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res, pidiendo "se procediese á celebrar Cortes con
la solemnidad y en la forma que se celebraron las
antiguas." Llamóse á esta representacion la de los
persas, porque su comienzo, tan ridículo como
impropio, decia asi: "Era costumbre en los anti-
guos persas pasar cinco dias en anarquía despues
del fallecimiento de su rey, á fin de
á fin de que la espe-
riencia de los asesinatos, robos y otras desgracias
los obligase á ser mas fieles á su sucesor." (*). Jo-
ya preciosa para los consejeros del monarca, que
recogiéndola con afan como el mas rico diamante
del trono, pensaron que le devolvia su antiguo
brillo, puesto que nacida en las minas del poder
popular deslumbraria por su origen, y engastada
á aquella diadema de derecho divino, amalgaba
opiniones opuestas. Creó Fernando una cruz parti-
cular para remunerar á los diputados persas.

Las escenas de Valencia hasta ahora referidas, y las que se siguieron hasta el hundimiento de las nuevas leyes, penetrando en el salon de la asamblea nacional, alarmaron á los diputados liberales. Para adoptar las medidas de salud que reclamaban las circunstancias celebráronse varias sesiones secretas; y en la de 6 de Mayo, la mas borrascosa de esta asamblea de corta existencia, el ardor de las pasiones y la desesperacion del peligro despeñaron á los representantes del pueblo en estremos dignos de vituperio. El olvido de la opinion pública, nunca nos cansaremos de repetirlo, y del estado de la nacion, cegó sus ojos con triple venda, y no conocieron que cuando la atmósfera está cargada de electricidad y formada la borrasca, no hay en el mundo conjuros que la contengan y eviten su esplosion. El orador mas brillante del congreso, don Francisco Martinez de la Rosa, tan mesurado con el tiempo, dejóse llevar de un ardimiento no acostumbrado, de que mas de una vez se

:

(* Ap. lib. 7. núm. 6.)

1814.

Martinez de la
Rosa en las
Cortes.

habrá reprendido á sí mismo, amaestrado por la esProposicion de periencia, é hizo la indicacion, admitida en primera lectura, de que el diputado que propusiese alguna adicion ó reforma en el Código de 1812 hasta pasados los años prescritos de puesto en práctica en todas sus partes, fuese condenado á muerte. Pero las Cortes no creían aun que Fernando quisiese destruir de raiz su obra, sino mutilarla; y no osaron jugar el dado á tan peligroso azar y aventurar sus vidas. Demasiadamente confiados en la pureza de sus intenciones permanecieron tranquilos, sin preveer que sus palabras, pronunciadas en la efusion de sus corazones, eran cuidadosamente recogidas por los Judas de la asamblea, y trasmitidas á Valencia para aumentar las listas de proscripcion. Limitáronse pues á escribir de nuevo dos cartas, manifestando al rey el deseo que tenian de verle sentado en el trono y los riesgos de la tardanza; mas no habiendo merecido respuesta, discutieron con mucha calma el modo de recibir á Fernando á su entrada en la capital, y al tiempo de prestar el juramento, cual si aquellas ilusiones pudieran detener el rayo que ainagaba desprenderse de las nubes formadas por el humo de las adulaciones. Para mayor pompa trasladáronse del teatro de los Caños del Peral, donde tenian sus sesiones, á la casa de estudios y convento de Agustinos calzados de doña María de Aragon, decorando con mas lujo y magnificencia el salon destinado á tan grandiosa y sublime ceremonia. Verificaron la traslacion el 2 de Mayo, dia en que se celebraba la primer fiesta nacional en conmemoracion de las víctimas de 1808, libertando sus cenizas del olvido en que yacían, y depositándolas en urnas fúnebres para que sirviesen de estímulo y ejemplo á los venideros. Al abrirse las puertas de aquel edificio en dia tan triste, y que tantos horrores recordaba, pareció presa

1814.

giar nuevos lutos á la patria, y vaivenes y desastres todavía mas lastimosos.

Entre tanto los consejeros de Fernando unidos á los hombres furibundos agrupados en Valencia, y sobre todo al general Elío, seguian discutiendo en juntas secretas sus planes, cerrada ya la entrada en el Consejo al duque de Frias y al general Palafox, que habian manifestado opiniones constitucionales. Versaban entonces los debates no sobre los grados de libertad que habia de gozar el pueblo español, pues resueltos estaban á estinguir hasta su nombre, sino sobre el nodo de disolver las Cortes, y apagar de un soplo la antorcha de las leyes. Sostenian los unos que debia sin rodeos abolirse la Constitucion, y proclamarse la tiranía lisa y llanamente; mientras otros, mas astutos que sus compañeros, ocultando su corazon de trigre bajo la piel de la oveja, opinaban que debia colorarse la abolicion con halagüeñas promesas, aunque con ánimo de nunca cumplirlas, porque asi no se esponian á un primer arranque, y fiaban al tiempo la calma de los partidos. Agradó al rey el dictamen de los segundos, y encargó á don Juan Perez Villamil v á don Pedro Gomez Labrador que redactasen el decreto en este sentido: hiciéronlo asi, sirviéndoles de amanuense don Antonio Moreno, ayuda de peluquero, y en seguida consejero de Hacienda; y rubricado de la real mano llamaron al impresor menos conocido de la ciudad, de nombre Francisco Brusola, quien comprado su silencio con promesas y amenazas, juró guardar secreto, é imprimió el manuscrito con el mayor misterio. Mucho contribuyó á la resolucion adoptada la representacion de los persas, que en medio de sus elogios al despotismo, concluía con la hipócrita súplica de pedir nuevas Cortes, no porque las deseasen los que alli firmaban, sino para acallar con este engaño el grito de los

Consejos de Valencia.

pocos hombres ilustrados que contaba España. La caida de Napoleon, sabida entonces, acabó de confirmarlos en su propòsito; porque si era impolítico á los ojos de algunos banderizar á los ciudadanos en presencia del enemigo comun, y se contenian con tan poderoso freno, desaparecian ahora todos los peligros despues de su destronamiento.

Seis años de revueltas y de anarquía en que la democracia habia asaltado el poder, la prensa, aunque mal dirigida, atacado los abusos antiguos, y en que habia reinado la igualdad de hecho, puesto que los individuos mas oscuros de la sociedad se adornaron con bordados y fajas, habian consumado una revolucion en la práctica, aunque en la teoría distasen los españoles de su aplicacion, gracias á la ignorancia de tantos siglos. Los cortesanos debieron haber dado mas importancia á los sucesos pasados, y haber previsto hasta qué punto podrian influir en lo futuro. Pero "proclamado Fernando, como dice Mr. Carné, por una insurreccion popular, libertado de su cautiverio por una guerra nacional, era el símbolo del odio contra Godoy y Bonaparte, y el emblema de los gloriosos recuerdos de la lucha cuya bandera habia sido; y por esta razon se creyó fuerte con toda la energía de la nacion que le rodeaba. Escapóse á la prespicacia del príncipe que los pueblos solo reinan un dia, y que en la paz que iba á seguirse era necesario recurrir á los intereses permanentes. "

Conservaron secreta la medida sancionada, y ufanos sus autores con la victoria obtenida, dedicáronse á combinar los medios que dictaba la prudencia para el dia en que saliendo á luz el decreto, sepultase las instituciones liberales bajo el pavimento del salon de doña María. El cardenal de Borbon y su ministro de Estado, limitados al escaso honor de informarse de la salud del mo

Inaccion del

narca; sin poder alguno desde que éste tomó las riendas que le entregó la diestra de Elío, vieron pasar desde su alojamiento el torrente destructor presidente de sin oponerle diques que hubiera saltado, y con- la regencia. tentáronse con participar á la regencia lo que pasaba. Ni cabia mayor resistencia en la flojedad de sus ánimos y torpeza de su entendimiento en un tiempo en que el ingenio mas brillante y el espíritu mas denodado hubieran temido lanzarse en aquella avenida, cuando de todas partes se derrumbaban las aguas de la adulacion á acrecer su corriente, que todo lo arrebataba.

Mientras que el rey se restablecia de un ataque de gota que habia sufrido en Valencia, acercábanse á Madrid numerosas tropas á las órdenes de don Santiago Wittingham, quien gefe de la caballería de Aragon, habia seguido á la familia real por su mandato. Y habiendo entrado en Guadalajara Wittingham el 30 de Abril, y preguntádole la regencia quién le habia ordenado acercar sus tropas á la capital, respondió que el rey, por conducto del general Elío. Respuesta era esta para romper la venda que ofuscaba á los diputados del bando reformador, y para que anteviendo el trágico desenlace fiado á las bayonetas, salvasen sus personas del peligro que corrian; mas no cabiendo en sus pechos tanta ingratitud, creíanla imposible en la naturaleza humana, y daban al desprecio y al olvido los avisos y amonestaciones de sus amigos.

Custodiado por una division del segundo ejército, mandada por su general en gefe don Francisco Javier Elío, salió el rey de Valencia el 5 de Mayo en compañía de los infantes don Carlos don Antonio, de los consejeros de Valencey, y de algunos grandes de los que se habian agregado en el camino. El cardenal de Borbon y don

y

1814.

Acércanse lastropasá Ma

drid.

Sale Fernando de Valen

cey.

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