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aquélla los elementos de vida que necesitan sus miembros extenuados, y moderando con esta el espíritu de anarquía que amenaza desde el primer momento malograr los esfuerzos que se habían hecho para su organización democrática é independiente.

Los campos desolados, las poblaciones aniquiladas, la agricultura y el comercio por todas partes destruídos, necesitan desde el primer instante que el capital británico llevado ahí por la iniciativa individual ó por el empréstito público, acudan en su auxilio; y el espíritu de revuelta desnaturalizado por una educación política informada por las ideas desquiciadoras de la revolución francesa, que hacía temer á Miranda por el porvenir de las nuevas nacionalidades, pide al espíritu conservador de la Gran Bretaña un regulador político que modere los ímpetus de los innovadores, lleve la reflexión á las almas agitadas por la violencia y temple en ellas la excesiva energía para las labores de la reconstitución y el gobierno.

Es digno de notarse que no son, en los nuevos países que pugnan por organizarse seriamente, los guerreros y los políticos educados en la escuela de los convulsionarios franceses, que han bebido sus ideas en la filosofía política de los degolladores de reyes y de príncipes y bebido en la fuente envenenada del enciclopedismo francés, los que crean, organizan y dan una forma regular á las instituciones nuevas, sino que son O'Higgins, educado en el comercio de las ideas sajonas, Bolívar que ha encontrado en ellas los elementos fundamentales de su educación moral, y Lord Cochrane, que es el tipo más acabado completo del genio de su raza en la revolución americana, los que, después de luchar en el Norte y en el Sur y barrer el mar de sus enemigos, dejan la única base de

y

estabilidad sobre la cual se establecen en seguida, en medio de violencias y contradicciones de toda especie, gobiernos é instituciones dignos de tal nombre que han de salvar el porvenir de estas repúblicas.

Fuera de estos tres hombres, lo que hicieron los demás, si es obra gloriosa, en las orillas del Plata, del Mapocho, del Rimac, del Guayas y del Orinoco, no es obra de organización estable, de reconstitución política, de gobierno ordenado y progresista; como que al día siguiente de terminada la gran lucha, todo es confusión, desorden y desesperante anarquía fuera del campo de acción en que aquellos tres hombres han gastado sus esfuerzos para crear la América republicana y darle forma y vida propia é independiente.

Hemos colocado al Lord Cochrane entre O'Higgins y Bolívar, aunque la obra de éste fuera limitada al radio de su acción militar únicamente, porque él, después de desaparecer de la escena, dejó formada por su espí ritu una institución defensiva de los intereses que había defendido y que no desapareció con él, cual fué la libertad del mar que había recorrido con sus hazañas, y que una flota instruída en sus deberes supo conservar y guardar enseguida.

No debe sorprender, pues, que una vez restablecida la paz continental, la Inglaterra con su actividad comercial é industrial se enseñoreara, puede decirse de la América; que sus capitales enviados al nuevo continente por los comerciantes ingleses fueran un elemento de vida independiente para la agricultura y la industria de estos países; que sus buques de comercio llenaran los dos mares que lo rodean, trayendo á sus puertos todos los beneficios del libre tráfico, y que sus firmas comerciales se establecieran acá por todas partes, imponiéndose como

los únicos dispensadores del crédito y de la actividad mercantil.

Puede bien decirse que la Gran Bretaña fué, después de terminada la campaña militar por la independencia, un verdadero triunfador en esa lucha. El campo económico quedó de su parte y en él pudo recoger los frutos que su política había perseguido y entrevisto al través de todo género de obstáculos y en medio de todo género de contrariedades.

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LÍMITES.-T. II

CAPÍTULO FINAL

SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN

Hemos visto, al través de las páginas de este libro, á la América como una isla dormida en medio de los mares que la rodean y la aprisionan, y que influencias extrañas á ella, vienen como á despertar, agitar y levantar á una nueva vida, que sus propios habitantes apenas si sospechan en el primer desperezamiento de sus fuerzas, que en seguida miran extrañados y como al través de las nieblas del ensueño, y que al fin contemplan y admiran y luchan por alcanzar como el bien necesario de su existencia.

El largo proceso de la revolución es ese, y si se estudian, como lo hemos hecho en el curso de esta historia, las causas y pasos varios de su tramitación, se ve que el hecho histórico no podría haberse producido de otra manera ni cumplídose por otros medios que los que hemos señalado.

La decadencia económica de la España y su desacertado gobierno político, relajan poco á poco su autoridad allí y le impiden imponerla con el vigor necesario que en los primeros tiempos sostenían su dominación. Al mismo tiempo que sus fuerzas decaen, las de sus colo

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