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en el célebre Carlos Rolín, que como se sabe, son trozos selectos del antiguo testamento: y que á excepción del joven Espulis, de que habló el Sr. Catedrático de Cánones, no sabe de otro que se haya portado mal en el Instituto. Por tanto, y siendo del todo falso que las madres oajaqueñas sean autoras del comunicado de La Antorcha, era de opinión que se denunciase el citado comunicado.

El Sr. Juárez pidió que declarase la Junta si se admitía su proposición, reducida á que se publique esta acta en lugar de la defensa que tuviera que hacer la comisión.

La Junta acordó que se verificase así, con lo que se levantó la sesión.-Florentino Castillo, director.-Benito Juárez, secretario.

Y de orden de la misma Junta extiendo la presente que firmo. Oaxaca, Junio 4 de 1833. -Benito Juárez, secretario.

BRINDIS

Brindis por González Ortega y Comonfort

J..

El 21 de Marzo de 1863, el Sr. Juárez, para celebrar su cumpleaños, dió un banquete á sus amigos más distinguidos y en el cual pronunció este brindis:

Porque después de quemar en Puebla el último cartucho, México se hunda antes que sucumbir al furor de los invasores, y á falta de elementos de guerra, se les persiga y se les destroce con los dientes y con las uñas.

Brindo por los que defienden la independen. cia en Puebla: por los ejércitos de Oriente y del Centro.

Por los generales González Ortega y Comonfort, que miden su espada con el enemigo extranjero ante los muros de Zaragoza.

Por los CC. Doblado, Ogazón, Vidaurri, Garza, Alvarez, Vega y Tapia, que en el interior y en los confines de la República contienen los avances de los enemigos de las instituciones, castigan á los traidores, y de este modo cooperan á

la defensa de la independencia y á la salvación del honor nacional.

Todos contribuyen al triunfo de la causa mexicana, todos son nuestros hermanos, y todos merecen la consideración del Gobierno y de la patria.

Brindis por el general Riva Palacio

En el banquete que el general Vicente Riva Palacio y los jefes y oficiales de su división ofrecieron en el Teatro de Chiarini, de la ciudad de México, el 24 de Julio de 1867 al Sr. D. Beni. to Juárez, éste pronunció el siguiente brindis:

Hay uno de éstos, añadió, en cuya patriótica conducta durante la guerra, figura un rasgo que debo publicar aprovechando esta ocasión, para señalarlo á la imitación de todos los mexicanos. Pero esto me obliga á remontarme á la primera época de nuestra independencia, y á referir otro hecho que marca por decirlo así, la filiación y consanguinidad del patriotismo. Cuando el pueblo mexicano luchaba por sacudir el yúgo del poder español, hubo un hombre que todos recordamos, y cuyo patriotismo y perseverancia han dejado huellas heroicas en las montañas del Sur. Los reveses de la causa nacional habían concentrado en aquel hombre todas las esperanzas de los patriotas mexicanos; era casi su único caudillo, era la encarnación viva de la insurrección decadente. Ese hombre, como lo habréis ya

comprendido, era el general Vicente Guerrero. Las vicisitudes de la lucha trajeron frente á este campeón de la independencia, á otro hombre que después de hacer la guerra á su patria venía á reparar su error, trayéndole la ofrenda de inmensos elementos de poder militar y de prestigio. Guerrero no pensó más que en el trunfo de su causa. Olvidó sus hazañas y sus méritos y sin ocurrírsele siquiera una idea de rivalidad con el jefe recién convertido, le cedió el puesto y ocupó otro en apariencia subalterno, pero en el cual se conquistó los primeros honores debidos á la abnegacion y al patriotismo. Pues bien, señores, nuestra raza no decae; la abnegación patriótica se hace entre nosotros hereditaria; un nieto del inmortal Guerrero, se ha mostrado en la última guerra digno de su ilustre progenitor. En medio de las vicisitudes que sufrió la causa nacional en Michoacán, hubo un momento en que las fuerzas republicanas de aquel Estado desconocieron á su jefe, lo aprehendieron y ofrecieron el mando al general Riva Palacio. Este, para dominar la crisis y conservar un centro de organización entre aquellos patriotas extraviados, permaneció á su cabeza; pero vino el reflujo del buen sentido, el general depuesto recobró su libertad, y entonces Riva Palacio, insensible á las seducciones del mando y sin pensar más que en la deferencia debida al legítimo delegado del gobierno, le repuso en su puesto y fué el primero en prestarle obediencia. He debido hacer pública

mente este homenaje de justicia y elogio al caudillo que nos reune en este lugar, y señalar su patriótica conducta á la imitación de todos los mexicanos.

Señores: brindemos por el general Riva Palacio.

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