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no queramos disipar con el olor del incienso la fetidez de las miserias humanas cuando la muerte despojando el esqueleto de la púrpura que cubria la carne, y de la carne que vestia los huesos, ha puesto de manifiesto todo el interior. Para fundar sobre bases sólidas el gobierno representativo en nuestra patria preciso era no solo haber modificado la Constitucion, sino tambien haber colocado el cetro en otra diestra; y para que otra diestra empuñase el cetro, necesitábase un pueblo mas ilustrado que el pueblo español de aquella época. Tal es la clave del secreto: no la perdamos jamas de vista, y seremos mas justos con nuestros padres y con sus errores. Por otra parte el partido liberal, sin fijar sus miradas en escollos de tanto bulto, eligió entre todos los rumbos que podia seguir el que mas pronto tenia que estrellar la nave pública contra inminentes peñascos.

trióticas.

Apenas se publicó la ley del año doce, en la corte y en las provincias estableciéronse sociedades públicas, llamadas patrióticas, en los cafés de Sociedades paLorencini y de San Sebastian, en las que se ventilaban las cuestiones mas árduas del Estado, y se hablaba de lo pasado y de lo futuro, de las personas y de las cosas con el agraz de la inesperiencia. Los gabinetes estraños y el mismo rey de España influían en ellas por medio del oro y de sus agentes para herir de muerte la revolucion, porque cuando esta corre entre dos abismos, cuanto mas se acelera su movimiento tanto mas peligro lleva de precipitarse. Alli las pasiones, cubriéndose con la máscara del patriotismo, escalaban el poder, agriaban los ánimos, y creaban los descontentos fulminando rayos contra los individuos mas condecorados del pais.

Frente por frente de esta hoguera de las pasiones, encendida para alimentar la fragua de las

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1820.

luntaria.

alarmas y motines futuros, levantóse en 25 de Abril la columna en que descansa el orden público en las naciones libres: la milicia nacional. AunMilicia vo- que voluntaria corrieron á alistarse en sus filas en aquellos dias cuantos hombres estimables por sus letras, riquezas ó nacimiento deseaban la felicidad de la patria. Baluarte de las leyes, centinela siempre vigilante de la libertad, defendió el orden y el gobierno representativo con perseverancia hasta su último aliento. Asi sucede siempre que se apoya sobre sus naturales cimientos la propiedad, la honradez y el patrio amor, al cual pospone el buen ciudadano la familia y la vida.

No llegó á constituirse el ministerio hasta el mes de Abril, porque la junta provisional se empeñó en proponer al rey personas que por sus padecimientos por la Constitucion mereciesen la confianza del pueblo, al que la junta misma debia su ensalzamiento. Repugnaba naturalmente á Fernando encontrarse cara á cara con unos ministros que aborrecia, y á quienes habia injustamente perseguido; mucho mas cuando algunos pasaban de los presidios al despacho de las secretarías, rebosando en su corazon el agravio sufrido. Plegóse finalmente el príncipe á los deseos de la junta, Primer mi y sentóse en la silla de Estado don Evaristo Perez de Castro, en la de Gracia y Justicia don Manuel García Herreros, en la de Hacienda don José Canga Argüelles, en la de la Gobernacion don Agustin Argüelles, en la de Guerra el marques de las Amarillas, en la de Marina don Juan Jabat, y en la de Ultramar don Antonio Porcel. Varones todos de mérito, y en quienes briIlaban y se competian prendas de muchos quilates. La elocuencia é integridad de Argüelles, los conocimientos que en el ramo de Hacienda poseía Canga, la opinion diplomática de Perez de Cas

́nisterio constitucional.

tro y la honradez é hidalguía de las Amarillas abonaban el nombramiento: pero barrenábase el nuevo edificio, como dice el marques de Miraflores, abriendo una mas cruda lucha entre las pasiones del rey y las de sus ministros, que ó no habian de ser hombres, ó habian de conservar fresca la memoria de la injusticia. ¿Qué confianza podia reinar entre un monarca receloso que consideraba á sus consejeros enemigos suyos, y estos misinos consejeros, que al levantar la vista para mirarle tropezarian los suyos con aquellos ojos ardientes de venganza, con aquellos ojos á cuyo furor habian debido seis años de privaciones, de dolor, de muerte social? Imposibles la concordia y la armonía entre el solio y sus ministros, el odio habia de crecer en el alma de Fernando, y procurar romper los lazos que sujetaban los ímpetus de su tiranía.

La junta gubernativa, á pesar de los principios templados de sus individuos, dejóse dominar por la idea de sostener á todo trance el sistema constitucional de la isla en toda su pureza, y miró á sus enemigos con ojeriza. El 22 de Marzo salió á luz el decreto de convocatoria á Cortes para las legislaturas de los años 1820 y 1821; y el 26 el de estrañamiento del reino y privacion de honores á los que no jurasen la Constitucion: tambien confinó la junta á los monasterios los diputados persas de 1814, hasta que reunido el congreso juzgase sus causas. De este modo entró el gobierno al dar los primeros pasos en el inmundo terreno de las proscripciones donde se habia encenagado la camarilla, en vez de caminar por el anchuroso y seguro de la conciliacion y del olvido. Porque en un pueblo preocupado é imbuido en las viejas máximas del absolutismo, la política aconsejaba respetar la conciencia del hombre, y no

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arrastrarle al perjurio ó á la miseria. Al propio tiempo los gefes de la revolucion de Andalucía Quiroga, Riego, Arco-Agüero y Lopez Baños, fueron elevados de comandantes á mariscales de campo, saltando los grados de la milicia, y fortaleciendo asi la opinion de las Cortes estrangeras, que suponian en el restablecimiento de las nuevas leyes el triunfo de un partido y no el de la nacion. Los principios eternos dé la equidad dictaron á la junta una medida reparadora y legal: en 23 de Abril el rey, conformándose con su parecer, levantó el destierro de los empleados del príncipe José Bonaparte, mandando que se les devolviesen los bienes secuestrados. Tambien en 7 de Mayo suspendió las profesiones religiosas; abolió el denigrante espectáculo de la horca y la vergonzosa costumbre de azotar desnudos por las calles á los reos, con perjuicio de la decencia y de la moral pública.

Licencióse el ejército espedicionario que habia de partir á las colonias americanas, y disolviéronse las milicias provinciales, cometiendo los soldados en el tránsito á sus pueblos toda clase de escesos y tropelías. Los caminos se poblaron de ladrones, que ejecutando las crueldades mas inauditas en los viajeros, llenaron de consternacion las quintas y los lugares pequeños, paralizaron aun mas el comercio, é interrumpieron hasta cierto punto las comunicaciones. Estas cuadrillas de salteadores sirvieron de vehículo y apoyo á los descontentos, que mas adelante formaron guerrillas y banderizaron á inano armada la nacion.

En los primeros instantes del cambio de sistema reinó en toda España una verdadera alegría, hija del corazon, en el que rebosaban las esperanzas, porque el pueblo inesperto, que yacía en la miseria en el suelo mas fértil de Europa, pensó

que súbita y milagrosamente iban á abrirse los manantiales de la riqueza pública, y á resucitar el siglo de oro en que la paz, la libertad y el amor al hombre embellecieron la existencia. De ahí es que al promulgarse en las ciudades y villas la Constitucion, al colocar la lápida, al celebrar el juramento del monarca, un delirio de felicidad ocupaba la imaginacion de los ciudadanos; y los enemigos mismos de las reformas, arrobados con tan grandioso espectáculo, dejábanse llevar de aquel torrente de júbilo y confianza, y confundíanse en todos los labios mútuos presagios de ventura. Hincados de rodillas en el templo ante el Dios que hace dichosos á los mortales, entonando el Te-Deum, que se cantó en todas las iglesias del reino, brotaban lágrimas de sus ojos, lágrimas de contento: de alli, embalsamado el pecho con la dulzura de la sensibilidad, volaban á las plazas á victorear el código de Cádiz y al rey que lo habia restablecido. Corrian novillos, encendian fuegos artificiales, y paseaban por las calles el retrato de Fernando y la Contitucion, figurada por una hermosa doncella adornada con los símbolos de la justicia, y sentada en magnífico carro de triunfo tirado por los magnates de la poblacion. España entera parecia entregada á la gran fiesta nacional, cuyas escenas eran iguales en los ángulos mas distantes; y la historia de las otras naciones no ofrece el cuadro sublime de un gran trastorno político llevado á cabo sin sangre ni desgracias, como el presente. No empañaron su brillo las venganzas privadas ni públicas, no obstante que tanto pie habian dado los absolutistas con los tormentos y suplicios, gracias al alma grande de los liberales. La junta provisional pintó con exactitud la generosidad española cuando dijo que "la revolucion y mudanza del gobierno se habia hecho

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