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fácilmente del Cabo de Buena Esperanza, desalojando de allí para siempre á los holandeses, el año de 1805; y luego no pensó en otra cosa que en realizar su sueño de ir al Río de la Plata y llevar a cabo el proyecto madurado en sus conferencias con Pitt y Miranda en 1793; para lo cual consiguió que Baird le proporcionase parte de sus tropas de desembarco, que puso bajo el mando de Beresford.

VII

DE LA MEDIACIÓN INTENTADA POR INGLATERRA PARA LA CONCILIACIÓN DE LAS PROVINCIAS DISIDENTES DE LA AMÉRICA CON LA MADRE PATRIA.

El éxito poco lisonjero para el orgullo británico de sus dos tentativas sobre la costa firme de Venezuela y el Río de la Plata y los sucesos que habían tenido lugar en Europa, con la invasión del Portugal y de la España por Napoleón, obligaron á la Inglaterra á dar un giro diverso á su acción política en América.

En uno de los capítulos anteriores, hemos visto cómo la corte de Portugal se embarcó en la escuadra británica bajo la protección de Lord Strangford y se estableció en Río Janeiro, á la espera de acontecimientos que le permitieran volver á ver á sus muy leales y amados súbditos, según la expresión consagrada en el lenguaje oficial de esos tiempos.

Desde ese momento, la Inglaterra se constituye en una especie de protector de los intereses sud-america

nos, particularmente en las costas del Atlántico, donde el representante inglés en Río Janeiro, ayudado por las fuerzas navales del Almirante Sir Sidney Smith, de estación en ese puerto, se hace como el centro político de esa parte del continente. Con su anuencia el regente Don Juan se dirige al cabildo de Buenos Aires, intimándole sumisión á su autoridad; ayudada por sus consejos, Doña Carlota Joaquina de Borbón intenta crear un imperio americano y coronarse emperatriz de sus reinos y provincias; agentes ingleses son los que pasan al Pacífico con los mensajes y comunicaciones de la princesa; y es, por fin, el mismo representante de Inglaterra quien, considerando un día peligrosas las gestiones de la corte de Portugal en el Plata y otros lugares, les pone término violento y las desahucia definitivamente. La Inglaterra sigue, al través de todas esas circunstancias una política exenta de marcada hostilidad á España, pero de respetuosa consideración al propio tiempo á las provincias americanas, donde fermenta el germen revolucionario, con el cual simpatiza y al cual ayuda indirectamente. De esta suerte se prepara á recoger el fruto maduro de los acontecimientos que de todas par tes se le ofrece como recompensa de su elevada y dis creta política. Todos los países sudamericanos, á medida que la revolución marcha se adelantan á brindar á Inglaterra las ventajas que el general Miranda pacta con el Lord Cochrane en la Trinidad en cambio de su apoyo para la invasión de Venezuela.

En estas condiciones, la conquista napoleónica de la península y la alianza de intereses entre españoles é ingleses, que debia ser y que fué su lógica consecuencia, colocó al gobierno de la Gran Bretaña en situación privilegiada para intervenir en la lucha pronunciada entre

peninsulares y americanos y asumir la actitud que le correspondía en ella.

El fuego de la insurrección se extendía y desarrollaba y abrazaba casi toda la América española sin que el gobierno de la península pudiera dar otras muestras de poder sofocarlo que el esfuerzo de las autoridades españolas en el continente, ciegamente empeñadas en conservar para la madre patria estas provincias de su imperio, sacando para ello recursos de los mismos lugares en que la lucha se hallaba empeñada.

¿De qué recurso, extraño á sus propias y extenuadas fuerzas, podía valerse la angustiada España, en esta situación, en tan apurado trance, sino del que podía prestarle la generosa aliada que en su propio territorio. combatía á su lado contra la imposición napoleónica; y á quién podían los americanos pedir ayuda exterior en tan desesperados momentos, sino al país que miraba con simpatías sus esfuerzos por constituirse libremente y que á este objeto había venido cooperando eficazmente, ofreciéndoles, primero el libre tráfico de su comercio, por medio de sus expediciones filibusteras, ayudando, en seguida á Miranda en su expedición contra la tierra firme de Venezuela, dando en seguida facilidades para la constitución de un imperio independiente americano, por medio de la princesa de Portugal, é impidiendo, al fin toda acción de la Corte de Río Janeiro contra los patriotas del Río de la Plata?

«Al principio de la revolución de las Américas, dice: un historiador español, al principio de la revolución de las Américas españolas, creyeron algunos hombres de Estado de ambos mundos que una mediación franca, sincera y enérgica de la Gran Bretaña con el gobierno de la Regencia española podía terminar las discusiones

de la España con sus colonias, siempre que á éstas se les asegurase el goce de aquellos derechos que más necesitaban para su prosperidad. Desde los primeros días de su transformación política, pidió Venezuela dicha mediación, y se ofreció por el Gobierno de Su Majestad Británica; pero la Regencia de Cádiz no quiso aceptarla en aquella época, porque juzgaba poder sujetar y castigar inmediatamente á los rebeldes por medio de su rey en comisión. Mas habiéndose extendido la revolución á muchas provincias de América, el Ministro inglés en Cádiz, Sir Enrique Wellesley, insistió en la necesidad de un avenimiento para extinguir la guerra civil entre las diferentes partes de la monarquía española, á fin de que no se distrajeran las fuerzas de la España europea, y que pudiera sostener la terrible lucha contra la usurpación de Bonaparte. El resultado de aquel ofrecimiento fué expedir las Cortes el decreto de 19 de julio de 1811, admitiendo la mediación y fijando las bases indispensables, que debian ser las siguientes >:

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Para que tenga la mediación el efecto deseado, es indispensable que las provincias disidentes de América se allanen á reconocer y jurar obediencia á las Cortes Generales y Extraordinarias y al Gobierno que manda en España á nombre de Su Majestad el Señor Don Fernando VII, debiendo allanarse igualmente á nombrar diputados que las representen en el Congreso y se incorporen con los demás representantes de la nación.

BASE 2.a

Durante las negociaciones que se entablen para efectuar la mediación, se suspenderán las hostilidades por una y otra parte, y en consecuencia, las juntas creadas en las provincias disidentes pondrán desde luego en libertad á los que se hallen presos ó detenidos por ellas como adictos á la causa de la metrópoli, y les mandarán restituir las propiedades y posesiones de que hayan sido despojados: debiendo ejecutarse lo mismo recíprocamente con las personas que por haber abrazado el partido de las mencionadas juntas estuviesen presas ó detenidas por las autoridades sujetas al gobierno legítimo de España, con arreglo á lo que se previene en el decreto de 15 de octubre de 1810.

BASE 3.a

Como en medio de la confusión y desorden que traen consigo las turbulencias intestinas, es inevitable que se cometan algunas injusticias por los encargados de defender la autoridad légitima, aunque estén animados del mejor celo y poseídos de un verdadero amor á la justicia, el Gobierno de España, fiel siempre á la rectitud de sus principios, está dispuesto á escuchar y atender con paternal solicitud las reclamaciones que se le dirijan por los pueblos é individuos de las provincias que hayan sido agraviados.

BASE 4.*

En el término de ocho meses, contados desde la fecha en que empiece á negociarse la reconcilación de las provincias disidentes ó antes de este término (si se pudiese) deberá informarse al Gobierno español del estado en que se halle la negociación.

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