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Navarra.

seaba, sinó que en 15 de Setiembre fue desterrado á Pamplona, destinando sus tropas á las órdenes de Palafox, capitan general de Aragon. El virey de Navarra, conde de Espeleta, comunicó á Mina el decreto de confinamiento, y escribió á Palafox lo urgente que era trasladar á otros puntos los soldados del ilustre guerrero; pero Mina, que habia trazado ya su plan, interceptó el aviso por medio de dos hombres montados, y respondió al virey que no tardaria á presentarse en Pamplona y obedecer el mandato del gobierno. Concertóse primero Mina con los gefes del cuarto regimiento que guar- Conspiracion necia la ciudad, y con algunos habitantes que le de Mina en prometieron soplar la llama de un movimiento popular; ordenó luego al tercer regimiento, que tenia sus cantones en Ejea de los Caballeros, se trasladase á los contornos de Pamplona, y poniéndose al frente del primer regimiento, provisto de escalas para asaltar y sorprender la ciudadela, presentóse á la vista de la plaza. Acompañado Mina de su sobrino, que habia vuelto de Francia donde estuvo prisionero, pasó la noche al pie de la muralla conferenciando con sus partidarios y esperando el tumulto ofrecido; pero don Santos Ladron, comandante del tercer regimiento, habia arengado en Ejea á los soldados contra Mina, y retirándose á Zaragoza habia frustrado las ideas del general navarro. Por otra parte, el motin no habia estallado porque los oficiales de la guarnicion, olvidando sus empeños, querian sostener la defensa de la plaza, y el teniente coronel y muchos gefes del primer regimiento que seguia á Mina descubrieron al virey el proyecto concebido, y juraron fidelidad al rey. Viéndose abandonado don Francisco Espoz y Mina, recurrió á la fuga seguido de su sobrino, del coronel Asura y de otras personas de su confianza: corrió grave riesgo de ser preso, y acogiéndose al

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Pio VII res

suitas.

suelo hospitalario de la Francia, pidió á Luis XVIII un asilo en premio de la sangre que habia derramado en el campo de batalla peleando á favor de los Borbones. El coronel del primer regimiento de Navarra don José Gorriz, que no habia acompañado á los demas oficiales cuando delataron á Mina por repugnar á su honrado carácter semejante paso, fue degradado y arcabuceado en virtud de sentencia de la comision militar.

Entre tanto Pio VII, que gobernaba el timon de la iglesia romana, aprovechando aquella reaccion europea contra las luces del siglo, restableció el 7 de Agosto en todo el orbe católico la célebre comtablece los Je- pañía de Jesus, estinguida en 21 de Julio de 1773 por Clemente XIV, cual si vencido Napoleon debieran ya soltarse los vientos de la ignorancia enfrenados por la poderosa mano del emperador y precipitarlos contra las naciones para que en la fuerza del huracan las empujasen atrás y las estrellasen contra los tiempos de bárbara intolerancia. Y desprendiéndose el sumo pontífice del elevado carácter que á su dignidad correspondia, aduló al rey de España felicitándole en 6 de Junio por el espíritu inflexible é imperturbable con que habia soportado su cautiverio. Mas prudente hubiera sido sellar los labios que tocar la llaga reciente todavía, cuando las naciones todas en que la prensa era libre habian leido la correspondencia de Fernando reproducida ahora en los periódicos ingleses, y dada á la estampa en París por el señor Llorente en sus Memorias.

La iglesia en sus siglos heróicos habia tronado contra la tiranía de los reyes; y mas de una vez cobijaron los obispos al pueblo bajo su manto para libertarle de la servidumbre ó de la injusticia. Mas entonces brillaba la mitra en la cabeza de algunos varones doctos y puros que descollaban

entre todos por su doctrina, elocuencia y mansedumbre. Al presente lo que mas afligia los corazones verdaderamente religiosos era ver premiados con el báculo pastoral el aborrecimiento y la venganza, y ver subir al episcopado en premio de sus sanguinarios sentimientos á los eclesiásticos mas furibundos é ignorantes. El pectoral remuneró los votos á favor del santo oficio y contra la soberanía de las naciones; y las virtudes cristianas y morales cedieron sus escaños á la torpe intriga y á la negra lisonja. Las obras de Voltaire no causaron tanto daño al cristianismo como aquella caterva de obispos creados por Fernando de las heces y escoria de las Cortes; eran todos frailes ó curas sin instruccion, que no conocian ni el espíritu del Evangelio, ni el espíritu del siglo, y que envolviendo la religion cristiana, madre de la libertad, en las tinieblas del despotismo, quisieron santificar sus pasiones y erigirlas en dogina.

Envilecimienta de las mitras.

La corrupcion y la sed del oro gangrenaban el corazon de los que ocupaban los altos Venalidad. puestos de la corona, y no se ruborizaban de concertar los mas vergonzosos tratos vendiendo los empleos y las dignidades al que ofrecia mas crecida suma. Don Pedro Macanáz, ministro de Gracia y Justicia, tenia en su casa una ama de gobierno llamada Luisa Robinet, de nacion francesa, que le habia seguido desde su patria con repulgos de señora. Terciaba la Luisa cuando vacaban los destinos mas lucrativos, y ajustada la cantidad y depositada en casa de don Jaime Dot, comerciante, y de otras personas, con anuencia de Macanáz, recaía la plaza en el generoso pretendiente. A fuerza de repetir el escándalo habíase divulgado tan infame tráfico por la corte, y hasta los mismos partidarios del realismo murmuraban el que el ministro

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no tuviese mas disimulo á falta de virtud. Llegó el crimen á oidos del rey por diferentes conductos, y aunque sordo al principio, conoció despues que sus autores comprometian con su imprudente publicidad el decoro del gobierno, y resolvió poner remedio de un modo ruidoso que sufocase con el asombro el grito de indignacion que habia despertado la conducta del ministro. El dia 8 de Noviembre levantóse Fernando muy de mañana, como en varias épocas acostumbraba, y salió de palacio á pie, y sin distintivo alguno, en compañía del duque de Alagon, y llevando á larga distancia un numeroso piquete de granaderos de la guardia. Llegado el rey á casa de don Pedro Macanáz, sorprendióle en el mismo lecho, y pidiéndole las llaves de su escritorio recogió cuantos papeles en él Estrepitosa habia, y entre ellos una carta de reciente fecha, caida y prision de Macanáz. en la que ofrecia cierta persona doce mil reales que habia depositado en casa de don José Estanga, vecino de Calatayud, por un empleo que solicitaba. Puestos en manos del escribano que acompañaba al monarca los documentos, correspondencia y demas escritos de Macanáz, intimóse á este su arresto; y regresó Fernando á su alcázar, dejando llenos de admiracion y de terror á los cor

tesanos.

Hecho el escrutinio de los papeles, y tomadas algunas declaraciones, no solo apareció otra suma de veinte mil reales que obraba en poder de don Jaime Dot, sino que resultaron tambien varios reos complicados en el negocio. Pero lo que principalmente tenia irritado al monarca, y originó la verdadera desgracia del ministro, fue el haber insistido Macanáz en que el Consejo de Castilla prosiguiese sus trabajos para la reunion de Cortes por estamentos como se habia mandado en 10 de Agosto, por lo que le envolvieron secretos enemigos en la

tendida red. Tambien encontró el rey entre sus papeles la copia de su correspondencia con Napoleon, que acababan de dar á luz los periódicos ingleses, como apuntamos antes, y atribuyó á Macanáz, tal vez sin fundamento, el haber facilitado aquellas cartas. Publicóse pues el 25 de Noviembre un decreto destinando á Macanáz por tiempo indefinido al castillo de San Antonio de la Coruña, é imponiendo á sus cómplices multas y confinamientos á medida de la voluntad real. Espresábase en él la venalidad del ministro de Gracia y Justicia; pero resaltaba á la primera vista que otro resentimiento mas penetrante dictaba aquella medida, pues declaraba que Macanáz habia sido infiel al monarca en una época en que por su desgraciada suerte necesitaba mas que nunca del apoyo de sus amados vasallos (*). Alusion clara á su estancia en Valencey, que comprueba con un testimonio irrecusable lo que llevamos dicho. No olvidemos empero las mañas de la tiranía, que sin formacion de causa, y sin ninguno de los requisitos que las leyes prescriben, condena por su capricho y castiga con livianas pepas tan feos delitos,

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(* Ap. lib. 7. núm. 26.)

Modificacio

terio.

Sucedió á don Pedro Macanáz en la secretaría de Gracia y Justicia don Tomas Moyano; habiendo subido poco antes á la de Hacienda en vez de nes del minisdon Cristóbal Góngora don Juan Perez Villamil; y á la de Estado, en reemplazo del duque de San Carlos, depuesto por su cortedad de vista, como no sin malicia espresaba el decreto, el célebre don Pedro Ceballos.

Cerremos el cuadro de este aciago año de 1814 con un rasgo de aquellos que caracterizan al hombre, y que descubren hasta el fondo de su corazon. Don Juan Amezaga, de quien ya hemos hablado en el libro quinto, era uno de los individuos de la servidumbre del rey que entraron en su compañía 11

T. II.

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