre sí del Río de la Plata, el gobernador de Montevido y el virrey de Buenos Aires; sus trabajos para alentar la disidencia entre ambos y preparar las voluntades en el sentido de sus designios; los pasos que para este objeto diera durante su detenida residencia en Montevideo; lo que hizo ó dejó de hacer en el buen cumplimiento de su misión, ha quedado, puede decirse, en el misterio, y los historiadores que de ello han tratado, buscando en las crónicas de esos tiempos datos sobre el particular, nada afirman al respecto, sorprendidos de la cautela con que el agente de Río Janeiro se condujo, sin dejar huella de su paso ni señal de sus movimientos ni recuerdo de sus discursos en esta ocasión.

Aunque el virrey Liniers afirma, en su informe de gobierno dirigido al Rey, en 10 de julio de 1809, que Curado tuvo parte principal en la tenacidad con que el gobernador de Montevideo se resistió á todo avenimiento con la autoridad de Buenos Aires, no cita hechos concretos que respondan de su afirmación ni documentos. en que se haga alusión ó haya quedado constancia de ellos, que seguramente el Virrey no habría dejado de citar, al poder hacerlo y á manera de preciosos elementos de ataque y de defensa, en la situación en que se hallaba colocado, cuando el citado oficio dirigía.

Al retirarse, sí, de Montevideo y desengañado seguramente de los templados esfuerzos que había hecho allí para congraciarse el afecto y la adhesión que había bus

cado en la población y en las autoridades, el agente Curado dió muestras francas del objeto de su misión, dirigiendo al virrey una enérgica nota en que se le exigía la entrega inmediata de la Banda Oriental del río de la Plata, al Brasil.

El virrey Liniers dió toda la importancia que tenía al agravio, según se ve por la comunicación que en seguida dirigió á la esposa del regente, con la cual, como luego veremos, estaba en directa correspondencia, y de que recordamos el siguiente párrafo:

<Después de haber permanecido más de dos meses en la plaza de Montevideo sin ningunas credenciales de V. A. R. las acababa de recibir por conducto del Ministro de Relaciones Exteriores, don Rodrigo de Souza Coutinho, en que se adelanta á hacerme unas propuestas tan atentatorias al derecho natural y de gentes, y tan contradictorias con lo que se digna V. A. R. comunicarme, que sin este apreciable requisito hubiera tomado semejante insinuación por una formal declaración de guerra; pero de dos cosas me persuado, ó Don Joaquín Javier obró por instrucciones anteriores á las ocurrencias del día, ó tomó sobre sí un procedimiento tan intempestivo; por cuyo motivo, y por otros de su facilidad en dar crédito á unas congeturas tan atroces como infundadas sobre mi lealtad, me obligan á contestarle que puede seguir su determinación de retirarse, no queriendo entenderme más que con V. A. R. directamente, ó con otros de sus súbditos menos fáciles de preocuparse de ideas falsas é injuriosas á un jefe cuyo acrisolado honor y probidad no necesitan más apología que sus propios hechos».

Con la intimación de Curado puede decirse que tuvieron término las pretensiones del regente don Juan para

agregar a sus dominios brasileños los que en el continente eran de la corona de España; pretensiones que, por otra parte, alentadas al principio con entusiasmo por el representante de Inglaterra en la corte de Rio Janeiro, no lo fueron del mismo modo en segnida, en razón de los cambios políticos que se habían operado en Europa, y que convertido habían á la España, de enemiga que antes era de Inglaterra y de Portugal, en aliada de ambos reinos, cuyos intereses con los de ella se confundian.

Pero lo que principalmente debe ser considerado como razón que influyó en la corte de Rio Janeiro ó, mejor dicho, en el príncipe don Juan, es la separación de intereses que entonces existían dentro de la misma familia reinante, entre el regente y su esposa, que no solamente aparecían por entonces separados de alma y de lecho, sino arrastrados el uno contra el otro por ambiciones políticas que se contradecían y se dañaban recíprocamente, combatiéndose y debilitándose en el mismo terreno que era teatro de ellas.

Como bien se ha dicho por los historiadores que de este punto han tratado, había entonces dos políticas en la corte de Rio Janeiro, la del príncipe regente don Juan y la de su esposa doña Carlota Joaquina de Borbón, cuyos principios eran distintos, cuyos objetivos eran diversos, cuyos procedimientos eran extraños los unos de los otros, y cuyos ajentes activos, en el Plata y otros lugares de América, eran del todo diferentes. Esas dos políticas estában, relacionadas con la región del Plata á que más directamente se dirigían por la época a que nos vamos refiriendo, y que, segun la frase de conocido autor, eran informadas por el deseo de doña Carlota de venirse al Rio de la Plata, y la de don Juan, de llevarse

el Rio de la Plata á Rio Janeiro. Veremos en el párrafo siguiente, con las particularidades necesarias, desarrollarse las pretensiones de doña Carlota Joaquina en el vastísimo campo de sus operaciones.

III

DE LOS PLANES DE CARLOTA JOAQUINA DE BORBÓN PARA CORONARSE REINA DE AMÉRICA

Era la hija mayor de Carlos IV y esposa del regente de Portugal, mujer de ambición y de intriga, que mal avenida con su esposo, no sabía como dar vuelo á estas condiciones de alma y de carácter dentro de casa, por falta de campo donde desarrollarlas, si le estaba negada la entrada en las cámaras reservadas de la corte á que pertenecía y todo allí se hacía sin ella y lejos de ella; de suerte que tan pronto como el fatal destino de su hermano don Fernando VII arrastróle hasta Bayona y le privó de la corona, ella vió su camino abierto y lanzóse por él, haciéndolo servir como de canal de salida á sus pasiones duramente comprimidas por largos años de aislamiento y de contrariedades de toda especie.

Abandonar aquella corte paupérrima y vergonzante de Río Janeiro, compuesta de hombres llegados allí por la casualidad, sin dignidad y sin nobleza, como que el representante de Inglaterra los había traído y los mantenía como escondidos y para el uso oportuno de sus planes políticos; de aquella corte en que ella nada era ni nada podía ser, si todo le parecía aborrecible y de

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