Imágenes de páginas
PDF
EPUB

Oyes mozuelo, quieres asentar soldada conmigo? No me pareció para de presente malo, aunque se me hacia duro aprender á servir, habiendo sido enseñado á mandar. Díjele que sí. Pues entra, y quédate, que no quiero que me sirvas de otra cosa, mas que en dar paja y cebada, teniendo buena cuenta con cada uno á quien la dieres. Harélo, le respondí, y asi me quedé por algunos dias, comiendo sin tasa, y trabajando con ella como por pasatiempo, que hasta las noches cuando venian los arrieros, todo lo restante con pasageros no era de consideracion. Allí supe adobar la cebada con agua caliente que creciese un tercio y medir falso, raer con la mano, hinchar el pulpejo, requerir los pesebres; y si alguno me encargaba diese recaudo á su cabalgadura, le esquilmase un tercio. Algunos mancebilletes de ligas y vigotes venian á lo pulido y sin mozo, Laciendo de caballeros con los tales era el escudillar, porque llegábamos á ellos, y tomándoles las cabalgaduras, las metíamos en su lugar, donde les dábamos libranza sobre las ventas de adelante para la media paga, que la otra media recibian allí luego de socorro, aunque mal medida; y aun para ella tenia por coadjutores las gallinas, y lechones de casa, si acaso faltaba el borrico; y otras veces entraban todos á la parte, porque no se repara entre buenos en poquedades; pero á fe, que á la cuenta lo pagaban por entero :

nuestras bocas eran medidas, no teniendo consideracion á posturas, ni aranceles, porque aquellos no se guardan; solo se ponen allí para que se pague cada mes al alcalde y escribano los derechos de ello, y para tener un achaque, si tenian fijada la cedulilla, ό no, con que llevarles la pena. Las cabalgaduras, ya se sabe lo que come cada una, y en cuanto salen por cabeza de paja, cebada y posada. La cuenta de la mesa era para mí gracioso entretenimiento; porque siempre nos arrojábamos al vuelo, y estábamos diestros en decir: Tantos reales y tantos maravedis, y hágales buen provecho, cargando siempre un real mas, que una blanca menos. Muchos como cuerdos lo pagaban luego; y algunos noveles ó de la hoja, pedian de qué; y era cortarse las cabezas, porque subiendo los precios á todo, siempre buscábamos que añadir, aunque fuese de guisar la olla, y venian á faltar dineros, los que pagaban como por mandamiento de apremio. La palabra del ventero es una sentencia definitiva; no hay á quien apelar sino á la bolsa, y no aprovechan bravatas, que son los mas cuadrilleros, y por su mal antojo siguen á un hombre callando hasta poblado, y allí le probarán que quiso poner fuego á la venta, y les dió de palos, ó les forzó la muger ó hija, solo por hacer mal, y vengarse. Teníamos tambien en casa unas añagazas de municion para provisiones de pobretes pasage

[ocr errors]

ros, y eran ellas tales, que ninguno entrara en la venta á pie, que dejara de salir á caballo. Pues olvídesete algo, ponlo á mal cobro, que luego lo hallarás. Qué de robos, qué de tiranías, cuantas desvergüenzas, qué de maldades pasan en ventas, y posadas; qué poco se teme á Dios, ni á sus ministros y justicias, pues para ellos no las hay, ó es que van á la parte, y no es tal cosa de creer; pero ya se ignore, ó se entienda, seria importante el remedio, que se dejan muchas cosas de seguir, y los acarreos detienen las mercaderías por la costa de ellos. Cesan los tratos por temor de venteros y mesoneros, que por mal servicio llevan buena paga, robando públicamente, Soy testigo haber visto cosas, que en mucho tiempo no podria decir de aquestas insolencias, que si las oyéramos pasar entre bárbaros, como á tales los culpáramos: no es pues, prometo, la reformacíon de los caminos, puentes y ventas, lo que requeria menos cuidado, que las muy graves, por el comercio y trato; aunque ya cuando yo de aquí salga poco me quedará que andar.

CAPÍTULO II.

Como Guzman de Alfarache, dejando al ventero, se fué á Madrld, y llegó hecho pícaro.

SIENDO aquella para mí una vida descansada,

nunca me pareció bien, y menos para mis intentos; porque al fin era mozo de ventero, que es peor que de ciego. Estaba en camino pasagero; no quisiera ser allí hallado, y en aquel oficio, por mil vidas que perdiera. Pasaban mozuelos caminantes de mi edad y talle, mas y menos; unos con dinerillos, y otros pidiendo limosna, dije : ¿ Pues pese ál, he de ser mas cobarde, ό para menos que todos? pues no me pienso perder de pusilánime. Hice corazon, y buen rostro á los trabajos, con que dejando mi venta, me fuí visitando las de adelante con al guna moneda de vellon, ganada en buena guerra, y de algunos mandados que hice; era poco, y consumióse presto. Comencé á pedir por Dios; algunos me daban á medio cuarto, y los mas me decian Perdona hijo. Con el medio cuarto, y otros que se le arrimaban, comia segun alcanzaba el gaudeamus, y con el perdona hijo, no remediaba letra, y perecía.

Dabase muy poca limosna, y no era maravilla, que en general era el año estéril, y si estaba mala la Andalucía, peor cuanto mas adentro del reino de Toledo, y mucha mas necesidad habia de los puertos adentro. Entonces oí decir: Líbrete Dios de la enfermedad que baja de Castilla, y de hambre que sube del Andalucía.

Como el pedir me valia tan poco, y lo compraba tan caro, tanto me acobardé, que propuse no pedirlo por extremo en que me viese : fuíme valiendo del vestidillo que llevaba puesto; comencéle á desencuadernar, malogrando de una en otra prenda, unas vendidas, otras enagenadas, y otras por empeño, hasta la vuelta; de manera, que cuando llegué á Madrid, entré hecho un gentil galeote, bien á la ligera, en calzas y camiza eso muy sucio, rotoy viejo, porque para el gasto fué todo menester. Viéndome tan despedazado, aunquc procuré buscar á quien servir, acreditándome con buenas palabras, ninguno se aseguraba de mis obras malas, ni queria meterme dentro de su casa en su servicio; porque estaba muy asqueroso y desmantelado. Creyéron ser algun pícaro ladroncillo, que les habia de robar, y acogerme. Viéndome perdido, comencé á tratar el oficio de la florida picardía; la vergüenza que tuve de volverme, perdíla por los caminos, que como vine á pie y pesaba tanto, no pude traerla, ó quizá me la lleváron en la capilla de la

« AnteriorContinuar »