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sados.

giados españoles que en tanto número se habian los afrancealbergado en Francia, abrirles las puertas de la patria, porque queria ser el padre de sus súbditos, y acogerlos todos bajo su manto real, sin mirar á partidos ni opiniones pasadas, y porque asi lo habia estipulado en el convenio de Valencey. Alegres y asegurados con tan sagrada promesa, festejáronle aquellos infelices unidos á los prisioneros, que corrian á contemplar al rey, espoleados tambien con el acicate de los premios que dijo iba á distribuirles apenas recobrase el cetro. El 22 holló Fernando la tierra natal, parándose el 23 en Figueras á causa de la creciente del Fluviá: y Suchet le rogó que aligerase la suerte de los prisioneros, y acelerase la vuelta á Francia de las indicadas guarniciones. Ofreciólo asi S. M., y aun estampó San Carlos una promesa formal en cuanto al regreso de los franceses sitiados, al margen de cuyo papel se leía de puño del rey: "Apruebo este oficio. Fernando."

Avisado don Francisco Copons, general del primer ejército hispano, de que se acercaba el monarca, preparó sus legiones para tributar el debido homenage al que venia á ceñirse otra vez una corona con tanta porfia disputada por el conquistador del siglo. Con este fin tendió sus tropas por la orilla derecha del Fluviá al alborear los primeros rayos del dia 24, mientras. los franceses se colocaban en la margen opuesta, formando entre ambas huestes una especie de anfiteatro. La armonía de las músicas militares, el estruendo de las salvas, el hacinamiento de los soldados y paisanos que se dirigian á bandadas de los lugares vecinos, separados amigos y enemigos por los cristales del rio en que reflejaba su trémula lumbre el sol, aumentáronse con la señal de nueve cañonazos, que precedidos de un parlamento, anun

Marzo 1814.

ciaron al rey Fernando. No tardó á aparecer el Entra en príncipe en la llanura izquierda del Fluviá acomEspaña. pañado de su tio el infante don Antonio y del mariscal Suchet, á quien seguian algunos caballos. Adelantóse Mr. de Saint-Cyr Nugues, gefe del estado mayor contrario, para participar al general Copons que S. M. iba á atravesar el rio, y dejando la escolta francesa, á entrar en el ejercicio de su libertad. Sería la hora del medio dia, cuando habiendo estampado el rey sus pies en la orilla derecha con solo el infante y los suyos, recibió el primer homenage del general Copons, quien hincada la rodilla, pronunció un breve discurso gratulatorio, y puso en las reales manos un pliego cerrado y sellado, que le habia remitido la regencia del reino, y que contenia una carta para S. M. informándole del estado de la nacion y de sus sacrificios, con varios documentos, todo en cumplimiento del artículo 3." del decreto de 2 de Febrero. Embriagados de gozo los españoles que presenciaron aquel acto, entregáronse á los transportes del entusiasmo que inspiraba la presencia de un monarca querido despues de seis años de ausencia. Y mientras revistaba Fernando aquellas tropas vencedoras en tantos combates, y desfilaban los bataIlones en columna por delante de las augustas personas, un grito unánime de amor y de alegría rompia los aires, grito de esperanzas que no se realizaron, grito de ventura que no tardó en emponzoñar el infortunio.

1814.

Marzo de 1814.
Pasa por Ge-

rona.

El mismo 24 entró el rey en la heróica Gerona, llena de escombros, fresca la sangre derramada por sus defensores, y removida aun la tierra que sepultaba á tantos heróes contra cuyos pechos se estrelló repetidas veces el arrojo de los adalides del imperio. Pero Fernando no miraba aquells ruinas, que la adulacion adornaba con

(* Ap. lib. 7.

núm. 2.)

colgaduras, sino observaba el camino sembrado de flores, y en todas partes comenzaba á herir sus ojos el espectáculo de Neron en Roma, quien, como dice el elocuente Tácito, "veía agolparse á su entrada las tribus, los senadores en hábito de fiesta, y cuadrillas de esposos y de sus, hijos colocados conforme al sexo y á la edad, y construidos tablados por donde pasaba, como en los triunfos." (*) Y el lienzo de la muralla derruido, abiertas aun las brechas, ennegrecidas las blancas almenas con el humo, las casas sin techumbre, y las calles obstruidas con el maderage medio abrasado, debieron ser ornamento de gloria para la ilustre Gerona, si hubiese palpitado en el pecho del príncipe un corazon agradecido. ¡Qué escena! ¡Una ciudad destruida, millares de hombres muertos por defender á un solo hombre, y este hombre atravesando aquellas ruinas tranquilo, como si los ciudadanos alli sacrificados hubiesen solamente pagado una deuda, rendido un tributo! Confiado Suchet en la real palabra, soltó al infante don Carlos, acompañándole el 26 hasta las márgenes del Fluviá, Marzo de 1814. desde donde se trasladó S. A. á Gerona, entrando en compañía de su regio hermano, que habia salido á recibirle.

El general Copons, firme en su propósito de cumplir á la letra el citado decreto de 2 de Febrero, no consintió que regresasen á Francia las guarniciones bloqueadas, conforme á la promesa que tan solemnemente habia hecho el monarca al mariscal del imperio. Asi al lado de la ebriedad pública, de los arcos de triunfo, de las alfombras de rosas, y de las entusiasmadas aclamaciones que ensoberbecian el ánimo de Fernando, hallaba éste en el general de las Cortes una resistencia inflexible que no se maridaba con las genuflexiones y bajeza del vulgo, tirando cual bestia de carga del coche del príncipe en los

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Escribe otra

puntos de descanso. Disgustado pues por un lado con la negativa de Copons, y orgulloso por otro con aquellas muestras de pública servidumbre, escribió desde Gerona una carta á la regencia en términos vagos y generales, que mas claramente mostraban el desvío de su autor. Decia asi:

"Acabo de llegar á esta perfectamente bueno, vez á la regen- gracias á Dios, y el general Copons me ha entregado al instante la carta de la regencia y los documentos que la acompañan: me enteraré de todo, asegurando á la regencia que nada ocupa tanto mi corazon como darla pruebas de mi satisfaccion y anhelo por hacer cuanto pueda conducir al bien de mis vasallos.

"Es para mí de mucho consuelo verme ya en mi territorio en medio de una nacion y de un ejército que me ha acreditado una fidelidad tan conscomo generosa. Gerona 24 de Marzo de 1814.- Firmado. Yo el rey.-A la regencia de España."

Tomó incremento con esta carta la desconfianza de los liberales; pero asombrados con el entusiasmo que despertaba la vuelta del rey, y con aquel hervor de la pública opinion, disimularon sus presentimientos, y para ocultar con flores las espinas de los punzantes recelos, decretaron las Cortes levantar á la margen derecha del Fluviá, y frente al pueblo de Bascara, un monumento que eternizase la memoria de la entrada del monarca en sus dominios. Tambien el duque de Frias, uniéndose al gozo universal, puso á disposicion del congreso mil doblones, para que se diesen de sobrepaga al ejército que concurriese al recibimiento de Fernando.

Las Cortes ordinarias habian abierto su segun1814. da legislatura el 1.o de Marzo, como anunciamos, Segunda legislatura de las discutiendo los presupuestos, reformando las secre

tarías del gobierno, y dando un reglamento á la Cortes ordinamilicia nacional, en el que se requeria la edad de rias. treinta años, siendo obligatorio el servicio, y obrando la espresada fuerza á la orden de los gobernadores o comandantes militares de nombramiento real. Los dos partidos de la asamblea, viendo venir los sucesos, y pendientes de su desenlace, observábanse al soslayo sin atreverse á medir su poder por no anticipar los acontecimientos ó entorpecer su curso. Ocupó igualmente la atencion de las Cortes el presupuesto de la casa real, asignando á S. M. cuarenta millones de reales al año, con la posesion de todos los palacios de sus antepasados, y los bosques, dehesas y terrenos que para recreo del monarca determinase el congreso. Señaláronse ciento y cincuenta mil ducados á cada uno de los infantes don Carlos y don Antonio, sin hacer mencion de los reyes padres ni del infante don Francisco, que vivia con ellos.

not.

Mas si los realistas obraban con cautela y mesura en el seno de las Cortes, no por eso dejaban de la mano la urdiembre de las conspiraciones, de dia en dia mas osados con el risueño porvenir que se les preparaba. Para ennegrecer aun mas las Causa del intenciones del bando reformador y privarle hasta fingido Audidel último voto del pueblo, valiéronse de un impostor, llamado Juan Berteau, criado de la duquesa viuda de Osuna, quien fingiéndose general del imperio y tomando el nombre de Luis Audinot, supuso ocultos manejos entre los gefes liberales, principalmente entre don Agustin Argüelles y Napoleon, para establecer en la Península una república con el título de Iberiana. Trama grosera cuyos hilos, manejados por agentes oscuros de Granada y Baza, descubríanse facilmente, y mostraban el verdadero intento de sus forjadores. Hiciéronse varias proposiciones en el Congreso, y el

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