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ahora dado la espalda á las ideas liberales y declarádose acérrimo defensor del despotismo. Pero las opiniones políticas no debian influir en el representante de la corte de España cuando se trataba de la gloria y de la justicia.

Sin embargo, las cuatro grandes potencias escluyeron á Francia y á España de la distribucion de los despojos, y aun de las discusiones, igualándonos con los vencidos, como consta de los documentos secretos de aquel congreso, dados á lúz por Mr. Keratry; y ni aun pudimos conseguir el justo reintegro del ducado de Parma, de que nos despojó el emperador francés durante su reinado.

En este congreso pues, en que se debatió la legitimidad de Fernando, y en que Carlos IV presentó su verdadera renuncia, fuimos la burla de las potencias estrañas, gracias á nuestra servidumbre. Habiamos seguido una guerra justa sí, pero impolítica, que nos habia aniquilado y roto nuestras relaciones naturales con la Francia, nuestra aliada útil, y la única que puede contribuir á nuestro bienestar; y los reyes quisieron poner el sello á los propios desaciertos del gobierno español, alejando aun mas el dia en que unida nuestra patria al gabinete de las Tullerías por sus ideas, instruccion y comercio, entre en el camino llano de la union del Mediodia, y deje de ser el blanco de las intrigas de los déspotas del Norte. Concedieron pues á Inglaterra los príncipes alli representados en uno de los artículos del tratado secreto, "que quedaba destruido el pacto de familia entre España y Francia," obra de Cárlos III. Y nuestro menguado embajador, lejos de oponerse á una medida tan contraria á la felicidad del reino en el sentido que alli se tomaba, la aplaudió, creyendo que asi no pasarian los Pirineos las doctrinas liberales de la tribuna de París, única desgracia que en su

rabioso frenesí podia avenir á la aherrojada Península. Porque en aquella aciaga reunion predominaba sobre todos los intereses el odio á la libertad de los pueblos; y ante el deseo de asegurar para siempre su servidumbre, callaban hasta los sublimes afectos del amor á la gloria y á la patria. Asi es que la conducta de la Corte española, que habia despertado los recelos del prudente rey de Francia, mereció por el contrario los encomios de las potencias del Norte, porque en su concepto no existian peligros para los tronos despues de formada la célebre Alianza Santa, que fue el pacto odioso de aquel congreso. Sus principios, avasallan- de la Santa Ado largos años la Europa con el apoyo de la fuerza armada, causaron sobre todo la perdicion de España, como veremos en el progreso de la presente historia: los vínculos de la Santa Alianza, relajados primero, rompiéronse estrepitosamente con el golpe que la revolucion francesa de 1830 descargó sobre la causa del despotismo.

El gabinete de Madrid guardó profundo silencio mientras duraron las negociaciones con Carlos IV; pero traslucidas por el vulgo con exagerados colores, dieron pie al rumor referido de que el rey padre regresaba á España. En 10 de Setiembre un consejo militar sentenció á Juan Felix Rodriguez á ser puesto en la argolla á la vergüenza pública, por espacio de cuatro horas, con un letrero que espresase el delito, el cual consistia en haber dicho que Carlos IV y María Luisa iban á ser restituidos al trono.

Habia Villavicencio establecido esta comision militar bajo pretesto de haber descubierto un plan concebido entre varios vecinos de Cádiz para proclamar en 27 de Agosto la Constitucion derrocada. El rey no solo aprobó el nombramiento de tales tribunales de escepcion, sino que en 6 de Se

T. II.

10

Formacion

lianza.

1814.

Primeras comisiones militares.

tiembre mandó plantearlos en todas las capitales de provincia, para que en tres dias sustanciasen y fallasen las causas de infidencia con arreglo á las leyes militares. Pero Villavicencio en medio de sus proscripciones no parecia bastante cruel á la camarilla de palacio, y en 12 de Setiembre fue separado del gobierno de Cádiz. Una palabra insignificante al decir de muchos hirió de muerte su opinion entre los furibundos atletas del despotismo, que exigian de sus adictos hasta el sacrificio de sus pensamientos. Sucedió que divulgada en el pueblo gaditano la noticia del restablecimiento del santo oficio, mandó el vicario general Esperanza, á quien ya conocen los lectores, repicar las campanas; y correspondiendo al anuncio los vecinos, unos por temor y otros por voluntad, iluminaron las casas. Preguntó su esposa á Villavicencio si habia de mandar poner luminarias en la suya, y el general en un momento de imprevision respondió delante de varias personas: "¡ tambien eso!" De aqui infirieron los apóstoles de la intolerancia que Villavicencio no era tan fanático como convenia á sus sangrientos fines, é inmoláronle en las aras del furor.

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Agregóse entonces el mando de Cádiz á la capitanía general de Sevilla, que desempeñaba todavía el conde de La Bisbal. Su conducta en tiempo de las Cortes habia perjudicado á su fama, y la doblez con que obró á la vuelta del monarca puso el sello al desprecio comun, porque todas las opiniones políticas son dignas de respeto, pero no el que trafica con ellas. Sabiendo el conde la entrada de Fernando en la tierra natal envió al encuentro del rey á un coronel de su confianza con dos felicitaciones á nombre de la division que mandaba: en la primera ponia en el cielo la Constitucion de 1812, ordenando al enviado la entregase

si el monarca venia inclinado á jurarla; y en la segunda ofrecia al príncipe sus bayonetas para derrocar aquel código democrático; y previno al coronel la pusiese en las reales manos si la tempestad descargaba sobre los principios constitucionales. Gracias á este doble juego y á la destreza del emisario, veíase ahora el conde mandando en nombre de la tiranía una plaza donde tanta ostentacion habia hecho de su amor al gobierno representativo. Para dar pues una muestra de la conducta que pensaba observar, plantó perenne la horca en la plaza de San Antonio, delicioso paseo de la ciudad, bajo pretesto de conspiracion; estableció una guardia formidable con sus cañones para aterrar al pueblo, Terror de Cáy pobló los presidios de ciudadanos pacíficos por la simple delacion de los frailes. A media noche mandó al dueño del café de Apolo llamase un pintor que trocase el rótulo por el de café del rey: le encerró en la carcel, y á fuerza de persecuciones ocasionó su muerte. Convertido en hipócrita, y haciendo el papel de un vil histrion, introducíase en las iglesias y mandaba arrestar á los que no se arrodillaban en el acto de la elevacion de la Eucaristía, ó los llenaba de improperios en presencia del vulgo.

Esta conspiracion de Cádiz, que algunos suponen obra de un cura sevillano que mantenia secreta inteligencia con Eguía, opinion en cuyo apoyo carecemos de sólidos fundamentos, aun cuando fuera verdadera, debió escitar el desprecio del gobierno y no su indignacion, porque no reunia elementos suficientes para el triunfo. Mas divulgaron los realistas que era el hilo de una grande trama urdida en toda Andalucía, y sirvióles de hincapie para acrecentar el número de los proscritos en todo el reino. Solo en Madrid sepultaron en los calabozos en la noche del 16 al

:

diz.

1814.

Andalucía.

17 de Setiembre mas de ochenta personas de las que gozaban opinion de liberales, para lo cual bastaba no aprobar el tortuoso giro que habian tomado los negocios del Estado. Y no cabiendo ya en las cárceles, henchidas anteriormente de proscritos, habilitóse para prision el convento de San Francisco el grande, confundiendo en su recinto las clases, el mérito y el valor. Un comisionado Negrete en regio llamado Negrete partió al hermoso suelo de Sevilla, provisto de instrucciones que emanaban de los labios mismos de Fernando, y sembró el terror y la consternacion en aquella provincia. Estendíanse sus facultades sobre los jueces mismos: á su sola vista, á su solo nombre temblaban niños y ancianos, porque los calabozos estrechos é inmundos rebosaban de presos, y fallaba las causas sentado bajo el dosel en la inquisicion, en cuyo edificio habia establecido su tribunal. Para averiguar las mas infundadas sospechas abria las cartas del correo, faltando á la religion del secreto; y si encontraba una frase oscura, un contrasentido, allanaba lascasas, prendia á sus moradores, y mandaba á los carceleros que en el silencio de la noche arrastrasen cadenas por la escalera para que los reos creyesen que atormentaban á sus compañeros, y aterrados denunciasen á cuantos amaban la libertad á juicio de los presos. Asi lo declaró un clérigo llamado Garzon, sepultado en los subterráneos del santo oficio por este monstruo.

La injusticia y la crueldad producen el descontento, y tras este vienen las conspiraciones y los tumultos. Don Francisco Espoz y Mina, que en la pasada guerra habia trocado el arado por la faja de mariscal de campo, y que en tantos encuentros y sorpresas habia vencido á los franceses y llenado de gloria el estandarte de la independencia, no solo no logró el mando de una provincia como de

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