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Escena del sable de Riego.

ría de Aragon. La asamblea nacional resolvió que hiciese alto enfrente del salon de sus sesiones, y que una diputacion acompañada de cuatro maceros del congreso, y compuesta del comandante y de un individuo por clase, se presentase en la barra á recibir del presidente un ejemplar del código gaditano, que deberia conservar el cuerpo, y leer todos los años el 16 de Marzo en conmemoracion de este dia. Y puesto que estaba mandado dar á todo el ejército el leon por enseña, el ministro de la Guerra remitió uno de bronce á las Cortes para que lo regalasen á los de Asturias, que deberian usarlo desde entonces, juntamente con sus banderas. La guarnicion, representada por individuos de todas graduaciones, recibió al batallon de Riego en la puerta de San Vicente, y atravesando las calles al son de su música y de los entusiasmados vivas de los madrideños se dirigió á la plaza de doña María conforme al ceremonial convenido; y al tiempo de poner el vice-presidente Salvato el libro de la Constitucion, cerrado en una hermosa caja de caoba, en manos del comandante de Asturias, se desciñó éste el sable que llevaba, y diciendo que era el mismo que blandió don Rafael de Riego en las cabezas en el memorable dia en que lanzó el grito de libertad, lo entregó al vice-presidente.

Los amigos de Riego pretendian que se colocase en el salon aquel acero; pero los hombres mas reflexivos conocieron la ridiculez de verificarlo, puesto que no habia brillado en heróicos combates, ni triunfado de ejércitos poderosos, sino que solamente se habia distinguido en ser el primero que relució con fortuna en pró de la causa nacional, ya que los de Lacy y Porlier carecieron de ella. Contentáronse pues las Cortes con mandar que se devolviese á Riego para que con él defendiese la

Constitucion, reservándose las mismas su propiedad para que á la muerte del caudillo se depositase en la armería nacional, despues de haber grabado en la vaina el acuerdo del congreso, y espresado alli que pertenecia á la patria. Tambien en la sesion del 19 fueron declarados beneméritos los Marzo de 1822. héroes ensalzados por los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado muertos en Villalar en defensa de las franquicias de Castilla, mandando inscribir sus nombres en el salon de las sesiones, y levantarles monumentos públicos. Ya en el año anterior, y al tener nacimiento la sociedad de los comuneros, publicaron estos que habian encontrado los sepulcros de aquellos mártires políticos, y exhumaron sus huesos con mucha pompa y festejos, acudiendo á la fúnebre ceremonia milicianos voluntarios de casi toda Castilla. Con iguales distinciones honró la asamblea los nombres de Lanuza, Heredia y Luna, sacrificados por la tiranía en Aragon.

Las opiniones manifestadas por las Cortes y la conducta de los palaciegos, encendiendo con nuevo brio la discordia y aumentando el ardor de los inquietos, inspirábanles nuevos atentados en las ciudades de provincia, donde la desunion y pugna de las guarniciones, como hemos apuntado, daban campo á contínuos choques. En Valencia, la rabia contra el general Almodovar y contra el gefe político Plasencia, sostenedores del orden, concentrábase contra los artilleros del segundo regimiento, que á fuer de buenos soldados obedecian á las autoridades constituidas. Insultados á cada paso aquellos militares por la desbordada plebe rayaba en heroismo su sufrimiento; pero en la noche del 17 de Marzo, cuando un concurso numeroso acompañaba á causa de su armoniosa música la retreta de los artilleros, algunos mal intencionados apedrearon el piquete, y aun quisieron obligarle á detenerse en

Refriega de los artilleros en Valencia.

1822.

1822.

frente de casa del coronel y á victorear á Riego.
Los soldados, ardiendo de cólera contra la gente
bulliciosa que asi los afrentaba, dejáronse llevar
culpablemente de su furor, é hicieron fuego y dis-
persaron á la muchedumbre causando varios heri-
dos. Las señoras y los ciudadanos pacíficos que ha
bian acudido al incentivo de la música, desbanda-
dos
y llenos de horror, ignoraban la causa del ata-
que, y culpaban al piquete en el primer hervor de
la sorpresa. El autor de la trama, encaminada á
conseguir la salida de los artilleros, fue, segun
el parte de Plasencia al gobierno, un regidor de
aquella ciudad.

Dada cuenta á las Cortes de tan triste acontecimiento, los diputados mas ardientes quisieron que el ministerio exonerase del mando á Almodovar y á Plasencia; y habiéndose negado á ello los secretarios del despacho, resolvió la asamblea enviar un mensage al rey pidiéndole que nombrara empleados amigos de la libertad, y que fomentara el gobierno en todas partes la milicia voluntaria. No satisfechos los representantes de la nacion con aquella medida, decretaron en 25 de Marzo haber lugar á la formacion de causa contra el gefe político Plasencia, por haber suspendido de sus funciones á un alcalde que se negó á darle cierto testimonio de una sumaria gubernativa. ¡Tan ciegas son las pasiones! Al ver la resistencia del gobierno á quitar el mando antes de este acuerdo á las autoridades de Valencia, un diputado dijo: que esto era autorizar al pueblo para que se hiciese justicia con el puñal.

Mas funestas aparecieron las turbulencias de Pamplona el 19 del mismo Marzo, en que los paisanos y el regimiento de Hostalrich se batieron en Discordia de las calles en sentido opuesto, pues aqui eran los soldados los que obligaban al vecindario á pro

Pamplona.

rumpir en vivas á Riego, mientras la milicia gritaba viva Dios. De tan sangrienta refriega resultaron, segun los partes oficiales, veinte muertos y treinta heridos, no obstante que la fama pública duplicó el número. El congreso mandó el desarme de la milicia voluntaria de Pamplona, y el general Lopez Baños partió á llevar á cabo la orden y restablecer la paz. En el curso de la discusion un representante del pueblo declaró que la Francia fraguaba aquellas escenas para modificar el código de Cádiz, y Argüelles, que no debia ignorar los escándalos de Bayona, prorumpió en invectivas contra el gabinete de las Tullerías porque aumentaba el cordon sanitario, y trabajaba desde 1820 en establecer entre nosotros dos cámaras; palabras que en boca de un ex-ministro de la época que citaba fundábanse en el conocimiento oficial de los hechos.

El drama representado en Andalucía repitióse en Cartagena, donde enviado á mandar las arAnarquía de mas el brigadier Peon, no solo no obtuvo el mando, Cartagena. sino que se vió forzado á salir arrebatadamente y al través de mil peligros. Formada la milicia y sublevado el vulgo, querian poner fin á sus dias bajo frívolos pretestos; y costóle grandes dificultades la fuga en medio de la embriaguez que reinaba, teñida con el colorido de amor á la patria. A tan atroz atentado siguieron las representaciones, y hasta las mugeres se quejaron al gobierno del nombramiento de Peon, trocando de este modo las útiles labores que hermosean su sexo, y los dulces afectos que constituyen su encanto, por las pasiones revolucionarias que horrorizan al mundo, retratadas en el fiero rostro de un tribuno.

aun

Turbulenta y en estremo desmandada se presentaba tambien Barcelona, cuya numerosa plebe, dominada por el espíritu de democracia, imponia 39

T. II.

1822.

cia de Barcelona.

leyes á las autoridades de la provincia, ó se negaba á obedecer las que dictaba el gobierno. Habiendo renunciado en Febrero su destino el teniente coronel de la milicia Llinás, hombre inquieto y sedicioso, el ayuntamiento en virtud de sus facultaInsubordina- des nombró otro individuo; mas Costa, que era el cion de la mili- coronel del cuerpo, se negó á admitirlo, y opuso la fuerza al decreto de la autoridad municipal. Entonces el gobierno, apoyado por la tropa y por los cañones, dispersó á los que asi desconocian sus deberes, y la ley recobró su prestigio. En los primeros dias de Abril la sociedad patriótica que se reunia por las noches cometió repetidos escesos, llegando al estremo de herir en su recinto y derramar la sangre de un miliciano bajo pretesto de que era servil: el gefe político suspendió el 9 la sociedad, y el vulgo quiso impedirlo; pero acobardóse, y cedió el campo á la firmeza del magistrado. Por aquel tiempo publicábase en Madrid un folleto tiEl Zurriago tulado el Zurriago, y en Cádiz otro con el nombre

y el Gorro.

del Gorro, que no solo tendian á disfamar las opiniones de los liberales verdaderos, sino que desquiciaban el edificio social predicando la sangre y el esterminio como medios de triunfo en una nacion donde cada mitad pertenecia á un partido. Justos sin embargo con todos, debemos desmentir la calumnia tantas veces repetida de que los editores del Zurriago, Mejía y Morales, estaban vendidos al oro estrangero; ambos pelearon por la libertad hasta el último aliento de esta, y murieron lejos de su patria. Para condenar sus doctrinas no es necesario calumniar sus personas.

Las Cortes discutieron las bases de la siempre empobrecida hacienda, la distribucion del medio diezmo, los presupuestos, y declararon por unanimidad en 3 de Abril marcha nacional y de ordenanSiguen las za el himno de Riego. El 27 aprobaron, como he

1822.

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