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orden la inocencia de don Juan, y concediéndole una pension vitalicia por sus padecimientos (*). De este modo galardonó el ministro al que poseía el secreto, para que no revelase el acto y el verdadero origen del suceso, y saliesen á la luz del dia los ocultos personages que lo habian fraguado.

A pesar del fúnebre cuadro que presentaba el reino, y en medio de todos los horrores de la tiranía y de las crueldades y escesos de sus defensores, hubo un momento en que el ministro de Gracia y Justicia Macanáz, prestando oido á influencias estrañas, creyó que podria amalgamar aquellos elementos heterogéneos, y reunir en Cortes los brazos del Estado. Trasluciéronse algunos trabajos suyos en este sentido, y aun meditó providencias moderadas para volver el equilibrio al despeñado carro: en 10 de Agosto comunicó al Consejo de Castilla la siguiente orden." Por real decreto dado en Valencia en 4 de Mayo próximo prometió S. M. oir á la nacion junta en Cortes legítimamente congregadas, y con diputados de España é Indias, para establecer sólida y legítimamente cuanto conviniere al bien del reino, y que restablecidos el orden y los buenos usos en que ha vivido, y que con su acuerdo habian establecido los reyes augustos predecesores de S. M., las congregaría lo mas pronto posible, y que desde luego se pondria mano en preparar y arreglar lo que mejor pareciese para su convocacion. -Ya restablecidos los primeros tribunales del reino, acordado tambien el restablecimiento de los demas, y dadas providencias en los otros ramos de gobierno para que vuelvan al estado en que se hallaban antes de las turbaciones pasadas, parece haber llegado el tiempo de que se trate de la ejecucion de esta parte de dicho real decreto.Pero este negocio, en el cual tanto conviene el

(* Ap. lib. 7. núm. 23.)

Trabajos sobre reunion de Cortes.

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acierto, es de los mas árduos y graves que en la actual situacion del Estado pueden ocurrir.-Conociéndolo asi S. M., y deseando proceder en él con la madurez que requiere, y evitar los males que se podrian seguir si en cosa tan importante se cayese en alguna imprudencia ú error, ha resuelto oir sobre ello al su Consejo, de cuyo celo y prudencia espera que despues de considerar en toda su estension este negocio, le consulte con el tino y sabiduría que acostumbra cuanto convenga al bien y sosiego de la nacion y de sus súbditos. Lo comunico &c. En palacio á 10 de Agosto de 1814.- Pedro de Macanáz.”

En vista de la orden anterior, uno de los fiscales reunió trabajos útiles y curiosos sobre la conveniencia de reunir Cortes generales por estamentos, y aun se ocupó de las dificultades que ocasionaban la diferencia de los tiempos y la reunion de las provincias, pues siempre se habian congregado separadas las Cortes de Aragon, Castilla y Navarra. Mas el Consejo, que no queria destruirse á sí propio, y que conocia los verdaderos sentimientos de Fernando, envolvió los antecedentes en sus eternos trámites, hasta sepultarlos en el polvo de su archivo.

Al rumor de tantas tropelías, y con el siniestro semblante que presentaba la cosa pública, entibiábase el ardor de los pueblos para con su ídolo, y aunque todos cargaban la culpa únicamente sobre los hombros de los consejeros, andaban los ánimos inquietos y ansiosos de mejor suerte. Con este afan soñábanse proyectos de las naciones aliadas para restituir el trono á Carlos IV; y Villavicencio en 8 de Julio prohibió en un bando el que se hablase en Cádiz de la vuelta de los reyes Cambios de padres. Para aclarar el fundamento de tales invenla opinion. ciones preciso será tomar las cosas de mas alto, y

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echar una ojeada sobre las vicisitudes de los ancianos destronados.

Anunciamos en el libro tercero que Carlos IV, su esposa María Luisa, la reina de Etruria, el infante don Francisco y el príncipe de la Paz, partieron de Bayona á Fontainebleau. Alli fue donde anegado en llanto el anciano rey y lastimado por el infortunio, prohibió al príncipe de la Paz publicar su defensa y la apología de su reinado mientras viviese Fernando, para no herir el amor propio del hijo revelando la verdad de los pasados sucesos. De aquel palacio trasladáronse los reyes padres á Compiegne, y de este punto á Marsella, buscando un clima benigno que aliviase sus dolencias; y luchando con las privaciones y el dolor, apuraron las heces de la amargura para ejemplo de la fragilidad de las grandezas humanas, que un soplo reduce á polvo. Pero Carlos IV, á pesar de los trabajos y de la tribulacion y miseria en que yacía, no escribió felicitaciones al emperador de los franceses, ni le aduló, ni mostró alegría por sus victorias en España, ni solicitó sus mercedes, ni quiso comprar el alivio de su tristísima situacion con el olvido de lo que á su elevada cuna debia. Caido Napoleon pasaron los reyes á Roma, resueltos á acabar en la capital del orbe cristiano una existencia minada por las enfermedades y los padecimientos, y próxima á apagarse. En 20 de Julio firmó España el tratado concluido con Francia en 30 de Mayo por las naciones aliadas, con el pacto de enviar las potencias respectivas á Viena dentro de dos meses ministros que ventilasen en un congreso que alli se celebraria los intereses europeos. Luis XVIII escribió entonces á Carlos IV reservadamente el objeto del congreso de Viena, y los Luis XVIII á recelos que le inspiraba España, donde la conducta impolítica de Fernando podia levantar alguna olea

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Carta de

Carlos IV.

Renuncia Carlos IV el

da popular é inundar quizás en su avenida la vecina Francia. Refirióle en la misma carta el modo diverso con que se hablaba en Europa de la abdicacion de Aranjuez, protestada casi en el acto por el anciano monarca; y concluyó manifestando la necesidad de renovar aquel primer acto libremente, puesto que no ambicionaba volver á empuñar el cetro. Carlos IV respondió que no vacilaría en abdicar la diadema española, pues aborrecia el mando, pero que se sepultase en un profundo silencio la inhábil renuncia de Aranjuez, arrancada con violencia y por medios indignos de traerse á la memoria.

Sabida en Madrid la respuesta del rey padre, enfureciéronse los consejeros de Fernando autores de la insurreccion que despojó del cetro al anciano Carlos; y no queriendo ver denigrada su obra, pusieron en movimiento todos los resortes de la diplomacia para vengar aquel agravio. Atribuyeron á Godoy la contestacion de Carlos IV; y abrumado el Papa Pio VII, y aun amenazado por la Corte española, é influido por algunas potencias, constituyóse una noche en el cuarto de los reyes padres, é intimóles el destierro del príncipe de la Paz, que partió á Pezzaro despues de una triste y dolorosa escena de separacion. Terminóse por fin la querella estendiendo Carlos IV una renuncia sencilla, en la que sin aludir á los pasados acontecimientos, esplicábase en términos ambiguos que no declaraban si aquella abdicacion era ó no consecuencia de la primera. Su comienzo era este:

"Queriendo yo don Carlos Antonio de Borbon, trono en el con- por la Gracia de Dios, rey de España y de las greso de Viena. Indias, acabar los dias que Dios me diere de vida en tranquilidad, apartado de las fatigas y cuidados indispensables del trono; con toda libertad y espontánea voluntad cedo y renuncio, estando en mi pleno juicio y salud, en vos mi hijo primogé

nito don Fernando, todos mis derechos incontrastables sobre todos los sobredichos reinos, encargándoos con todas veras que mireis siempre porque nuestra santa religion católica, apostólica, romana, sea respetada, y que no sufrais otra alguna en todos vuestros dominios, que mireis á vuestros vasallos como que son vuestros verdaderos hijos, y tambien que mireis con compasion á muchos que en estas turbulencias se han dejado engañar. Y esto lo hago bajo las condiciones siguientes, que jamas deberán ser violadas ni alteradas &c. &c." (*)

Fijemos los ojos por un momento en este congreso de Viena, cuyo objeto era repartirse los despojos de Napoleon entre los vencedores: España habia sido la primera en vencer en los campos de Bailen las huestes del emperador, y á su constancia y á los arroyos de sangre que habian corrido por su suelo, ya que no á sus victorias, debíase el vencimiento de las abatidas águilas del imperio.

Fernando envió á Viena, para que representase á la nacion española, á don Pedro Gomez Labrador, ministro que fue de Estado en tiempo de las Cortes, quien á pesar de la amistad que le habia unido con Pio VI, antecesor del que entonces ocupaba la silla pontificia, llevó á cabo el destierro del nuncio Gravina. Gozaba Labrador fama de firme y tenaz en sus propósitos, como sobradamente lo mostró en 1812 al príncipe de Lieven, embajador ruso en Inglaterra, provocando un rompimiento entre ambas naciones por cierta precedencia; cuya cualidad despertaba la esperanza de que sostendria con energía los intereses de nuestra patria. Verdad es que el ex-ministro de Estado de las Cortes, el que en 31 de Agosto de 1812 vuelto á España felicitaba á la asamblea nacional "por la sabia Constitucion que dejaba sentado el cimiento de la felicidad venidera del pais," (*) habia

(*Ap. lib. 7. núm. 24.) Congreso de Viena.

(* Ap. lib. 7. núm. 25.)

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