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tivo un sistema, que conciliando las opiniones contradictorias, evitase diferencias tanto más funestas, en las actuales circunstancias, cuanto provinieran de personas constituidas en dignidad y comando. El fiscal entonces protestó de hecho de quererse resolver, en junta política, de unos despachos procedentes de un gobierno que se dice supremo y soberano de la nación, negocio que por prescripción expresa de las leyes corresponde tan sólo al real acuerdo.

» Al parecer, unos y otros temían los males de una ruptura y anhelaban los beneficios de cualquier pasajero avenimiento. En este estado, el Presidente interrogó á Goyeneche acerca de su modo de pensar. Este dijo que en el caso se consideraba implicado y que difería y se adheriría en un todo al parecer de un varon tan docto, piadoso y apacible como el prelado de Charcas, quien, lo esperaba, sabría interponer bondadosamente su mediación para transigir la dificultad, así como, con tan suaves y eficaces modos, acababa de apaciguar el conflicto.

>> Tras la modestia de Goyeneche sobrevino la persuasiva del arzobispo. Discurrió sobre el tópico de que, así el tribunal regio como los vasallos del distrito, tenían ya jurado, por su señor natural y legítimo soberano, al desposeído joven que al mismo tiempo reinaba en todos los corazones; que estando este hecho inamovible y feliz cabalmente dentro del orden de todas las leyes y constitución de la monarquía, la novedad relativa á la Junta no era en rigor jurídico una novedad, toda vez que dicha Junta patriótica, en su gestión oficiosa y de pura necesidad al frente del enemigo, no se apartase del dicho orden establecido para el régimen y gobierno de la monarquía y de estos dominios, y si antes bien propen

diese al más pronto y seguro restablecimiento del rey que todos reconocemos y deseamos, etc.

> Habiendo obtenido tácito asentimiento unánime esta

opinión, á propuesta del arzobispo, convínose por todos bajo palabra de honor, en un absoluto sigilo acerca de lo que había ocurrido. En segundo se pusieron de acuerdo en cuanto á quedar advertidos los circunstan tes de secundar con su influjo y ejemplo la cobranza de una derrama general por la patria. No se estampó diligencia formal de obedecimiento á la soberanía de Sevilla ni de su reconocimiento de su representante. Consignóse en el acta lo que sigue:

»Después de enterados de todo lo relativo á la comisión del citado señor Goyeneche, acordaron seguir como hasta aquí sin la menor novedad lo que las leyes prescriben y mandan para el buen orden del gobierno y recta administración de justicia, único modo de mantener y conservar en circunstancias tan críticas la integridad, subordinación y dependencia de estos dominios al señor don Fernando VII (que Dios guarde) á quien acaban de jurar por su Rey y Señor Natural, á virtud de cédula expedida al efecto por el Supremo Consejo de Indias; estando además á las observaciones de cuanto en su real nombre la referida Suprema Junta (de Sevilla) les advirtiese con arreglo á los mismos y á los indicados objetos.

» Confusos los oidores tras el desmán inaudito y compresible del regente, satisfecho Goyeneche del silencio que á los demás ministros había impuesto el desacato de su amenaza, devuelta á la reunión la calma que tanto deseaban los tres iniciados en la intriga carlotina, expresó Goyeneche que el capitán de una fragata de guerra de S. M. B. recién anclada en el puerto de Montevideo

á virtud del armisticio, había autorizadamente puesto en manos del señor virrey unos pliegos, y pedido además á Goyeneche que se hiciera cargo de traer otros dos con destino á personas de esta ciudad. Aunque ajeno de su comisión, agregó, habíase prestado á este acto de comedimiento. Y puso encima de la mesa dos pliegos cerrados, con sobrescrito, uno para el presidente y otro para el arzobispo.

» Los destinatarios abrieron los paquetes y declararon su contenido. Consistía en unos manifiestos del príncipe regente de Portugal residente en el Brasil, y de los infantes de España en aquella corte, doña Carlota Joaquina de Borbón y don Pedro Carlos del mismo apellido. Eran referentes al protectorado que ejercería aquella hermana de Fernando VII, ó sea á la tenencia y gobierno de estos países durante la cautividad de su legítimo dueño y señor natural el rey de España é Indias. El arzobispo abrió, además, una carta muy afectuosa que de puño propio le dirigía dicha real señora, y acto continuo prometió que haría pública la respuesta.

» Cogidos de improviso los oidores por esta novedad, é hincándoles apenas todavía como una espina el despe cho de su actual amedrentamiento, no hubieron de caer en la cuenta del flaco que por este lado descubrían sus adversarios, ni mucho menos calcularon el daño inmenso que por ahí causarles pudieran, suscitando en su contra el popular recelo y la astucia de los doctores. En este estado, y diciendo que el acusado nada tenía que leer en esos papeles sino sus dueños, se disolvió la reunión».

Hemos transcrito íntegramente la descripción de la reunión de la Audiencia de Charcas, á pesar de lo larga y minuciosa, por el interés de todos sus detalles y darse cuenta en ella del hecho principal á que dieron lugar

las gestiones de la princesa en el Alto Perú, así como por la influencia que tuvo en adelante en el pronunciamiento de la independencia del país, acentuando de modo definitivo la discordia que desde entonces fué viva é irreconciliable entre las autoridades de la provincia de Charcas y que tanto debía influir en adelante en su situación politica.

Como se ha visto, el representante y comisionado de la princesa del Brasil, no obtuvo en el desempeño de sus activos oficios todo el resultado que esperaba. Si es verdad que consiguió de las dos autoridades, la civil y la eclesiástica, la adhesión franca á los proyectos de la real señora, de mejor manera que en otras provincias americanas, en cambio, el obstáculo opuesto por la audiencia impidió el sometimiento verdadero á la nueva soberanía que pretendía imponerse, quedando así todo envuelto en la penumbra de las ilusiones, de las esperanzas y de los proyectos.

Goyeneche, aunque atendido y agasajado, en los días que siguieron á la tumultuosa reunión de la Audiencia, por el gobernador, el arzobispo y el círculo numeroso de personas que rodeaban á uno y otro y que llegaron á constituir en Charcas y otros puntos un verdadero y numeroso partido carlotino, no avanzó más en el desarrollo de su misión, y aunque por ese tiempo escribía á sus agentes en Río Janeiro, Cortes y Cerdan, los más halagadores conceptos sobre su situación, hubo de despedirse de sus grandes y buenos amigos, el gobernador y el arzobispo, para seguir camino de La Paz, sin avanzar más allá de esta mezquina situación en que dejaba los asuntos de su real señora y encumbrada pretendiente.

En La Paz, por más que también fué recibido con todos los agasajos que en Charcas no se le habían mez

quinado, no fué tampoco más adelante de esta situación incierta y penumbrosa, y de allí pasó á Arequipa, su ciudad natal, para permanecer en el centro de su posición y de sus influencias de fortuna y de familia, al servicio del virrey de Lima, que más tarde habría de utilizar su título de brigadier de los reales ejércitos, que la Junta de Sevilla le había concedido, en ahogar en un charco horrible de sangre y de personales venganzas, el pronunciamiento patriótico en favor de la independencia del Alto Perú, que tuvo su primer bautismo de sacrificio y de muerte en la ciudad de La Paz, y que arrojó un velo negro sobre la vida y la memoria de Goyeneche.

Las gestiones de Carlota Joaquina en el Alto Perú para hacerse reconocer como soberana de las provincias americanas, no ofrecen al historiador otros sucesos dignos de recordarse y que expliquen sus mezquinos resultados, que el de la actitud recalcitrante que la Real Audiencia continuó asumiendo en presencia del arzobispo Moxó, del gobernador Pizarro y del mismo virrey Liniers, á quienes en oficio dirigido á la soberanía de la península, con fecha 7 de febrero de 1809 y en el cual narra lo sucedido en la histórica sesión que hemos descrito, afea la conducta de aquellos y pide para cada uno de ellos una eficaz sanción de sus malos procedimientos.

V.

LOS CARLOTINOS DE CHILE

No fué más afortunada la Princesa del Brasil en sus persuasivos trabajos para que en Chile se aceptaran sus pretensiones.

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