Imágenes de páginas
PDF
EPUB

comun, las elocuentísimas razones del señor Florez Estrada hubieran triunfado de la mentira y de la lisonja, y Fernando se hubiese salvado de la tormenta que sobre él venia, y se salvara la infeliz y abatida España.

Alzamiento

fin el primero de Enero de 1820, de las Cabezas Brilló por y estalló la revolucion preparada en el ejército de San Juan. espedicionario: don Rafael de Riego, reuniendo en las Cabezas de San Juan, donde estaba acuartelado, el batallon de Asturias, de que era comandante, y enardeciendo con su arenga á los soldados, apellidó Constitucion al frente de banderas, y jurada con entusiasmo partió al frente de los suyos á Arcos. Debia concurrir á este punto el batallon de Sevilla desde Villamartin al mando de su segundo comandante don Antonio Muñiz; mas estraviados los guias no fue posible realizar la reunion de ambos batallones. Alojábase en el referido Arcos con su estado mayor el descuidado é inbécil conde de Calderon, cuya casa sorprendió Riego á media noche, desarmando la guardia; y apoderándose del conde y de los generales Fournás, Salvador y Blanco, prosiguió su marcha á San Fernando, donde se reunió al coronel don Antonio Quiroga, que libre de la prision habia dado roga. igualmente el grito de libertad con los batallones de España y Corona, no obstante haber ascendido á la clase que ocupaba por traer á la corte la noticia de la muerte del desventurado Porlier. Para coronar la empresa faltaba penetrar en Cádiz y enseñorearse de la plaza, en cuyo caso la Andalucía entera se hubiera sometido probablemente al partido liberal: unidos Riego y Quiroga á las demas tropas que habian concurrido á la insurreccion, acercáronse pues á Cádiz la noche del 3 de Enero, apoderándose sin resistencia del puente Zuazo, llave de aquella posicion. Mas el telégrafo

1

Reúnense Riego y Qui

1820.

diz.

Córdoba.

habia anunciado desde la mañana el pronunciamiento del ejército, obligando á desplegar suma Resistese Cá- actividad al teniente de rey; y defendida la cortadura de San Fernando por el entonces oficial del Fernandez de estado mayor espedicionario don Luis Fernandez de Córdoba con un puñado de antiguos urbanos, contuvo á los liberales, quienes retrocedieron á los primeros cañonazos, ignorantes de la débil defensa que les podia oponer. Los soldados de la libertad, que ascendian ya á algunos miles, acamparon en el istmo de la isla de Leon entre Cádiz y entre el gene. ral don Manuel Freyre, destinado por la Corte á combatirlos, quien recogiendo las reliquias de los espedicionarios que no se habian declarado á favor de la causa constitucional y los refuerzos enviados por el gobierno, logró juntar trece mil combatientes. Tomó el mando en gefe de los libres Quiroga, acompañado de O-Daly, Arco-Agüero, San Miguel, Labra, Marin y otros oficiales superiores, despues de haberse posesionado de la Carraca y declarádose en su favor la artillería y el batallon de Canarias en Osuna. Situadas de este modo las fuerzas de uno y otro bando, parecia que un combate iba á decidir la suerte de la trabajada monarquía; pero contentáronse los gefes con observarse mútuamente, calcular su poder, y esperar quizás el eco que tendria en el reino el pronunciamiento de las Cabezas de San Juan. Porque la insurreccion debia perecer en su misma cuna, como se apaga la llama en un arbol aislado cuando no puede comunicarse á los demas del bosque, si no repetian las lejanas provincias el grito alli lanzado.

Los amigos de la libertad, conociendo el impulso que esta recibiria si á pesar del malogrado amago contra Cádiz lograban enarbolar en su recinto el estandarte que habian tremolado Riego y Quiroga, pusiéronse de acuerdo entre sí, y en la

1820.

Movimiento de Rotalde en

noche del 24 de Enero dieron la señal de alar-
ma. Habia ya conseguido el gefe de la conspi-
racion, llamado Santiago Rotalde, apoderarse con
el batallon de Soria de los puntos mas importan- Cádiz.
tes de la plaza; y solo en los cuarteles de la puer-
ta de tierra restaban algunas fuerzas desalentadas
y próximas á rendirse, reducidas á prision las
autoridades. Mas el ingenio y denuedo del refe-
rido Córdoba, despues general en gefe del ejército
español, que entonces comenzaba á destellar, arran-
có la victoria á los liberales arrestando á los ofi-
ciales de Soria, y seduciendo á los soldados, que
volvieron las armas contra los mismos en cuyo fa-
vor acababan de pelear.

Perdida la esperanza de atraer al camino de la Constitucion las tropas que guarnecian á Cádiz, no restaba mas recurso á los soldados de la isla de Leon que desenmarañarse de su crítico estado con algun súbito esfuerzo. Habian cometido el error, tanto Riego como Quiroga, de no haber batido y sorprendido uno á uno en los primeros momentos, como lo hicieron con el cuartel general, los batallones que no concurrieron al movimiento. Desaprovechada aquella sazon, y calmado el tumulto de Cádiz, salió Riego con San Miguel de la isla Espedicion de de Leon al frente de mil y quinientos hombres el Riego. 27 de Enero con rumbo á Algeciras, poniéndose en contacto con Gibraltar, de donde sacó varios recursos. Alli permaneció hasta el 7 de Febrero, y queriendo regresar y reunirse á sus compañeros, supo en el camino que Freyre habia comenzado el bloqueo de la isla, y se encaminó á Málaga, donde esperaba ser acogido con entusiasmo. Perseguia entre tanto á Riego don José O'donell, hermano del conde de La Bisbal y comandante del campo de Gibraltar, y trabóse entre ambos una escaramuza el 17, sin que por eso detuviese su

1820.

paso vacilante la hueste de Riego, disminuida hasta lo sumo por las fatigas y la desercion. El 7 de Marzo, reducido á quinientos hombres descontentos y desesperados, atravesó el puente del Gua(Ap. lib. 8. dalquivir y entró en Córdoba (*) sin ser hostilizanúm. 17.) do, no obstante su numerosa poblacion, y no obstante que se hallaban en la ciudad un escuadron de caballería y varios destacamentos á pie. Riego con su tropa pasó la noche en el convento de San Pablo, donde le facilitaron los auxilios que pidió, sin que le molestasen la caballería de dentro de Córdoba ni las fuerzas del rey, alojadas en distintos pueblos del contorno, y al dia siguiente continuó su marcha á las montañas de Sierra-Morena. De suerte que si no era recibido por los ciudadanos con arcos de triunfo ni crecia su cohorte en aquel paseo militar, en el que nadie se le unia, tambien es cierto que no encontraba en parte alguna enemigos deseosos de destruirle, y que militares y paisanos parecian huir el cuerpo al peligro de banderizar el reino, y ansiar en silencio que venciese la causa de la libertad. Pero los deseos no bastan: Quiroga, bloqueado en la isla, necesitaba trabajar con teson para detener á los desertores; y todo anunciaba que si Freyre acometia aquella cuna de la Constitucion de 1812 no se estrellaria contra obstáculos insuperables. En medio de las agonías de la insurreccion, el reino, tranquilo hasta entonces, se pronunció contra sus opresores, y el pedestal próximo á hundirse en la isla recobró su aplomo y firmeza cimentado por inesperados sucesos.

Habian transcurrido Enero y la mitad de Febrero sin que perturbasen la pública tranquilidad nuevas conspiraciones, no obstante que recorrian la Mancha y Estremadura partidas sueltas proclamando la Constitucion, mandadas algunas por ban

"

didos como Melchor, que subió al cadalso en Madrid el 5 de Febrero. El gobierno, fijos sus despavoridos ojos en Andalucía, no veía riesgos sino en la isla de Leon, y acumulando alli todos sus recursos dejaba desguarnecidas las provincias, donde tanto pesaban las cadenas impuestas por espacio de seis años. El ministerio, presidido por el inesperto y débil duque de San Fernando, minado siempre por la camarilla, y vacilando entre la nulidad y apatía de su presidente y la furibunda exaltacion de Mataflorida, no tomaba providencia alguna para salvar el trono de los escollos donde iba á naufragar.

El 21 de Febrero la guarnicion de la Coruña, al mando del coronel don Felix Acevedo, y en union del pueblo, proclamó la Constitucion y arrestó á las autoridades; cuyo ejemplo siguió el 23 el Ferrol, y despues Vigo. Aterrado el conde de San Roman, que mandaba en Santiago las armas reales, retiróse á Orense, donde procuró concentrar á tanta distancia las compañías de provinciales y efectivas, que reunió á fuerza de vencer dificultades. Pero la insurreccion, arraigada en la Coruña, habia establecido una junta, en la que figuraban Busto, Valladares, Vega, Espinosa y otros, colocando á su cabeza al ex-regente don Pedro Agar, y formando igualmente un cuerpo de operaciones, despues de haberse posesionado de Santiago, movióse hácia Orense. Con la noticia del movimiento de los liberales marchó el de San Roman á Benavente, dejándoles en pacífica posesion de la Galicia, y prestando de este modo incremento estraordinario á la llama que casi sofocada, y espirando en Andalucía, se levantaba amenazadora en el estremo opuesto de la nacion, y con muestras de dominarla y abrasarla. Nuevo golpe que acabó de confundir á los ministros, sin que volviesen en sí con el

1820.

Levantamiento de la Coruña.

Del Ferrol.

De Vigo.

« AnteriorContinuar »