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Antonio Pas

cual.

egoismo y de imprevision, que fue siempre facil delante de la fuerza, é inexorable delante de la debilidad, como si el príncipe, cuyo cetro salió de una revolucion de palacio para abismarse en otra, no tuviese en sus venas ni la dulce sangre de San Luis, ni la noble sangre de Luis XIV." Presidido el gabinete por este pensamiento de no transigir nunca con el vencido y postrarse ante el vencedor, erigió en sistema las proscripciones, y el reino entero fue teatro de horrorosas crueldades fraguadas en el cuarto de un infante de Castilla, ó en la Tertulia del antecámara del rey. Reuníanse en la habitacion de in fau te don S. A. R. el señor don Antonio, hombre ignorante é inhumano, como en otra parte apuntamos, los atletas mas encarnizados del bando absolutista. Figuraban en primer término don Pedro Gravina, nuncio del Papa, don Blas Ostalaza, confesor del infante don Carlos y delator de sus compañeros los diputados, Escoiquiz, el duque del Infantado y otros grandes y ministros. Un corazon de tigre, audacia y mucho tacto en el arte de la intriga distinguian al nuncio apostólico, alma de aquella tertulia, que solo respiraba sangre y venganza. El confesor de don Carlos sobresalia por sus costumbres inmorales y su hipocresía y adulacion. Escoiquiz ha dicho que Ostalaza despues de rezar maitines con el hermano del rey, bendecirle la caina y rociarla con agua bendita, salia de palacio, envuelto en su capa, á buscar aventuras amorosas; y mas adelante veremos confirmados con creces sus vicios. Y estos consejeros de siniestro augurio no eran los únicos que influían en la suerte, de la desventurada patria: otro poder mas terrible se levantó á sus espaldas, y los destruyó á todos cuanLa camarilla. do apareció dentro de poco la Camarilla, asi llamada, porque tenia este nombre la antesala de la cámara real, donde al pie de la campanilla de su

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amo descansaban los criados de la baja servidumbre que estaban de guardia.

Arbitra de los destinos y de los tesoros del Estado, al que humillaba y destruía con sus amaños, componíase del referido don Blas Ostalaza, del duque de Alagon, de Ramirez de Arellano, de don Antonio Ugarte, ascendido del puesto mas humilde á los salones de palacio, y de Pedro Collado, llamado Chamorro, natural de Colmenar Viejo, que de aguador de la fuente del Berro se encumbró á la servidumbre de Fernando cuando todavía era príncipe de Asturias. Su lenguaje truhanesco y su cómica garrulidad mereciéronle algunas confianzas del príncipe, é iniciado en la conspiracion del Escorial, estuvo preso é incluido en la sentencia de aquella causa, como habrá observado el lector en el apéndice respectivo. Habia servido entonces Chamorro de espía de los demas criados, y celaba tambien la cocina por encargo de Fernando, que temia le envenenasen la comida. Sentado en el solio el hijo de Carlos IV y María Luisa, creció el favor de Chamorro, y habiendo acompañado al monarca á Valencey, y elevádose á confidente íntimo, regresó á España convertido en favorito. De tal suerte habíase el rey acostumbrado á las gracias y libertades de su criado, que no podia vivir sin su compañía; y en mas de una ocasion esta planta humilde, pero venenosa, carcomió las raices y abatió los cedros mas escelsos. Si al recorrer los años, cuyo cuadro trazamos, vemos cruzarse las intrigas mas torpes, y no les encontramos significado alguno político, preciso será buscar la solucion en el recinto del gabinete real, donde lejos de todas las miradas se ataban los hilos de la red en que enredados los ministros caían y se levantaban segun el impulso de los actores. Alli entre el humo de los cigarros y la risa

Chamorro,

que escitaba el lúbrico gracejo de una frase improvisada, entre las esperanzas de unos labios de coral, ó el irónico recuerdo de los diputados populares, á quienes se daba el nombre de elocuentes presidiarios, nacian los decretos que en forma de leyes gobernaban á la sombría y abatida nacion. No tardó en aparecer al frente de la camarilla, con desdoro del soberano á quien represenTattische taba, el bailío ruso Tattischeff, estímulo y atizador de aquella fragua, siempre ardiendo y vomitando rayos contra la pública felicidad.

El bailío ruso tuvo la destreza necesaria para persuadir á Fernando las ventajas de su íntima alianza con Rusia para sostener el gobierno absoluto, culpando á los ingleses, como lo hizo Napoleon, de las novedades introducidas en España durante su estancia en Valencey. Fernando abrió, bajo los auspicios de Tattischeff, su cordial corresCorrespon- pondencia con el emperador Alejandro; correspondencia de Fer- dencia que duró largos años, y que sirvió para mantener la influencia rusa, que siempre predominó en este reinado. El autócrata ruso ignoraba sin duda que su representante era el que soplaba la tea de los bastardos afectos que ardia junto al trono hispano: no nos toca interpretar sus intenciones, bástanos referir los hechos.

nando con Alejandro.

Confiado á las pasiones el gubernalle del Estado, y aun rodeadas estas de vientos opuestos, fluctuaba la nave sin rumbo cierto, amenazada siempre por las tempestades que levantaban los partidos, de aumento cada dia con la miseria del pais, la ruina del comercio y de la agricultura y el aspecto moribundo del crédito nacional. Los ministros, guiados por los principios descritos, estudiaban con tanto afan los abusos que existian en 1808 para restablecerlos, cuanto debieran haber empleado para desterrarlos. "Creían, al decir de

un historiador francés ya citado, que no era posible gobernar la Península española sin los tesoros de Mégico para mantener el lujo de la Corte, las limosnas de los conventos para alimentar al pueblo, el santo oficio para cortar el vuelo al talento, y las innumerables ruedas del antiguo gobierno para dar impulso á su accion y hacerlo todo imposible. Para esto solo se necesitaban dos cosas: reconquistar la América, sin cuyo oro el sistema entero se desplomaba por su base, y desterrar del suelo natal ó hundir en los encierros á todos los españoles que en la legislatura ó fuera de ella habian provocado las últimas mudanzas, y levantar la potencia en la plazuela de la Cebada para decapitar al que osase decir que se habia consumado una revolucion política." Para encubrir su crueldad en el esterminio de los liberales inventaron el medio horrible de fingir conspiraciones, como si estas pudieran tardar en asomar la frente bajo semejante gobierno.

1814. Ordenes falsas circuladas á

En los primeros dias del mes de Julio recibieron el teniente rey de Cádiz, el gobernador de Sevilla y el teniente rey de Valencia, una orden las provincias. con la estampilla y firma del ministro de la Guerra Eguía, prescribiéndoles que inmediatamente y con la mayor reserva encerrasen en las fortalezas de aquellas ciudades á los respectivos generales Villavicencio, conde de La Bisbal, y Elío; y que verificada la prision, abriesen un pliego cerrado contenido dentro del primero, y ejecutasen lo que en él les prevenia S. M. El gobernador de Cádiz reunió á los principales gefes del ejército, encargándoles el secreto bajo pena de la vida; y examinado el oficio que se le habia dirigido, resolvieron unánimemente suspender el arresto del general hasta que el ministro respondiese á la consulta que elevaron, pintando los peligros de desvirtuar la

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autoridad constituida en un pueblo tan liberal. Idéntico acuerdo adoptaron en Valencia los gefes militares, hechuras todos de Elío, y comprometidos en las anteriores tramas; pero en Sevilla, congregados y juntos los mandarines, procedieron á la prision del conde de La Bisbal, y quitada la cubierta al pliego cerrado, encontraron una orden para fusilar en el acto al referido conde. Ni por el sello ni por la rúbrica podia traslucirse el menor engaño; y hasta la letra del decreto era igual á la de don Juan Sevilla, oficial de la secretaría de la Guerra, de cuyo puño se estendian los documentos de esta clase; pero afortunadamente parecióles inverosimil aquel mandato, á pesar de las señales que lo autorizaban, y despacharon en posta á Madrid al oficial de caballería don Lucas María de Yera solicitando aclaraciones, y entre tanto retuvieron en la carcel al conde de La Bisbal. Regresó á Sevilla el estraordinario diciendo que todo habia sido supuesto, y que se diese libertad al inocente conde (*), á quien en triunfo trasladaron al templo á tributar las gracias al Autor soberano de la naturaleza, en medio del repique general de campanas y de las salvas de artillería. La nacion entera esperaba con impaciencia el facil descubrimiento de los inventores del atentado y su ejemplar castigo; y en la Gaceta misma ofreció el gobierno un premio de diez mil duros al que revelase la mano que habia trazado el escrito. La letra declaraba á voz en grito al autor, y los maestros revisores nombrados por la autoridad dijeron que segun la semejanza y demas circunstancias, era de puño del referido don Juan de Sevilla. Todos imaginaban que la muerte no pareceria bastante pena para delito tan horroroso; y 1814. con general sorpresa corrióse en el mes de Octubre el velo al crimen, publicando en una real

(* Ap. lib. 7. núm. 22.)

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