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Estado para que el sumo pontífice otorgara esta facultad á los obispos.

Los secretarios del despacho, que tanto se fatigaban para conservar el favor popular, no habian cerrado la sociedad patriótica de Madrid, no obstante el decreto de las Cortes. Aquella reunion, presidida en el nombre por el duque del Parque, que eclipsaba su antigua gloria con los delirios de una exageracion sin freno, y que á nada conducia, componíase de los hombres mas furiosos de la capital de la monarquía, entre quienes figuraban Romero Alpuente, Regato, Golfin, Moreno Guerra, Mejía, Morales y cien otros que pensaban que para convertir la España en un paraiso no habia medio mas sencillo que promover una revolucion horrorosa que eclipsase los escesos de la francesa. Para ellos una nacion era como una masa de metales que en la fragua se purifica, y se amolda á los deseos y al querer del artífice; y ni fijaban sus ojos en el atraso de los españoles, ni ciegos en los raptos de su fiebre observaban que si en la corte y en las capitales de provincia contaban admiradores y compañeros, los demas pueblos, es decir, doce millones escepto sus cien mil confederados, aborrecian las demasías. Resonaban todas las noches en la Cruz de Malta los dicterios y escarnios contra Fernando de Borbon: sus ministros no oponian remedio, y asi echaba mayores raices el aborrecimiento del monarca. Pero los oradores de Malta, que no hallaron en el ministerio un instrumento tan dócil como deseaban para sus tortuosos fines, arrancáronse la mascarilla, y corriendo el velo á las escenas pasadas, denunciaron al público los manejos atribuidos á los secretarios del despacho, los motines que habian fomentado para aterrar al príncipe y violentar sus deseos, y las condiciones 28

T. II.

dido.

de cada transaccion. Pasma verdaderamente el oir á los enemigos y vilipendiadores de la diadema de Castilla defendiendo al rey de los que debieron ser por su destino los guardianes y custodios de las prerogativas reales; y únicamente se encuentra la esplicacion en lo dificil de las circunstancias en que manejaron el timon del Estado, y en el celo de sacrificarlo todo al sostenimiento de la estátua de la libertad sacudida por las tempestades de palacio. En una esposicion elevada á FerSecreto ven- nando por la sociedad de Malta, decian sus individuos que habian contribuido inccentemente á la última farsa del mes de Noviembre, en la que se habia comprometido el crédito de la nacion, como lo probaban las circunstancias poco favorables del empréstito y otras muchas; y en la que el ministerio, tocando un sinnúmero de resortes, habia obligado al pueblo á creer que S. M. intentaba derrocar el sistema representativo. Añadian que habian visto al monarca forzado á regresar á Madrid, y á desterrar á su confesor únicamente porque los ministros le suponian contrario á la conservacion de sus destinos. "Acontecimiento inemorable, clamaban, en el que se abusó con tanta audacia del grito sagrado de la patria está en peligro, y en el que con grave perjuicio de la tranquilida pública fueron sorprendidos nuestra credulidad y nuestro patriotismo." Cuando el ministerio se vió atacado de frente por los demagogos, recurrió al decreto de las Cortes, y á la hora en que se reunian las sociedades de la Fontana y del café de Malta, la fuerza armada ocuCiérranse las pó el local, y quedaron cerrados aquellos volcasociedades panes que vomitaban contínua lava.

trióticas de Madrid.

Fermentaba la irritacion popular, trabajada no solo por los amigos de la democracia, sino tambien por varios personages del realismo, como á

Insultos al

cada paso repetimos, quienes veían en las agitaciones y la zozobra el camino mas breve para llegar á la reaccion. La idea que el vulgo habia adquirido en la Cruz de Malta de que el rey aborrecia el nuevo orden de cosas incitábale por otra parte á saludarle por despecho con el grito de "viva el rey constitucional" cuantas veces salia á paseo. En distintas ocasiones insultaron á S. M. con dicterios indecorosos, tirando tambien piedras que daban en el coche, y los guardias que acompañaban á Fernando y que presenciaban los padecimientos de las personas reales, mantuviéron- rey. se tranquilos en su puesto, no obstante su ardimiento. El rey se quejó al ayuntamiento el 4 de Febrero de 1821 de aquellos insultos, diciendo con amargura que la dignidad real habia sido hollada. Grande era el trastorno de las ideas en un pais en que el trono recurria al ayuntamiento á pedir proteccion. En la tarde del dia siguiente, al salir la regia familia de su alcázar, varios paisanos y milicianos que vagaban por la plaza esperando su salida, prorumpieron en voces descompasadas, que aunque fuesen inocentes, pesadas las circunstancias tenian la apariencia de la premeditacion: enardecidos pues algunos guardias que embozados en sus capas habian presenciado la algazara desde los grupos que formaban hablando entre sí, tiraron de las espadas y persiguieron á los gritadores atropellando á unos y sacudiendo á otros. Herido un miliciano nacional de Madrid, A cometen los y malparado un regidor á quien el ayuntamiento guardias á los habia enviado al frente de su ronda en virtud de la queja de Fernando para defender la tranquilidad pública y calmar los ánimos agitados, pusieron los comuneros el grito en el cielo contra los guardias, clamando que todo era obra de una trama de antemano urdida. Los guardias procedie

gritadores.

dias.

ron, es verdad, con ligereza; pero su ánimo no era castigar los gritos de aquella tarde, sino vengar las injurias de los dias anteriores. Traspasaron sus facultades acometiendo á los paisanos sin orden para ello, y quebrantaron las leyes. Hay en todas estas escenas una tramoya secreta en que el espectador inteligente observa detras de los bastidores visibles para el público una mano oculta que dirige el drama: quizás sea la de su autor. El hecho siguiente suministrará á los lectores copiosas reflexiones. Entre los apedreadores descolló por su rabiosa exaltacion un artesano que caido el gobierno representativo no emigró de la corte, y recibió en premio de los servicios prestados al rey una pension.

La milicia empuñó las armas, las sociedades secretas se reunieron arrebatadamente, la guarnicion corrió á los puntos destinados, y en un momento la corte presentó la imagen de un cainpo de batalla. Fuertes destacamentos de infantería y la artillería bloquearon los cuarteles de Disolucion del guardias, alli encerrados, y disolvióse el cuerpo, ocuerpo de guar- bligando á sus individuos á entregar las armas y á trasladarse con sola la espada á otros edificios, donde habian de permanecer hasta que las Cortes decretasen su estincion, continuándose entre tanto el curso de las causas. Repugnaron al príncipe las medidas con que se condenaba á su guardia entera en vez de castigar á los imprudentes que hubiesen delinquido; pero el ministerio acudió al resorte de siempre: pintó Valdés la conmocion que habia estallado como muy peligrosa; y el Consejo de Estado aconsejó igualmente al monarca la supresion del cuerpo.

La pugna de Fernando con sus ministros habia roto ya todos los lazos de la union que debia existir entre el trono y la Constitucion del Es

tado: á cada momento añadian nuevas amarguras, y el vaso lleno de hiel rebosó con esta última gota. Desesperábase el rey al considerar su situacion, y creíase tiranizado por sus consejeros responsables sin acordarse de la parte que tenia en la lucha. Quiso pues á toda costa sacudir un yugo que tanto le abrumaba, y pasando cierto dia al Consejo de Estado que se hallaba reunido espuso sus quejas, los insultos que habia recibido, y las violencias de sus secretarios del despacho, á quienes habia resuelto exonerar de sus destinos usando de las facultades que le concedia la ley constitucional. Argüelles y García Herreros en tono mesurado manifestaron al Consejo en respuesta al discurso del príncipe que si recurrian á la energía y al vigor para sostener el código que habian jurado lo motivaba la resistencia real, y enumeraron una por una las conspiraciones fraguadas por los realistas bajo la tutela y bajo los auspicios de la corona. Al oir Fernando aquella especie de acusacion salió del Consejo colérico y demudado, y en su primer arranque firmó la prision de ambos secretarios; pero su familia le representó los riesgos de semejante paso, y dilató su venganza para la próxima apertura del congreso legislativo. Del desconcierto de las primeras dignidades del Estado preciso era se originase el desencajamiento de todos sus miembros y la confusion y el caos de la anarquía.

El 25 de Febrero, cuando la comision de las Cortes, presidida por el obispo de Mallorca, anunció al rey su instalacion, manifestóle Fernando la necesidad de que la asamblea nacional adoptase las providencias convenientes para evitar los desacatos é insultos que públicamente habia recibido. Cuando el obispo refirió al congreso las palabras del monarca respondió el presidente don

Escenas que del rey al miorigina el odio nisterio.

1821.

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