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había dado á las colonias inglesas, y que por esa asistencia pagaría la América del Sur á la Inglaterra la suma de treinta millones de libras esterlinas. Se propondría una alianza defensiva entre la Gran Bretaña, los Estados Unidos y las naciones que se formaran en la América del Sur, y por la cual se asegurarían á la Inglaterra grandes ventajas en el comercio de los países que se libertaran. A los Estados Unidos se les cederían las Floridas y á los mismos y á la Inglaterra todas las islas españolas, exceptuando solamente la de Cuba. Este documento fué firmado en París el 22 de diciembre de 1797.

Miranda partió á Londres con esta comisión, y el proyecto encontró buena aceptación en el Ministro Pitt. Sus proposiciones estaban en armonía con los planes del Ministro inglés, de hostilizar á la España en sus posesiones ultramarinas. Así fué que pronto estuvieron ajustadas las condiciones del referido pacto, y el general Miranda llegó á halagarse tanto con ello que en el mes de abril de 1798 escribía á su amigo Mr. Halmilton (el legislador de los Estados Unidos): «Parece que el momento de nuestra emancipación política se acerca, y que el establecimiento de la libertad sobre todo el continente del Nuevo Mundo nos es confiado por la Providencia. El único peligro que preveo es la introducción de los principios franceses que envenenarían nuestra libertad en su cuna y acabarían por destruír bien pronto la vuestra». Y luego, en otra carta agregaba: «Vuestros deseos en alguna manera se han realizado, pues se ha convenido aquí que no se empleen en las operaciones terrestres otras tropas auxiliares que las americanas franqueadas por vuestro Gobierno, mientras que las fuerzas marítimas serían puramente inglesas. Todo está

LÍMITES.-T. II

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allanado y se espera solamente el fiat de vuestro ilustre Presidente para partir como el rayo».

La proposición hecha á los Estados Unidos era que aquel Gobierno suministrase 10,000 hombres, obligándose la Inglaterra á dar buques y el dinero necesario. Pero el Presidente Adams defirió su respuesta, á pesar de las instancias de los amigos de Miranda, y el plan por este motivo quedó pospuesto.

A principios de 1801, durante la administración de Lord Seymouth pudo Miranda hacer que se volviera otra vez la atención sobre sus proyectos, y aun se llegó á tomarlos seriamente en consideración, cuando el tratado de Amiens vino á resolver las dificultades entre la Inglaterra y la Francia y á imposibilitar por el momento toda hostilidad declarada de una potencia contra la otra, cual sería la empresa que el venezolano intentaba llevar á cabo.

Pronto, sin embargo, en 1803, fué otra vez declarada la guerra á la Francia y se creía entraría por parte de esta potencia la España; lo cual hizo que el proyecto de Miranda volviera á entrar en las ideas del Ministerio inglés. En 1804 quedó, como se preveía, interrumpida la paz con España, y Mr. Pitt, otra vez en el poder, comisionó á Lord Melville y Sir Home Pophan para arreglar con Miranda los procedimientos de la empresa. Dificultades diversas, con todo, siendo una de ellas y la principal los empeños contraídos por la Inglaterra con motivo de la tercera coalición europea, obligaron á ésta á dejar todavía á un lado el proyecto.

Miranda dejó entonces de insistir cerca del Gabinete inglés, y decidió tentar fortuna en otra parte. Antes de dejar la Inglaterra, obtuvo, sin embargo, de Pitt una declaración de que, por parte de éste, si no tomaba in

terés activo en el proyecto, impediría, al menos, que cualquier cuerpo de tropas francesas ó españolas pasase el océano para oponerse á sus proyectos.

Los compromisos entre Miranda y Lord Melville y Sir Home Pophan produjeron, á pesar de todo, dos resultados de gran importancia para la independencia de la América, cuales fueron el apoyo que al fin consiguió Miranda para expedicionar desde las posesiones inglesas sobre la costa de Venezuela y la expedición de Pophan sobre Buenos Aires. En dichas conferencias, Sir Home Pophan pudo convencerse de la posibilidad, ó mejor diremos, facilidad, para llevar á cabo en momento oportuno esta expedición y asegurar con ella una posición favorable al comercio de la Inglaterra, y ayudar al propio tiempo á Miranda á que hiciese igual cosa por su parte y en armonía con sus proyectos de independencia de la América. Estas dos expediciones fueron llevadas á cabo casi simultáneamente, según lo veremos en seguida.

VI

LA EXPEDICIÓN DE MIRANDA SOBRE VENEZUELA

Dejó Miranda, como hemos dicho, la Inglaterra, y se dirigió á los Estados Unidos, donde con la ayuda de personas de valer y de fortuna, pudo organizar una fuerte expedición..

<< Efectivamente, dicen Baralt y Díaz en su Historia de Venezuela, el coronel W. Smith reclutó hasta doscientos jóvenes de buenas familias, entre los cuales se hallaba un hijo suyo, y Mr. Odgen, mercader de Nueva York,

y puso á la disposición de Miranda dos corbetas armadas en guerra y además fusiles y municiones de todo género en gran copia. Uno de estos bageles se hallaba á la sazón en Santo Domingo y debía reunirse á la expedición en aquel mismo punto; lo cual importaba al general tanto más cuanto que era el mejor de ellos y montaba treinta cañones, poco más ó menos. Pero la fatalidad que seguía obstinadamente los pasos de Miranda, no le abandonó aquí; antes bien, ya próximo á conseguir sus deseos, vino un nuevo contratiempo á embarazar su logro.

» Y fué que el embajador español, noticioso de estos aprestos, reconvino de connivencia al gobierno de los Estados Unidos; y éste no contento con negar el hecho, ordenó que se formase causa á los dos súbditos suyos favorecedores de la empresa. Mas el jurado absolvió á los acusados, apesar del empeño que tomó el Gobierno de hacerlos condenar; empeño tanto más injusto, cuanto que quedó probado haber tenido conocimiento de los manejos de Miranda, sin dejar siquiera entrever la más pequeña desaprobación. No una sola vez sino dos se llevó este asunto á tela de juicio; y en ambas fué tan satisfactorio para Miranda el resultado, cuanto que los jueces declararon su empresa digna de aprobación y auxilios. Y eso que el Gobierno, negándose á lo que solicitaban los defensores de Odgen y de Smith, impidió que varios dependientes suyos sabedores del plan y sus preparativos se presentasen á declarar; en lo cual por satisfacer á la Corte de España, no tuvo rebozo el gabinete de Washington en privar á dos ciudadanos respetables de un medio legal de justificación. El ruído de esta causa perjudicó sin embargo á la expedición de Miranda, pues el capitán del bagel que debía reunírsele en Santo

Domingo, se negó á acompañarle, en la duda de que su armador fuese condenado ó absuelto; y el general se vió en la necesidad de contratar en lugar de la corbetas dos goletas pequeñas, que eran sólo transportes.

>> Con ellos y la nave mayor que sacó de los Estados Unidos, sus doscientos jóvenes americanos y pocos hombres más que allegó en Haití, guió á la Costa Firme, creyendo encontrar desapercibidos á los españoles. Mas no fué así. Vasconcellos había recibido avisos del embajador de su nación en Norte-América, y se había prevenido al lance con fuerzas de mar y tierra; por lo que cuando Miranda llegó á las costas de Ocumare el 25 de marzo de 1806, se vió súbitamente acometido por dos bergantines de guerra, que después de un reñido combate, le apresaron las dos goletas, obligándole á huír con la corbeta á Trinidad. Grande alarde hizo de este insignificante triunfo el capitán general. Las proclamas y el retrato de Miranda fueron quemados por mano del verdugo en la plaza mayor de Caracas; su cabeza puesta á talla por treinta mil pesos que debían pagar los vecinos; y más tarde la inquisición de Cartagena le declaró solemnemente enemigo de Dios y del rey, indigno de recibir pan, fuego ni asilo.

Pero, mientras los españoles perdían su tiempo en estas inútiles manifestaciones de odio, solicitaba Miranda en Trinidad el auxilio de las autoridades inglesas y mayormente el del Almirante Alejandro Cochrane, que mandaba la escuadra estacionada en las islas de Barlovento».

Miranda celebró en esta coyuntura con las autoridades británicas una capitulación, en 9 de junio, por la cual se establecía, continúa el historiador citado, «que las provincias que se fueran libertando concederán al comer

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