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Secúndalas el embajador ingiés.

de Elío á un cambio de gobierno. Llegado el infante á la ciudad, y habiendo pasado el general á cumplimentarle, pidióle el santo en presencia del cardenal de Borbon, que, como presidente de la regencia, representaba el poder ejecutivo. Indignado el arzobispo reprendió con destemplado tono á Elío afeando su ignorancia; y aun tuvo don Antonio que interponer sus ruegos para amnansar al presidente del gobierno de Madrid, el cual salió de su paso acostumbrado por uno de aquellos sacudimientos de la naturaleza, raros en varones de su temple. Reportóse el orgulloso general, reprimiendo bajo una falsa sonrisa la cólera que á llamaradas asomaba al rostro, y reservó para tiempo mas propicio su venganza. Sin embargo, todos estos motivos no hubieran bastado para decidir á don Francisco Javier Elío á echar el guante y pronunciarse el primero contra las Cortes, si á las miserias propias no se hubieran acumulado causas estrañas.

El marques de Wellesley, hermano de lord Wellington y embajador de Inglaterra cerca del gobierno de España, habia llegado á Valencia á cumplimentar á Fernando; y aprovechándose de la discordia que reinaba tentó por medio de agentes subalternos y bajo cuerda la codicia de algunos. Ganado el auditor Gaztañaga por un amigo suyo acabó de decidir á Elío, y redactada en sentido contrario la arenga dispuesta, todo quedó aplazado y convenido con don Juan Escoiquiz, portador de mayores seguridades para los conjurados. Gaztañaga, á mas de la suma que ahora recibió, fue premiado despues con el nombramiento de alcalde de Casa У Corte.

No discutiremos la parte mas o menos directa de los ingleses en el asunto, ni nos parece probable que pensasen entonces en que la mudanza ra

yaria tan alta, que llevaria tras sí las persecuciones y la servidumbre. Pero el gobierno británico queria que no volviese á anudarse el eslabon roto de nuestras colonias americanas, y recordaria quizás aquel cálculo político de Esparta, que Herodoto refiere asi: "Cuando los lacedemonios se vieron dueños y conocieron que las fuerzas de Atenas tomaban nuevo incremento, y que de modo alguno estaban dispuestas á obedecerlos, reflexionaron que si este pueblo era libre, pesaria en la balanza tanto como ellos, y que permaneciendo en la esclavitud caeria en la debilidad y podrian manejarle.” (*) No obstante lord Liverpool de

núm. 4.)

claró en 1823 en la cámara de los lores que el up. lib. 7.

embajador británico Wellesley habia aconsejado á Fernando que jurase la Constitucion con modificaciones, y que el monarca se negó en el concepto de que era contraria á la opinion del pueblo español. Otros han atribuido á los ingleses el haber conseguido entonces del monarca que no se impusiese la pena de muerte por delitos políticos anteriores á su vuelta, y han tomado por fundamento de su aserto el perdon concedido mas adelante al pie mismo de la horca á Pablo Rodriguez, apodado el Cojo de Málaga, á ruegos del embajador de la Gran Bretaña. Mas de una vez en el curso de esta historia encontraremos á los britanos hablando en público á favor de la libertad de España, y obstruyendo en secreto las vias de alcanzar su reinado.

Preparado asi el terreno, emprendió S. M. el camino de Segorbe á Valencia, y habiendo salilido al encuentro el general Elío, pronunció un discurso en que á los mas subidos encomios de Fernando iban mezcladas las quejas mas amargas de los ejércitos españoles contra las Cortes. Tras esto, simulando un entusiasmo inocente, é inspira

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Discurso de Elio al rey.

baston.

Entrégale el do por las circunstancias, esclamó Elío: "Os entrego, señor, el baston de general: empuñadlo; (aqui S. M. contestó diciendo estaba bien en su mano; pero Elio prosiguió): empuñadlo, señor; empúñelo V. M. un solo momento, y en él adquirirá nuevo valor, nueva fortaleza. (S. M. tomó y devolvió el baston.) Dígnese V. M. darme su real mano á besar." Y el rey alargó la diestra para que su esclavo imprimiera en ella los labios que acababan de destilar aquella miel tan dulce para el tirano, * Ap. lib. 7. y tan ponzoñosa para los verdaderos españoles (*). núm. 5.) Farsa de antemano convenida, como hemos visto, para cortar de un solo golpe y por el tronco el arbol de la libertad, cuyas ramas áridas en medio de una guerra sangrienta hubiéranse tornado frondosas y fructíferas con el sol de la ilustracion popular y el copioso riego de las reformas sensatas y progresivas, hijas de la paz.

Escena entre Fernando y el cardenal de Borbon.

Pasando adelante encontró el rey cerca de Puzol al cardenal arzobispo de Toledo don Luis de Borbon, presidente de la regencia, y mandando parar el coche apeóse Fernando y se detuvo. El cardenal, que tambien se habia apeado y hecho alto aguardando que llegara el rey, tuvo que adelantarse hasta donde estaba el orgulloso monarca; y apenas se acercó volvió Fernando el airado rostro para manifestar su enojo, alargando empero la mano al propio tiempo para que el arzobispo la besara en señal de vasallage y sumision. Por espacio de seis ó siete segundos hizo el rey varios esfuerzos para levantar la mano, y el presidente de la regencia para bajarla y no besarla : hasta que cansado el déspota de la resistencia del cardenal, y pálido de cólera, estendió el brazo, y presentando la diestra dijo al presidente con sumo imperio: "Besa." Inclinóse el débil don Luis, y selló con su boca aquella fórmula de humilla

ción y abatimiento, imagen del triunfo del partido absolutista. El príncipe, despues de haber dado algunos pasos atrás, recibió igual homenage de varios guardias y personas de la servidumbre, y sin prestar oido al presidente le volvió la espalda y subió en el coche. "Triunfaste, Fernando, esclamaba al dia siguiente Lucindo; y desde este momento empieza la segunda época de tu reinado."

Abril de 1814.

Entra el rey en Valencia.

Entró pues el monarca en la ciudad que baña el Turia el 16, tirado tambien su coche por la muchedumbre, que á oleadas se precipitaba á disputarse el honor reservado á los caballos de arrastrar á su dueño. Desde aquel punto dió el santo y la orden, con desprecio de las Cortes y del presidente de la regencia, condenado á desempeñar un papel en estremo desairado. Al dia siguiente asistió S. M. en la catedral á un magnífico TeDeum, rodeado de sus consejeros y favoritos, y de tantos grandes y prelados que no cesaban de llegar para asediarle en su trono, y ocultarle con el espeso humo de los inciensos el negro porvenir que á lo lejos se divisaba, y que presagiaba las futuras revoluciones que asolarian la tierra patria. Por la tarde presentó el general Elío al monarca los oficiales de su ejército, y preguntóles en alta y fuerte voz: Juran ustedes sostener al rey en la plenitud de sus derechos ?" Y respondieron todos: "Sí juramos." Acto contínuo besaron la mano al príncipe, y en- cito. tre los plácemes y gratulaciones de los palaciegos retirarónse ufanos con los grillos y la argolla que ellos mismos se habian puesto. Por aquellos dias distribuyéronse fuertes sumas, procedentes de cuatro millones de reales que facilitaron al rey en clase de préstamo, hay quien dice que los ingleses, y quien afirma por el contrario que algunos grandes. Tan solo podemos asegurar que varios 4

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T. II.

Juramento de segundo ejér

los oficiales del

individuos de la primera nobleza presentaron al rey voluntarios y cuantiosos dones para que por falta de fondos no se malograse la empresa, enRegalos de los tre los cuales se contó el marques de Dos-Aguas, grandes. que adornó el presente de ricas piezas de holanda con una crecida suma en dinero efectivo..

Madrid.

Mientras corrian los sucesos en Valencia tan á sabor del partido realista, ardia en Madrid la fragua con mayores creces, soplando los conjuraFragua de dos el fuego con todo su poder para reducir á cenizas al bando contrario en el esfuerzo de una llamarada. Apuntóles San Carlos la idea de elevar al rey una representacion firmada por los diputados que les eran adictos, pidiendo el restablecimiento del despotismo; porque solicitado asi por los representantes mismos de la nacion, dábase un barniz de legalidad á la conducta del monarca. Don Bernardo Mozo Rosales, autor de las anteriores conspiraciones, conocido despues con el título de marques de Mataflorida, urdió los hilos de la trama con el auxilio de los frailes de Atocha, en cuyo convento se celebraron las reuniones: trama que encubierta á todos los ojos con el mayor cuidado, apenas se traslució en sus principios. Redactado el escrito en 12 de Abril, y apoyado primero por pocos, aunque despues reunió sesenta y nueve firmas, desapareció de la villa madrideña el futuro marques de Mataflorida, partiendo á las márgenes del Turia, acompañado de otros diputados, á depositarlo en las reales manos, desRepresenta- pues de haber protestado contra todo lo que resolcion de los 69 vieran las Cortes, como él mismo dice en su es

persas.

1814.

posicion otra vez citada. Contenia aquella obra "un elogio de la monarquía absoluta, hija de la razon y de la inteligencia, segun alli se espresaba, y subordinada á la ley divina;" pero concluía para demostracion de la consecuencia de sus auto

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