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sin melancolías? toma esta regla : Confiésate como para morir : cumple con la difinicion de justicia, dando á cada uno lo que le toca por suyo come de tu sudor, y no del ageno : sírvante para ello los bienes, y gages ganados limpiamente, andarás con sabor, serás dichoso, y todo se te hará bien.

Á buena fe que mi consideracion me iba metiendo muy adentro, donde quizá perdiera pie, y fuera menester socorro. Ya me engolfaba, ó me puse á pique para decir el por qué, y como se hace algo de esto: si corre por interes, ó si por aficion, ó pasion, quiero callar, y no habrá ley contra mí, ni secreto para mí, que al buen callar llaman santo; pues aun conozco mi exceso en lo hablado, que mas es doctrina de predicacion, que de pícaro. Estos ladridos á mejores perros tocan, rómpanse las gargantas, descubran los ladrones; mas ay ! si por ventura les han echado pan á la boca, y callan!

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En que

CAPÍTULO IV.

Guzman de Alfarache refiere un soliloquio que hizo; y prosigue contra las vanidades de la honra.

LARGA digresion he hecho, y enojosa; ya lo veo mas no te maravilles, que la necesidad á donde acudimos era grande, y si concurren dos ó mas lesiones juntas en un cuerpo, es precepto acudir á lo mas principal, no poniendo en olvido lo menos. Asi corre en la guerra, y todas las mas cosas: yo te prometo, que no sabré decir cual de las dos fuese mayor, la que dije, ó la que tomé, por lo que importan ambas; mas volvamos á donde nos queda empeñada la prenda, siguiendo aquel discurso, Llevaba yo un dia en mi capacha ó esporton del rastro un cuarto de carnero á un oficial calcetero halléme acaso unas coplas viejas, que á medio tono, como las iba leyendo, las iba cantando. Volvió mi dueño la cabeza, y sonriéndose dijo: Válgate la maldicion, mal trapillo, leer sabes? Respondile, y muy mejor escribir. Luego me rogó, que le enseñase á hacer una firma, y me lo pagaria. Preguntéle: Diga, señor, firma sola ¿para qué la quiere,

ó de qué le puede aprovechar? El me respondió : ¿ Para qué salgo á negocios, que me da fulano mi señor, porque yo calzo á sus niños ( y nombró al personage) y querria siquiera saber firmar, por no decir que no sé cuando se ofrezca. Quedóse asi este nogocio, y yo haciendo un largo soliloquio, que fuí siguiendo buen rato en esta manera :

Aquí verás, Guzman, lo que es la honra, pues á estos la dan. El hijo de nadie que se levantó del polvo de la tierra, siendo vasija quebradiza, llena de agujeros, rota, sin capacidad que en ella cupiera cosa de algun momento, la remendó con trapos el favor, y con la soga del interes, ya sacan agua con ella, y parece de provecho. El otro hijo de Pedro sastre, que porque su padre, como pudo y supo, mal ó bien le dejó que gastar; y el otro que robando tuvo que dar y con que coechar, ya son honrados, hablan de bóveda, y se meten en corro ya les dan lado y silla, quien antes los estimara para acemileros. Mira cuantos buenos estan arrinconados, cuantos hábitos de Santiago, Calatrava, y Alcántara cosidos con hilo blanco, y otros muchos de la envejecida nobleza de Lain Calvo, y Nuño Rasura atropellados. ¿ Díme quien les da la honra á los unos, que á los otros quita? El mas o menos tener. Que buen decano de la facultad, ό gentil rector, ó maestre-escuela!

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cretamente graduan, y que buen exámen hacen! Díme mas: ¡Y á qué se obliga ese que lleva el oficio que decias primero, y esotro á quien el dinero entronizó en la sancta sanctorum del mundo? Y como queda el hombre discreto, noble, virtuoso, y de claros principios, de juicio sosegado, cursado en materias, dueño verdadero de la cota, que dejándole sin ella, se queda pobre, arrinconado, afligido, y por ventura necesitado á hacer lo que no era suyo, por no incurrir en otra cosa peor? Mucho me pides para lo poco que sabré satisfacerte, mas diré conforme á lo que alcanzo, lo que de ello entiendo.

Cuanto para con Dios, son sus juicios ignotos á los hombres y á los ángeles : no me entremeto á mas de lo que con entendimiento corto puedo decir; y es, que él sabe bien dar á cada uno todo aquello de que tiene necesidad para salvarse; y pues aquel oficio faltó, no convino, por lo que el sabe, ó que con él se condenara, y le quiere salvar, que le tiene predestinado. Esto es cuanto para el que se queda sin lo que merece; pero para el poderoso, que se lo quita, que no es juez de intenciones, ni de corazones, ni los puede examinar; y por lo exterior, que solo conoce, pervierte la provision, si habemos de hablar en lenguage rústico, regulando el celestial, digo: Que á la márgen de la cuenta de este poderoso saca Dios (como acá solemos decir para advertir algo) un ojo,

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y dice luego Qué le tengo de pedir? ¿qué causa tuvo de este agravio, sabiendo que los tengo amenazados? Jueces de la tierra, porque' no juzgásteis bien, os tengo aparejado durísimo castigo yo residiré en la sinagoga de los dioses, y los juzgaré. Lástima grande, que quiesabiendo esta verdad, hallarse delante de aquel juez recto, y verdadero, con acusacion cierta, que los ha de condenar, y faltos en la restitucion, que deben, sin la cual el pecado no puede ser perdonado, y no lo quieran remediar.

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Verdad es que no faltará quien les diga : Si señor, bien pudistes, no pecastes, bien hicistes en darlo à vuestro deudo, conocido, amigo, ó al criado que está mas cerca. Pues en verdad que no pudísteis, porque lo quitásteis de su lugar, y lo pusísteis en el ageno. Vuelve sobre tí, considera hermano mio, que es yerro, que no pudiste, porque no pudiste; pecaste, y porque pecaste, no está bien hecho: no mires á dichos de tontos, ni de congraciadores en lo que te importa tanto, lo mejor seria que te ciñeses, y vieses lo que te aprieta, y lo repasases con tiempo, que hay confesores de grandes absolvederas, que son como sastres; dirante, que el vestido que ellos hicieron te entalla bien; pero tú sabes mejor si te aprieta, si te aflige, si te angustia, ó como te viene; y permite Dios, que porque no buscaste quien, viviendo y gobernando, te dijese verdades, al tiempo de la

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