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de la ciudadela de Valencia.

char sus amenazas al hermano del monarca. La milicia, arrollada por unos, intimidada por otros, y sin fuerzas bastantes para combatir á todos, desistió del ataque y se retiró ordenadamente, sin que sus contrarios tomasen de aqui ocasion para mayores atrevimientos. El general Zayas, que se hallaba en palacio y que pasaba plaza de confidente, no pudo contener su enojo al oir aquellas inútiles demostraciones que comprometian la dignidad del trono y no conducian á cosa alguna sino es á aumentar la irritacion de los anarquistas, y asi lo manifestó francamente á Fernando, que le despidió con ceño.

Mientras acaecian estos escesos en la dorada orilla del Tajo, otros mas trágicos y sangrientos se desenvolvian en las floridas márgenes del TuSublevacion ria. Un piquete de artillería, destinado á hacer la salva de costumbre en los dias de San Fernando, entró en la tarde del 30 de Mayo en la ciudadela de Valencia, donde yacía encerrado el general Elío, y levantando el puente levadizo, prorumpió en vivas al rey absoluto y al mismo Elío. El gefe político Vila y el comandante general Clarke se presentaron en la puerta de la fortaleza y trataron de disuadir á los sublevados de su temerario empeño; pero estos desoyeron la voz del consejo, y firmes en su locura se entregaron á la alegría, confiados en que la ciudad se levantaria á favor suyo, y en que aquella noche recibirian poderosos refuerzos de los pueblos vecinos. Elío conoció al momento que los artilleros habian sido víctimas inocentes de la ignorancia ó de la astucia; y sumiéndose otra vez en el calabozo se negó á tomar parte alguna en tan descabellada empresa. Los oficiales de artillería habian publicado por aquel tiempo varios folletos defendiendo el orden público y zahiriendo con gracia y

acrimonia á las cabezas de los motines, ó á los que desde detras de un mostrador los dirigian y empujaban. Sobresalia en primer lugar La Cimitarra del soldado musulman por la semejanza de los retratos y por la soltura y facilidad del pincel; inferior en mérito, pero no en atrevimiento, veía tambien la luz pública el titulado Las Despaviladeras. Atribuíase el primero al artillero Madrazo, y era autor del segundo otro oficial, que sabida la rebelion de los artilleros se suicidó de un pistoletazo porque conoció que sus enemigos tomarian justamente pie de ella para argüirles de amigos de la tiranía. El regimiento de Zamora y los batallones de la milicia nacional circunvalaron la ciudadela, apoderándose de los edificios que la dominaban: publicóse la ley marcial, concediendo media hora á los rebeldes para entregarse á las autoridades, y estos, mandados por un soldado sentenciado la víspera á diez años de presidio, despreciaron el tiempo concedido. La noche volaba, los refuerzos no parecian, y el descuido de no haber tomado los edificios inmediatos no solo los estrechaba, sino que con el dia iban á encontrarse al descubierto de los fuegos enemigos, y por consiguiente no podrian acercarse á los cañones sin caer fusilados por la milicia. En semejante conflicto presentáronse al general Elío y le suplicaron que se escapase, aprovechando los breves instantes de vida que le quedaban: resistióse el preso, y respondió que no habiendo tenido parte en aquel alzamiento no debia recelar desinan alguno, y perinaneció en su encierro. A las cuatro y cuarto de la mañana del 31 rompióse el fuego por todas partes, y á las siete ya enarbolaron los rebeldes la señal de parlamento y se entregaron sin condiciones. El comandante general dispuso que los de Zamora ocupasen la ciudadela; pero

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mientras se les comunicaba la orden arrimaron escalas á la fortaleza varios paisanos de la partida de Beltran y de Borrasca, juntamente con los milicianos del segundo batallon de la milicia voluntaria, y escalando el fuerte penetraron en su recinto. El ansia de encontrar á Elío, que era la víctima que buscaban, les hizo humanos con los artilleros, á quienes prendieron en el acto, y derramándose por el fuerte saquearon la armería: entre tanto el gobernador compró la vida de Elío con veinte onzas de oro que el general llevaba en un cinto, (* Ap. lib. 10. como dice en su manifiesto (*), y que entregó núm. 3.) á uno de los gefes de los asaltadores. El esplendor del oro humanizó sus empedernidos corazones, y tras ladaron á Elío desde el almacen de pólvora, donde se habia refugiado por no juzgarse seguro en su encierro, al calabozo donde le custodiaron hasta que llegó el regimiento de Zamora. Segun lo prevenido en las leyes decretadas por las Cortes anteriores formóse un consejo de guerra compuesto de los oficiales de la milicia que habian tomado la ciudadela, y murieron arcabuceados los sediciosos artilleros unos tras otros: tambien se vió envuelto en el proceso el general Elío, y mas adelante apuntaremos su curso y funesto resultado.

Los acontecimientos de Aranjuez habian exasperado con fundamento á la asamblea legislativa y encolerizado á los mas ardientes diputados: el Efecto que vaso de la indignacion estaba lleno, y la revuelta producen en las de Valencia fue la gota que faltaba para que reteriores revuel- bosase y se derramara por los corazones de sus in

Cortes las an

tas.

1822.

dividuos. El 3 de Junio los ministros fueron llamados al congreso: las pasiones hablaron en vez de la razon y la templanza, y representáronse escenas indignas de aquel sitio y desconocidas hasta entonces. Beltran de Lis acusó al ministro de la Guerra de estar complicado en el plan que se ha

bia formado para destruir la Constitucion, y osó pronunciar en el santuario de las leyes "que la sangre de Valencia pedia su sangre." Martinez de la Rosa, tomando entonces la defensa de su compañero con el calor y la vehemencia propia del momento, refutó las razones del diputado, y le llamó calumniador porque sin pruebas tachaba la conducta del secretario de la Guerra. Las tribunas, alborotadas con aquel ardimiento, murmuraban cuando hablaban los ministros, y aplaudian las doctrinas exageradas de los amantes de la revolucion; y porque el presidente las llamó al orden cumpliendo con su deber, un diputado esclamó: "el congreso sigue los pasos del gobierno, encaminados á sufocar el espíritu público." La tempestad rugía, y en vano se esforzaba para conjurarla el ministro de Estado: se querian medidas violentas; se queria que las tropas nacionales tratasen como enemigos á los pueblos que diesen auxilios á la faccion; que fuesen juzgadas militarmente las autoridades de los lugares donde hubiese habido reuniones de facciosos, y que se suprimiese el convento donde hallasen abrigo los rebeldes. Mas los partidos, en medio de su volcánico arrebato, no osaban aun provocar entre sí un rompimiento, porque todos presagiaban el próximo estallido, y esperaban el dia de la lucha para salir á la arena.

Enemigos del desorden los representantes mas juiciosos defendian la causa del gobierno; pero sin desconocer el peso de las razones alegadas por los oradores mas ardientes. Con efecto, un tribuno de Lorencini habia á principios del mes anterior descorrido el velo á las tramoyas de la pastelería de Bayona, declamando contra el rey que las dirigía; y el mismo agente de Fernando, Morejon, quejábase por entonces en carta á Mataflorida de esta circunstancia, que atribuía á la publicidad que da

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cés.

1822.

ba Eguía á los negocios. Necesarias pues fueron toda la circunspeccion y habilidad oratoria de los ministros para evitar los fundados cargos al monarca y su familia, que pugnaban por salir de todos los labios, que eran la verdadera piedra de escándalo de cuantos amaban la libertad, y que en cualquier otro pais, en cualquier otra época hubieran producido un trágico desenlace.

La licencia ganaba terreno á cada paso, ó bien se buscase en las bandas rebeldes, ó en los grupos de alborotadores que agitaban las grandes ciudades. En la Puerta del Sol y en Zaragoza quemaron el proyecto de ley de milicia nacional presentado á la asamblea, juntamente con la estátua de Moscoso, ministro de la Gobernacion, porque alterando la ley vigente cimentaba este instituto sobre las bases de la propiedad: en Cádiz formaron causa á la diputacion provincial por haber impreso un manifiesto inculcando los verdaderos principios del sistema representativo, y en Barcelona el gefe político Sancho se vió precisado á cerrar el 16 de Junio la tertulia patriótica que se reunía en el suprimido convento de Trinitarios.

Los franceses, que al internarse los realistas simulaban su desarme, seguían patrocinando en la frontera las rebeliones: el gefe político de GeroConducta del na dirigió una enérgica reclamacion al ministerio gabinete fran- de las Tullerías contra el amparo que encontraban los facciosos en el suelo de las Galias; pero aquel gobierno, que tiraba la piedra y escondia la mano, negaba siempre los hechos mas claros. Un general llamado Berton habia enarbolado en Francia en el pasado Febrero el estandarte tricolor, y prendido á poco tiempo habia pagado con la vida el intento de derrocar el solio de los Borbones: asi se habian desvanecido los sueños de los españoles,

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