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marítima de la Inglaterra y uno de sus hombres de mar más atrevidos y felices.

La vida y hechos de sir Francis Drake son, en efecto, el compendio de las hazañas, que en Inglaterra eran estimadas como tales, de esos caballeros del mar que en todos los puntos del globo sostuvieron la influencia política y militar de la Gran Bretaña y paralizaron las fuerzas de sus enemigos, manteniéndolos, particularmente en América, á la defensiva de sus intereses, atacados en todo momento en sus puntos más débiles y lejanos, sin que sus expediciones audaces pudieran contenerse de manera regular, ordenada y eficaz.

Honrado y glorificado por el Gobierno y por el pueblo, su ejemplo fué seguido por cien otros que se lanzaron por las rutas que él había abierto, ansiosos de conquistar igual fortuna y hacerse dignos de los mismos honores. El puerto de Plitmouth continuó siendo, después de él, el punto de partida de los capitanes de mar que aparejaban sus barcos con el propósito de ir á conquistar para la Inglaterra países lejanos que aumentaran su poderío, ó con el de ir á enriquecerse llevando el comercio de contrabando á aquellas tierras mal guardadas, ó de saquear y robar simplemente á los galeones españoles que traían metales y especias de América á la Península ó llevaban de aquí allá mercaderías de tráfico entre la madre patria y sus colonias. Tachadas de irregulares y de inmorales, como parecían en realidad, estas expediciones por los que eran sns víctimas, sin embargo, ellas, por sus resultados, llenaban y cumplían un alto objeto internacional, arruinaban á la España y engrandecían á la Gran Bretaña, debilitaban á aquélla y mostraban la fuerza y el vigor de ésta. Se puede decir que la Inglaterra, por medio de aquellos filibusteros,

corsarios y piratas, mantuvo lejos de su territorio su poder marítimo contra sus tenaces enemigos durante los tres siglos en que los conflictos del continente le obligaron á vivir casi en permanente guerra contra España, Francia y otros países, sin los enormes sacrificios de dinero y de sangre que éstos se vieron obligados á gastar contra ella.

Los americanos, por otra parte, si es verdad que eran las víctimas de las hazañas de los filibusteros, aprendieron al propio tiempo de ellos las ventajas que podía proporcionarles el comercio libre de sus productos. La naturaleza no había cerrado el mar que esos hombres recorrían y por el cual venían hasta ellos. Como en anterior capítulo lo hemos dicho, meses y años pasaban sin que los agricultores é industriales americanos pudieran enviar á la Península los productos de su trabajo, por la falta absoluta de buques de transporte, cuando á sus caletas solitarias llegaba el filibustero con su barco cargado de mercaderías y entablaba relaciones con los habitantes y cambiaba con ellos sus efectos de comercio. Si la España no era capaz de mantener á menudo ese género de relaciones con sus posesiones de ultramar, ¿por qué las condenaba á la estagnación y la miseria, impidiendo un género de tráfico que otros hombres les ofrecían de la manera más liberal y justa?

El obscuro hacendado colonial que veía los frutos de su trabajo destruirse por el tiempo en el repleto granero y que carecía de los elementos más necesarios para la vida, porque todo tráfico y todo comercio se hallaban suspendidos en meses y años, ó que al fin y después de eterna espectativa se veía obligado á realizar en las más bajas condiciones, se hacía esta reflexión y miraba el vasto horizonte del mar donde se divisaba la vela

lejana del filibustero que podía traerle una esperanza reparadora de salvación, y cuyas relaciones de comercio, en medio de las sombras de la noche, eran la única puerta por donde podía escapar á la ruina y á la

miseria.

Por grandes que fueran entre los colonos las preocupaciones sociales contra aquellos hombres audaces, de procedimientos terribles en sus venganzas y de sentimientos informados por principios religiosos que condenaban sus almas á las maldiciones del cielo, la idea del propio interés y de la justicia que lo amparaba estaba en favor de ellos, y hacía sentir á las víctimas del monopolio comercial á que la América se hallaba sometida, con toda la energía de las reivindicaciones de la naturaleza, la necesidad de un cambio de situación, que al no ser satisfecho, tomaría el carácter de una verdadera rebeldía contra quienes lo negaban, contra toda razón y todo derecho.

Las expediciones de los filibusteros ingleses y de otras naciones, prepararon en este sentido, de una manera eficaz y cierta el sentimiento de la independencia de la América española, engendrando una de sus principales causas. La América, hemos dicho en otra parte de este libro, era como una especie de isla, separada del resto del universo y aislada de su trato y relaciones por ese mismo mar que sus dominadores aprovechaban para mantenerla en su triste condición. De este modo vivía casi en situación parecida, por lo que respecto á dicho trato, á la en que estaba en las épocas anteriores al descubrimiento. Pues bien, esas expediciones le señalaron el único camino que podía tomar para salvarse, la buena ruta abierta á sus esperanzas de mejoramiento, el único y vasto campo de acción por donde

podría estrechar la mano de los demás hombres y vivir con ellos, según los principios que la naturaleza imponía como leyes á la humanidad para mejorar y prosperar. De esta suerte, puede bien decirse que la Inglaterra ejerció sobre la América, durante la época de su colonización por España, una acción eficaz y constante que preparó su emancipación y la impulsó de modo cierto para la consecución de este hecho transcendental en la historia del mundo.

III

DE LAS CONQUISTAS DE LA INGLATERRA EN AMÉRICA

Pero esta acción de la Inglaterra por medio de sus expediciones marítimas, no solamente tuvo una influencia comercial y limitada á este objeto en las posesiones españolas americanas, sino que también dió un resultado distinto y más positivo y permanente, como fué el de la conquista definitiva de algunos de los territorios que los filibusteros visitaban en sus atrevidas expediciones y de los cuales llevaban á la Gran Bretaña conocimientos exactos sobre su importancia, geografía, riqueza y facilidad de apropiación por la corona,

No tienen otro origen las conquistas del Canadá, la Luisiana, la Florida, Honduras, Jamaica, la Guayana, Trinidad, las Malvinas, etc., que al fin y después de siglos de tenaz atrevimiento quedaron de su dominio y le dieron en esta parte del mundo un imperio tan vasto casi como el de Portugal y de la España en estas regiones.

Fué, en efecto, uno de esos aventureros del mar, el veneciano Juan Cabot, que había fijado su residencia en Bristol con toda su familia, quien descubrió el Canadá y dió á la Inglaterra su primer título á la posesión de dicho territorio, que haría valer en seguida para adquirirlo y dominarlo.

Impresionado por los descubrimientos de Cristóbal Colón, se presentó él en la Corte de Enrique VII, con un proyecto para buscar por el noroeste un pasaje para las regiones orientales del Catay, y obtuvo del rey una comisión por la cual se le autorizaba á tomar tres bageles de la marina real y navegar con ellos sobre todos los mares y someter á la autoridad de Inglaterra las tierras que descubriese, reservándose como premio de sus trabajos la quinta parte de los provechos de la expedición, con la obligación de volver al puerto de Bristol á dar noticias y rendir cuentas de lo que descubriera.

Una antigua relación de dicho viaje, que se atribuye á Purchas, dice:

«El año de gracia de 1497, Juan Cabot, veneciano, y su hijo Sebastián, partieron de Bristol con una flota inglesa y descubrieron esta tierra que nadie hasta entonces había conocido, el 24 de junio, á las cinco de la mañana. Ellos la bautizaron con el nombre de Prima Vista, porque fué la primera que divisaron. Llamaron á la isla situada en frente del Continente, Isla de San Juan, porque llegaron á ella el día de San Juan Bau

tista».

Esta tierra era la del Labrador. Cabot la recorrió hasta el cabo Florida, entablando relaciones con los naturales, recogiendo minuciosos datos sobre sus riquezas, la abundancia de sus frutos, animales y peces, que eran de mucha variedad é importancia, y volvió en

LÍMITES.-T. II

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