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tor.

ta al invasor: enemigos tanto del altar como del trono, todas sus miras se encaminan á acabar con entrambos." De este modo escitaba las pasiones populares el que mientras esto escribimos, perece al ímpetu de una de sus oleadas: la historia iba á apuntar los peligros del que suelta los vientos encarcelados, y el mismo que ha abierto las puertas de su cueva ofrécese por ejemplo: Ostalaza muere arcabuceado en un tumulto. Pero apartemos los ojos de las escenas presentes y sigamos el curso de las que ya pasaron. No contento Ostalaza con aqueIlos rasgos de cruel hipocresía daba á la luz pública novenas con las armas reales: otro clérigo blasfemo comparaba al monarca con el supremo Autor de la naturaleza, é imprimia su panegírico con el título impío de Triunfos recíprocos de Dios y de Fernando VII: y don Jaime Creux y otros diputados recibian mitras en recompensa de haber delatado á sus com. pañeros y apoyado las doctrinas del absolutismo.

Para fomentar la industria y las artes nombraba Fernando protectores de los establecimientos literarios y academias á los infantes don Carlos y don Antonio; y la universidad de Alcalá de Henares, de la patria del inmortal Cervantes, tan célebre en otro tiempo, concedia á don Antonio el tíDon Antonio tulo de doctor complutense, recompensa reservada nombrado doc- al talento, y vendida ahora á la rudeza de un hombre nulo y sin entrañas cuyos méritos consistian solo en ser hijo de un monarca. Su propio sobrino, que asi le llenaba de dignidades conociendo su ineptitud, le llamaba por zumba el doctor, y á los ojos de los palaciegos era un objeto de risa cuando comentaban las palabras del buen infante y su petulancia al verse adornado con todas las borlas su pobre concepto equivalian á la infusion de las

ciencias.

que en

Desembarazada la camarilla de los ingenios y

de los varones de mas probidad, prófugos ó encadenados, faltábale reconquistar á America, sin cuyos tesoros desquiciábase el sistema establecido. La llama de la insurreccion habia prendido en Venezuela, Chile, Perú y Buenos Aires; y aunque todavía no se divisaba el fuego en Mégico, comenzábase á sentir el calor que lo anunciaba escondido y á punto de estallar. Facil hubiera sido al monarca transigir con la insurreccion; pero ceder era voz de traidores en el alcázar de Madrid, donde se reputaba la violencia el descubrimiento mas feliz y seguro para acabar con los que llamaban tumultos. Fieles á sus principios los gobernantes querian reducir á la obediencia á los americanos por medio del terror; y en 27 de Noviembre la inquisicion de Mégico celebró un auto de fé con un cura prisionero llamado don José María Morelos. A cada versículo, cantado por los inquisidores, tocaban las espaldas del cura los familiares del santo oficio con manojos de varas, en ademan de azotarle para ignominia del gobierno español; y pocos dias despues de ejecucion tan vergonzosa el infeliz Morelos fue arcabuceado. Sin duda no era este el medio mas eficaz de convencer á los que empuñaban las armas y de atraerlos á partido: sus cabezas se exaltaban con la fiereza de sus enemigos, y el despecho y el honor afirmaban la espada en su mano. En vano habia partido al frente de numerosas huestes el teniente general don Pablo Morillo, seguido despues por don Alejandro Hore, y en vano se habia cubierto de laurel tomando á Cartagena de Indias: la impolítica, la imprevision y la terquedad del gobierno acrecian la avenida en vez de ponerle diques, y amenazaban el edificio entero de nuestras colonias. Morillo, trepando unas veces á la cima de empinadísimos montes y teniendo otras que atravesar inmensas soledades, consumíase por

Estado de América.

18:5.

Morillo.

llesteros.

su mismo movimiento: alli debia perecer si no recibia numerosos socorros. Resolvió pues Fernando reunir en Cádiz teinta mil infantes, mil y quinientos caballos y su correspondiente artillería, encargando la organizacion de estas fuerzas á don Francisco Javier Abadía. No tardaremos en ir conociendo las dificultades de la empresa, por mas asequible y halagüeña que pareciese á los consejeros de Fernando, tan pobres estadistas como mezquinos políticos.

La camarilla pensó que Ballesteros no habia obrado con bastante energía para desenmarañar todas las tramas de la Coruña en la conspiracion de Porlier, y que en los cien dias de Napoleon habia dejado traslucir la ambicion del mando. Preocuparon el ánimo del rey con sus viejas mañas, y Fernando en el mismo dia en que firmó la exoneraCaida de Ba- cion y destierro de Ballesteros le colmó de elogios, por lo que el ministro se creyó en la cumbre del favor. Pero apenas llegó á su casa encontró el decreto que le destituía de la secretaría de la Guerra, donde entró el marques de Campo Sagrado, varon de recomendables prendas que mandaba las armas en Cataluña: tambien salió de la secretaría de Hacienda don Felipe Gonzalez Vallejo, que desde la vuelta de su comision la habia ocupado, y se eclipsó aunque momentáneamente el astro del favor de Ceballos. Ante el formidable poder de los criados de antesala deslucíanse los servicios mas brillantes y zozobraban las reputaciones mas bien sentadas: lanzado por ellos el rayo de la desgracia desaparecian de la escena los amigos del Escorial, los de Valencey y los de Madrid. De Ostalaza. Hasta el mismo Ostalaza, individuo de la camarilla, sucumbió de resultas de cierta intriga en que manifestó demasiada osadía; y tuvo que partir á Murcia, nombrado director de la casa de niñas

huérfanas, donde sedujo varias jóvenes: dada cuenta por el obispo de Cartagena, y formada causa, fue encerrado ínterin esta se seguia en la Cartuja de Sevilla. Unia Ostalaza á sus vicios y pasiones dominantes un atrevimiento sin igual: confesor de Fernando en Valencey, instigador del bando realista en las Cortes de Cádiz, alma de don Carlos en Madrid, ó director de las niñas de Murcia, nunca desmintió su carácter, en el que la intriga, la hipocresía y la crueldad, el disimulo mas refinado y la ambicion le arrastraban y tenian en un movimiento contínuo.

Vuelve Ceba

llos al ministe

riq.

El ministro

nado á presidio.

(* Ap. lib. 8: núm. 8.)

Principió el año de 1816, y don Pedro Ceballos tornó á empuñar las riendas del ministerio de Estado; don Manuel Lopez Araujo las de Hacienda, y don José Vazquez Figueroa asió el gubernalle de la Marina. Asi refundido el gabinete, condenó el rey al ex-ministro Vallejo al presidio de Ceuta por diez años, mandándole salir precipitada- Vallejo condemente de la corte para su destino. Al verle deshonrado con tanta ignominia sin procedimientos legales en el decreto (*), en que invocando la justicia tan claramente se le inculpa, pensaron algunos que la providencia se cimentaba en motivos robustos. Pero aunque se haya dorado el hecho de mil modos, el verdadero origen de la estrepitosa caida de Vallejo fue el haber tenido en sus manos la correspondencia del rey con Negrete y haber referido indiscretamente á los que reputaba amigos algunas de las cartas. Otros piensan que el haber aconsejado la separacion de Ceballos: asi parece darlo á entender en sus oscuras frases la orden, pero detras de aquella causa aparente ocúltase la verdadera. Lástima que el primer ministro, que trocó la cartera por los grillos, no fuese castigado por un crimen de aquellos que tan frecuentes son en los que llegan á la cumbre del poder, y que debiese á la

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1815.

intriga de los palaciegos una pena nunca impuesta á los que venden al Estado, roban su tesoro ó quebrantan las leyes. Al comenzar este año, habiendo sido allanada una casa de Madrid para prender á un reo, fue sorprendida una logia masónica y condenados al patíbulo sus individuos.

Hubo quizás en esta época un momento en que Ceballos, mirando las conspiraciones que por todas partes sacaban la cabeza, y fijando los ojos en el tiempo futuro que tan sombrío se presentaba, inclinó el ánimo de Fernando á medidas de conciliacion. Porque en 26 de Enero quedaron abolidas las comisiones militares y se prohibieron las denominaciones de serviles y liberales, mandando que en el término de seis meses se fallasen las causas formadas por opiniones políticas. Mas este suave crepúsculo, que aclaró el espacio breves instantes, pasó, y las tinieblas rodearon otra vez el trono, dejando ver tan solo la mano de la intolerancia y de las proscripciones que aherrojaba á los ciudadanos.

Una conspiracion horrorosa descubierta en aquel tiempo, y en la que corrió inminente riesgo la vida del rey, debió convencerle de que el entusiasmo que despertó á su regreso de Valencey trocábase en odio en muchos españoles, enagenado el amor con el tortuoso vagar de sus consejeros. Aunque de las escasas luces que dió el proceso parecia resultar que el gefe de la trama era el comisario de Conspiracion guerra don Vicente Richard, no cabe duda en que el proyecto era vasto y tan sagazmente urdido, que aun descubierto un cabo rompíase al ir á seguirle y aparecia suelto é independiente del conjunto. Porque formada la asociación por la cadena llamada del triángulo, cada conjurado solo conocia y sabia el nombre de dos personas, sin que le constase quiénes eran los demas, no obstante que presu

de Richard.

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