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La segunda parte del dictámen era una acusacion vaga contra los secretarios del despacho, en la que sin marcar hechos dignos de llamar la atencion de las Cortes se acumulaban sospechas traidas de los cabellos, y se concluía pidiendo al monarca la reforma del ministerio. La asamblea, que Segunda par- debia concretarse á tratar los puntos señalados por te del dictámen el trono, no estaba autorizada para examinar la conducta del gobierno, pues el mensage real hablaba solo de los escándalos de Andalucía, sin decir que se investigasen las causas que los habian producido, aun en el supuesto de que tuviesen origen en las faltas de los gobernantes. Asi es que él ministro de Estado dijo: "El rey nos ha mandado que si no se nos hacen cargos mas graves que los del dictámen nos retiremos: pues no debemos responder sino cuando se nos exija la responsabilidad en los términos que prefija la ley." El dia como era de esperar fue borrascoso: la oposicion, siempre injusta, siempre ciega, calificó de capcioso el mensage del rey: y el secretario de la Gobernación, en prueba de la intolerancia de los partidos, declaró los riesgos inminentes que corria su existencia. Despues de recíprocas acusaciones y de vehementes réplicas la comision reformó su dictámen, limitándose á asegurar al príncipe que el ministerio habia perdido la fuerza moral, y á rogarle que adoptase en su virtud las medidas que juzgase oportunas. Ciento y cuatro votos contra cincuenta y nueve aprobaron esta resolucion: tanto habia subido el termómetro de las pasiones políticas en aquel congreso, donde habian brillado la prudencia y la mesura en repetidos casos. El monarca contestó que el asunto era espinoso, y que meditaria lo que debia hacer.

Cuando las Cortes dieron al regio mensage su primera respuesta, imprimiéronse uno y otro do

cumento en gaceta estraordinaria, y los ministros la remitieron á Andalucía, ordenando al gefe político y al comandante general de Sevilla que entregasen el mando á sus sucesores. Mas lejos de obedecer promovieron otro tumulto, y despacharon un estraordinario á la corte portador de otra representacion, en la que despreciando el acuerdo del congreso nacional insistian en no obedecer, y se negaban á recibir á los nuevamente nombrados. En Cádiz intentaron reparar las fortificaciones: Moreno Guerra propuso las medidas mas violentas: confederáronse con los de Sevilla para tener dispuestas las tropas, no obstante que el segundo batallon de la Princesa se habia pronunciado contra los alborotadores, y de todas las ciudades sublevadas llegaron al puerto comisionados pa ra centralizar la resistencia y triunfar del gobierno. El mismo Jáuregui se atrevió á escribir una carta al rey acusándole de las desgracias de la patria, y haciendo alarde de su desobediencia: tanta era la imprevision de un hombre honrado y sin tacha en los demas negocios del Estado.

Dieron los ministros cuenta á las Cortes del escrito de Sevilla, y levantáronse indignados á defender las leyes Ramonet, Toreno y Martinez de la Rosa; y acalorado Calatrava manifestó que preferia mil veces la muerte al triunfo de aquellas doctrinas. Notables por su exactitud son algunos pasages de Martinez de la Rosa. "Las autoridades de Sevilla no piden, no suplican, amenazan, continuando en su desobediencia á la Constitucion y á las leyes que tanto decantan amar. Dicen: si no se condesciende con lo que nosotros queremos, se encenderá la guerra civil; y no dejan mas alternativa que la de salirse con sus intentos ó proclamar la lucha anunciada. ¿No es esto el colmo de la osadía? ¡Infelices de nosotros 35

T. II.

Carta de Jáu

regui.

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si nos dejamos llevar de este patriotismo aparente! Vendriamos á caer indudablemente y á pasos contados en la anarquía, y lo peor de todo es que erigiriamos en sistema la misma anarquía. La nacion no puede volver al despotismo antiguo sino por el camino de la licencia. Esta es una verdad que debe resonar en todos los ángulos de la monarquía, y grabarse en el corazon de cuantos aman el gobierno representativo." Y mas adelante: "Desgraciados los pueblos en que se desprecien semejantes maniobras y no se eviten con tiempo: caerán sin remedio en la anarquía, de la que nace siempre el despotisino; pues las leyes morales son tan exactas como las fisicas, y la licencia, el desorden y la tiranía forman un círculo perpetuo." Las Cortes, convencidas con el anuncio de estas eternas verdades, resolvieron por una gran mayoría que se formase causa á todos los que hubiesen firmado la representacion de Sevilla, y principalmente á las autoridades.

La conspiracion anárquica, que habia estallado Estiéndense en Andalucía y saltado á distintos puntos del los desórdenes. reino, salió victoriosa en Cartagena, en cuya plaza pública juraron los amotinados odio á los secretarios del despacho, y proclamaron entre vivas y brindis la independencia del puerto. Los sediciosos mezclaban al mandato de exonerar un ministerio que habia perdido la confianza de la nacion, como ellos decian, el deseo de despojar de los empleos y encarcelar á los que tenian por sospechosos, enjuiciar á los culpables y ejecutar á los facciosos. Tambien en la Coruña, donde el gobierno habia enviado al brigadier don Manuel Latre en reemplazo del general Mina, que estaba al frente de los hombres mas ardientes, tremolaron estos el pendon de las revueltas, y maltra

tando al nuevo comandante general, devolvieron el baston del mando á Mina. Pero Latre, escapándose de repente para no verse obligado á sucumbir del todo y para no hallarse aislado en aquella ciudad, recorrió los lugares vecinos de mas importancia política y desplegó tanta firmeza, actividad y acierto, que logró arrastrar á la milicia nacional y á casi todos los pueblos de la provincia á la causa de la verdadera libertad. Entonces se dispuso á marchar sobre la capital: Mina, presagiando el desenlace de los sucesos, se sometió á las órdenes del ministerio, partió al punto de su destierro, y Latre entró triunfante y respetado.

La victoria de la Coruña desconcertó á lcs andaluces, que contaban con una sublevacion general para derribar la ley vigente y ampliar sus bases, como llevamos dicho. Al propio tiempo cobró aliento con ella el ministerio, angustiado por no poder oponer numerosos batallones á los rebeldes, á causa del escaso número de que constaba el éjercito, y por las penurias del erario, de dia en dia mas agotado. Al ministro de Hacienda Barata habia sucedido don Angel Vallejo, que encontró las arcas vacías y el crédito moribundo: el empréstito de doscientos millones autorizado por las Cortes solo habia producido sesenta; y obligado á admitir la oferta del estrangero, por dura que fuese, firmó las condiciones mas onerosas é injustas, cediendo á la irresistible ley de la necesidad. Reanimados ahora los secretarios del despacho con las ventajas obtenidas en las Cortes y en la Coruña, y con la estincion de la peste que habia cesado con el invierno, fijaron los ojos en el restablecimiento del orden en Andalucía, donde enviaron tropas al mando del marpues de Campoverde para mudar las guarniciones que no

habian defendido el imperio de las leyes y someter á los sublevados.

Mas el príncipe débil, que hoy se arrepentia del rasgo de atrevimiento á que ayer le habian inducido, inconstante, sin mas idea fija que su amor al despotismo, pugnando entre los amigos sabios que le aconsejaban dirigir todos sus esfuerzos á la reforma de la Constitucion con la ayuda del congreso, y los que mas conocedores de su corazon le apremiaban á fomentar las conspiraciones absoConsulta el lutistas, consultó el mensage de la asamblea con rey al Consejo el Consejo de Estado. Asi en vez de resistir á la

de Estado.

1821.

anarquía, que iba á quedar aherrojada en breves dias, cedíale el terreno para inutilizar los resultados del triunfo y hacer fluctuar contínuamente la nave pública entre cien escollos. El Consejo, donde se sentaban don Pedro Ceballos, el cardenal de Borbon arzobispo de Toledo, don Francisco Javier Castaños y otros muchos, cuya vida política hemos descrito, opinó en 29 de Diciembre con asombro general que el monarca debia ceder á las instancias de la asamblea representativa y exonerar de sus destinos á los secretarios del despacho. Y Fernando, sacrificando á unos hombres que tanto habian defendido las prerogativas de la corona, firmó el reemplazo de cuatro ministros en 8 de Enero de 1822: sin embargo el ministerio Exoneracion no quedó constituido hasta la apertura de las nuevas Cortes, y pasó el timon á manos interinas, rehusando los ahora nombrados tomar el gubernalle. Para colmo del desacierto espresaba el monarca en el decreto de exoneracion "que cedia á las circunstancias, quedando satisfecho de los buenos servicios de los ministros, de su adhesion al código político, de la lealtad á su persona y de su celo por el bien público." Apenas habia dado el rey un paso tan falso y tan funesto para la

del ministerio.

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