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gos por los cuales se participaba la exaltación de José Bonaparte y se exigía para él la obediencia de las autoridades de Nueva España.

» Llegó á Veracrúz, dice el autor citado, el bergantín Centinela, por el cual recibió el virrey comunicaciones de Murat, dándose á conocer por lugar teniente general del reino, las cuales el virrey quemó por su mano en el salón de su palacio, delante de varios jefes, y dejó por varios días la ceniza para que todos la viesen. Algún tiempo después arribó al mismo puerto la goleta francesa de guerra Vaillante, procedente de la Guadalupe, conduciendo un pliego del Ministro de Relaciones Exteriores del imperio francés, fecho en Bayona en 17 de mayo y dirigido al intendente general de la Veracruz (empleo que no existía), por el que se le comunicaba el llamamiento al trono de España de José Napoleón, se confirmaban en su nombre todas las autoridades, aun las eclesiásticas, y se le encargaba la custodia de estos dominios, haciéndole responsable de la obediencia y quietud de ellos. La llegada de este buque causó un motín en Verracrúz, pues el pueblo creyó que había venido en él don Miguel José de Azanza, que fué virrey de México, y era actualmente ministro del rey José, y que estaba oculto en la casa del capitán de puerto don Ciriaco de Cevallos, quien por otros motivos era aborrecido, y en esta ocasión su casa fué invadida y saqueada, perdiéndose las cartas que tenía trabajadas para el depósito hidrográfico de Madrid, y á duras penas pudo salvar su persona en el castillo de Ulúa, de donde pasó á los Estados Unidos, habiendo sido necesario que el cura sacase el Santísimo Sacramento para sosegar la asonada, con cuya demostración y un aguacero que oportunamente cayó, se disipó el pueblo, que quería matar á

Cevallos y á los franceses venidos en la goleta. La correspondencia venida por este buque tuvo la misma suerte que la recibida por el Centinela, habiendo sido quemada por mano del virrey; pero cuando éste fué preso, se halló entre sus papeles el nombramiento que le mandó Murat y que no quemó con lo demás, sin duda por tener esta carta á ese palo...>

Puede decirse, en vista de la anterior, que los planes del Emperador para subyugar la América y que no se perdiese para la soberanía de España, sufrieron un fracaso completo. En los tres puntos principales á que sus agentes se dirigieron, pudieron éstos comprender que todo podría lograrse de los súbditos de la corona allende el océano antes que la aceptación de la usurpación. La locura fernandina habíase allí apoderado de todos los ánimos por un doble sentimiento, de compasión inmensa por las desgracias del monarca destronado y de tremenda indignación contra el autor de tamaña desgracia. El amado Fernando, el adorable Fernando, el mejor de los príncipes, el más amable de los reyes, eran las expresiones con que en boca de todos se hablaba del cautivo de Valencey. Y todavía, el mónstruo de la Europa, como se llamaba á Napoleón, pretendía que la América se le sometiese. No se podía haber escogido un momento mas desgraciado para que tal empresa tuviese el buen resultado que el Emperador se proponía y creía fácil de conseguir. Así sus previsiones y sus cálculos sobre la fácil conquista de España comenzaban á fallar y á obligarle á concentrar en este punto de la Europa la atención que repartía sobre el mundo entero.

VI

DEL PROYECTO DE NAPOLEÓN PARA INDEPENDIZAR

LA AMÉRICA

El emperador resolvió, pues, cambiar de plan respecto de la América, que de la manera dicha se negaba á aceptar la imposición.

Era indudable que, si este continente era hostil al imperio de Bonaparte, llegaría á convertirse en apoyo y fuente poderosa de recursos para los que en España ya levantaban la bandera de la rebelión, reuniendo en las ciudades del mediodía numerosas partidas de resistencia; por lo cual debía pensarse en aislar á la Península de sus dominios de ultramar, pero de modo que aquélla y éstos se hostilizaran mútuamente y aun se comprometieran en guerra abierta, si posible era.

No se estimaba imposible, ó muy difícil, realizar esta idea, por la creencia que había en Francia, de que existía en América un fuerte y numeroso partido por la independencia del continente, que ya había conseguido su objeto en los Estados Unidos, y que no esperaba tal vez sino un momento oportuno y la ayuda necesaria para levantar la bandera de la autonomía continental, en todas partes.

Las predicaciones del general Miranda al través de las cortes de Europa en busca de socorros para la revolución de Venezuela; la abortada sublevación de Tupac Amaru, que sin duda había dejado en el Perú, según se imaginaba desde lejos, un grueso sedimento revolucionario; el alzamiento de los socorreños de Nueva Granada

contra las contribuciones que pretendiera imponerles Pineres y que había sido manifestación clara de que la sumisión impuesta á esos pueblos no era ley que no pudieran desobedecer ni yugo que no quisieran sacudir; la conspiración de Gual y de España para levantar á Caracas, y otros sucesos que en muchos puntos habían tenido lugar, hacían creer en la realidad de la existencia de ese partido, de esa fuerza política que en todas partes luchaba ahogándose, pero esperando la hora de la expansión violenta, que cualquier suceso extraño podía provocar y hacer incontenible.

Esa misma oposición que los emisarios del Emperador habían encontrado en el pueblo, que no en las autoridades, para aceptar un rey extranjero, pero poderoso, como José. ¿No era talvez una prueba de que la América española, como lo había conseguido la América inglesa, no deseaba otra cosa que la autonomía y la independencia?

Decidió el Emperador, con estos antecedentes que obraban en su ánimo, la independencia de la América española, y se puso á la obra, enviando á varias partes emisarios con instrucciones detalladas acerca de los procedimientos que emplearían para cumplir con la voluntad de Su Magestad Imperial; los cuáles harían su labor bajo la dependencia de un comisionado general que recibiría órdenes directas de la superioridad y la daría cuenta y noticia al propio tiempo de la marcha de los

sucesos.

Nada puede dar idea más clara y completa sobre el particular que las mismas instrucciones enviadas al respecto á Mr. Desmolard y que aparecen firmadas por José Napoleón.

DOCUMENTO

Instrucciones

El único objeto, en los momentos actuales, debe ser persuadir á los criollos de que Su Magestad Imperial y Real no tiene otro fin en dar la libertad á la América española, sumida en la exclavitud hace tanto tiempo, sino el de obtener por precio de tamaño favor la amistad de los habitantes y el libre comercio con los puertos de ámbas Américas, y el de independizar la América española de la Europa. Su Magestad ofrece todos los auxilios necesarios de tropas compuestas de valerosos guerreros, respecto á lo cuál se ha entendido Su Magestad con los Estados Unidos del Norte de la América. Cada comisionado ó agente en jefe se contraerá á conocer el distrito en que lo fije su misión, así como el carácter de sus habitantes, con los cuales no experimentará entences dificultades en la elección de las personas más propias para recibir las instrucciones necesarias con el objeto de captarse la afección del pueblo y hacerle conocer todas las ventajas de la independencia; le hará observar que las inmensas sumas que van á consumirse en Europa, circularán entonces en las provincias de la América, y aumentarán sus recursos, su comercio y su prosperidad; y por último, que sus puertas se abrirán á todas las naciones. Se apoyarán en la ventaja que debe proporcionar la libertad de la agricultura y del cultivo de todos los objetos actualmente prohibidos por el gobierno de España, como el azafrán, el vino, las aceitunas, el lino, el cáñamo, etc.; los beneficios que alcanzarían del establecimiento de manufacturas de toda especie, de la abolición del monopolio sobre el tabaco, la pólvora y las estampas, etc. Para alcanzar su objeto con más facilidad y por estar civilizada la mayor parte de esos pueblos, los agentes procurarán agradar á los gobernadores, intendentes, curas y prelados; no economizarán dinero ni me

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