La colmena, Volumen3

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Ackermann, 1844
 

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Página 360 - Otros tantos ha, señora, que os tengo dentro en mi alma. Ellos estando en aquesto, el buen Cid que asomaba. — Adiós, adiós, mi señora, la mi linda enamorada, que del caballo Babieca yo bien oigo la patada.
Página 180 - Victorioso vuelve el Cid A San Pedro de Cardeña De las guerras que ha tenido Con los moros de Valencia. • •»••••••*(••••••>• •.•»••••••••••••••••••••••••••• Las trompetas van sonando Por dar aviso que llega, Y entre todos se señalan Los relinchos de Babieca. El abad y monjes salen A recibirlo a la puerta, Dando alabanzas a Dios Y al Cid mil enhorabuenas.
Página 176 - Yo soy aquel que mis armas Toda la semana entera Non se quitan dos vegadas Del cuerpo que las sustenta, Y el que en las batallas crudas Con mi lanza y mi ballesta Soy el primero de todos, Y que non duermo en las tiendas: Non fago tuerto á los mios Magüer facerlo pudiera, Antes les entrego juntos Los haberes y tenencias...
Página 361 - Estando en estas palabras El buen Ordoño llegó En hábito de romero De orden del Cid su señor: Prestamente las desata Disimulando el dolor. Ellas que lo conocieron Juntas lo abrazan las dos; Llorando les dice: Primas, Secretos del cielo son, Cuya voz y cuya cansa Está reservada á Dios.
Página 361 - Ellos ambos le prometen de obedecer su mandado. Ya cabalgaban los condes, y el buen Cid ya está a caballo con todos sus caballeros que le van acompañando; por las huertas y jardines van riendo y festejando; por espacio de una legua el Cid los ha acompañado. Cuando...
Página 131 - ... moral pública. No pude dejar de convenir en que estamos en el siglo de las luces. Pero como yo casi no veo ya, sigo aquella regla de que al ciego el candil le sobra; y así que, abandonando los refinados establecimientos, los grandes almacenes, los famosos paseos, busqué en los rincones ocultos los restos de nuestra antigüedad, y por fortuna acerté...
Página 277 - ... amando como amo yo. Ahora bien, señores: (no es verdad que no hay peor peste que la de estos hombres que nada estudian, que nada saben, que nada profesan y que no pueden, por lo tanto, hacer cosa alguna á derechas? (Qué pena merecen estos picaros de aficionados, como ellos se llaman...
Página 174 - Diceles que por seguro Dos cofres de plata tengan, Y que si dentro de un año No les paga , que la vendan Y cobren la logreria Como concertado queda. Dióles dos cofres cerrados Entrambos llenos de arena, Y confiados del Cid Dos mil florines le prestan.
Página 362 - Y á lo que os lleva á la corte Ha de dar corte la espada Porque no tiene otro corte. Al Rey habrán prevenido, Y á sus amigos, los Condes, Que es de cobardes muy propio Socorrerse de invenciones. No aceteis del Rey Alfonso Escusas, ruegos ni dones, Que mal se cubre una injuria Con afeite de razones.
Página 360 - La doncella muy hermosa se paró a una ventana: el moro desque la vido, de esta suerte le hablara: — ¡Alá te guarde, señora, mi señora doña Urraca! — ¡Así haga a vos, señor, buena sea vuestra llegada ! Siete años ha, rey, siete, que soy vuestra enamorada.

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