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valor, viendo que sus fuerzas y ánimo eran flacos, quiso valerse de un mozo valiente que le acompañaba. Atencion, que como una vez echase su enemigo mano para él, su criado le defendió, con pérdida del contrario, que le retiró en cuanto su señor se puso en salvo; y en esta cuestion perdió el mozo el sombrero y la vaina de la espada. Esto se pasó, fuese á su posada; mas nunca el amo le satisfizo la pérdida, ni le adelantó en alguna cosa; y como viniese otra vez con un palo, y le diese de palos el de la cuestion pasada, el criado se estuvo quedo, mirando como le aporreaba. El amo daba voces, pidiendo socorro, á quien el mozo respondió: Vuesa merced cumple con pagarme cada mes mi salario, y yo con acompañarle, como le prometí; y el uno, y el otro no estamos á mas obligados : asi, si quieres que salgan de su paso, aventajándose en tu servicio, de lo que pierdes tan desbaratadamente, gánales las voluntades, que será ganar no te roben la hacienda, defiendan tu persona, ilustren tu fama, y deseen tu vida. O cuantas veces vi llevar y llevé tortas de manjar blanco, lechones, pichones, palominos, quesos de cien diferencias y provincias, y otras infinitas cosas á vender, que es prolijidad referirlas, y faltan tiempo y memoria para contarlas; solo quiero decir, que estos desórdenes en todos, me hizo á mí como á uno de ellos : andaba entre

lobos, y enseñéme á dar ahullidos. Yo tambien era razonable principiante, aunque por diferente camino, mas entonces perdí el miedo; soltéme al agua sin calabaza, salí de vuelo, todos jugaban y juraban; todos robaban y sisaban, hice lo que los otros. De pequeños principios, resultan grandes fines. Comencé, como dije, de poco á jugar, sisar y hurtar, fuíme alargando el paso, como los niños que se sueltan en andar, hasta que ya lo hacia de lo fino, de á ciento la onza y no lo tenia por malo (que aun á esto llegaba mi inocencia ) antes por lícito y permitido. Compraba algunas cosillas que me hacian faita, ó lo echaba en un topo, que siempre de los juegos buscaba los mas virtuosos, vueltos ó carteta, para acabar presto y acudir á mi oficio. Acuérdome una vez, que estando porfiando una suerte con otros mancebitos de mi talle en un corral de casa, se levantó gran grita pareció con la vocería hundirse la casa; mandó nuestro amo al maestre-sala mirase que era aquello: hallónos en la bregafregando el delito; y excediendo de su comision, diónos una rociada de leña seca, sacudiéndonos el polvo del hatillo, de manera que nos levantó ronchas por todo el cuerpo debajo de la camisa, con que tambien perdí mi crédito ganado, trayéndome de allí adelante sobre ojos, como dicen, de donde comenzó mi total pardicion, de la manera que sabrás adelante.

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En

CAPÍTULO VI.

que Guzman de Alfarache prosigue lo que le pasó con su amo el cocinero, hasta salir despedido de él.

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MUCHO se debe agradecer al que por su trabajo sabe ganar; pero mucho mas debe estimarse aquel que sabe con virtud conservar lo ganado mucho me forzaba la voluntad en agradar, aunque mas me tiraba la mala costumbre de la vida pasada; y asi, Io que hacia como cosa contrahecha eran las obras de la mona que la gloria falsamente alcanzada, poco permanece, y presto pasa. Fuí como la mancha de aceite, que si fresca no parece, brevemente se descubre y crece ya no se fiaban de mí; llamábanme, uno, cedacillo nuevo; otro, la gata de venus; y se engañaban, que mi natural bueno era y en el mio, ni lo aprendí, ni lo supe; si lo hice mal y lo dispuse mal, enseñáronmelo la necesidad y el vicio allí me afiné con los otros ministros y sirvientes de casa. Ladrones hay dichosos que mueren de viejos; otros desdichados, que por el primer hurto los ahorcan. Lo de los otros era pecado venial, y en mí mortal; fué muy

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bien, pues degeneré de quien era, haciendo lo que no debia : perdíme con las malas compañías que son verdugos de la virtud, escalera de los vicios, vino que emborracha, humo que ahoga, hechizo que hechiza, sol de marzo, aspid sordo y voz de sirena. Cuando comencé à servir, procuraba trabajar y dar gusto; despues los malos amigos me perdiéron dulcemente; la ociosidad ayudó gran parte, y aun fué la causa de todos mis daños: como al bien ocupado no hay virtud qne le falte, al ocioso no hay vicio que no le acompañe. Es la ociosidad campo franco de perdicion, arado con que se siembran malos pensamientos, semilla de zizaña, escardadera que entresaca las buenas costumbres, hoz que siega las buenas obras, trillo que trilla las honras " carro que acarrea maldades, y silo en que se recogen todos los vicios. No puse los ojos en mí, sino en los otros; parecióme lícito lo que ellos hacian, sin considerar que por estar acreditados y envejecidos en hurtar, les estaba bien hacerlo, pues asi habian de medrar, y para eso sirven á buenos. Quise meterme en docena, haciéndome como ellos, no siendo su igual, sino un pícaro desandrajado; pero si disculpas valen, y la que diere se me admite, como tan libremente veia que todos llevaban este paso, parecióme la tierra de Jauja, y que tambien habia de ca

minar por allí, creyendo

como dije, ser obra de virtud, aunque despues me desengañáron, que pensé bien, y entendí mal; por

que la gracia de esta bula solo la concedió el uso á los hermanos mayores de la cofradía de ricos y poderosos, á los privados, á los hinchados, á los arrogantes, á los aduladores, á los que tienen lágrimas de cocodrilo; á los alacranes, que no muerden con la bora, y hieren con la cola; á los lisongeros, que con dulces palabras acarician el cuerpo, y con amargas obras destruyen el alma. Estos tales eran á quien todo les estaba bien, y en los como yo, era maldad y bellaquería; engañéme; con mi engaño me desenvolví de manera, que desde muy lejos me conocieran la enfermedad, aunque todo era niñería de poca estimacion suelen decir, que el postrero que sabe las desgracias es el marido. De todas estas travesuras, por maravilla llegaban de mil una á los oidos de mi amo; ya porque les agradaba, no querian ponerme mal y echarine de casa; ó ya porque aunque me lo reñian, viendo que todo el mundo era uno, de nada se admiraban; mas por algunos descuidos mios, y cosas que se traslucian algo, andaba ya escaldado mi amo conmigo, andábame á las espuelas para cogerme. Aconteció, que le llamáron para un banquete de un príncipe extrangero, nuevamente venido á la corte man

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