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Libro octavo.

Marchitas las flores de la esperanza por el ardor

de las pasiones, y seco el abundante fruto que habia de reverdecer y sazonarse con el ambiente de las libertades prometidas por el trono, anublóse la alegría que á la vuelta del rey brillaba en los ciudadanos, y tomó la nacion el pálido tinte de la miseria y del terror. En todos los puntos la desesperacion hacia saltar chispas de conjuraciones y revueltas; y para remediar los males presentes sembrábase por el suelo patrio la ponzoñosa simiente de las sociedades secretas, que cuando se aclima- Sociedades setase y desarrollase habia de envenenar el aire y levantar en sentido contrario mayores turbulencias y desgracias. Establecíanse las logias masónicas en las mas florecientes ciudades, y embrazando en la oscuridad de la noche la palanca con que pensaban derrocar el despotismo, aplicábanla á los diferentes ángulos del pedestal de la tiranía, sin medir sus propias fuerzas ni calcular el peso inmenso del coloso.

La camarilla, que encerrada en el secreto del gabinete real veía crecer las flores del favor á la corriente de los placeres y gustos que rodeaban el solio, acrecentaba su insolencia y crueldad á proporcion de los esfuerzos revolucionarios. Tucidides dice que la presuncion es el vicio de la ignoran

cretas.

(*Ap. lib. 8. cia dichosa (*); y asi aquellos afortunados cortesanúm. 1.) nos, apartando los ojos de los peligros que amenazaban el público sosiego, persistian en su sistema de persecuciones. Parecíales que proveían á la seguridad del Estado nombrando coronel de la brigada de carabineros y generalísimo de los ejércitos al infante don Carlos, y coronel de guardias marinas y luego almirante de la armada á don Antonio, tan esperto éste en el mar como su sobrino en el arte de la guerra. Pero á falta de no haber saludado la teoría de la ciencia, adoptaba el ignorante hermano de Carlos IV las frases de los marinos, y poniendo el sello á la ridiculez esclaRidiculez del maba engreido con tantos conocimientos: "A mí por agua y á mi sobrino por tierra que nos batan.” Tan pobre de espíritu era en esta época como en 1808 cuando se despedia de la junta de gobierno para el valle de Josaphat, y retratando con una plumada el talento de la familia entera, entregábala á la risa y al menosprecio del emperador de los franceses.

infante don Antonio.

Fernando á su regreso al palacio de sus anteReformas en pasados estableció suma economía en los gastos, palacio. suprimiendo las prodigalidades y larguezas que se acostumbraban en los reinados anteriores. Las dádivas distribuidas á fines del año, entre las que se contaba el regalo á la servidumbre de toda la ropa blanca destinada al uso de las personas reales, quedaron suprimidas: tambien abolió la enfadosa etiqueta en la mesa, sustituyendo á la melancólica monotonía de comer solo y á las ceremonias de la copa la alegría de comer junta la familia. Finalmente, Fernando mudó el palacio bajo el aspecto de la economía y de la etiqueta; y el mismo que anable sí, pero grave, se presentaba delante de los em bajadores y cortesanos, divertíase familiarmente con sus criados, descendiendo á un trato tan afable y a

mistoso que podia equivocarse con la franqueza que engendra la igualdad de condiciones.

Paseos de Ferduque de Ala

nando con el

gon.

Intimidad de

Solia vestido de simple paisano y sin ninguno de los ornamentos de su alta dignidad salir por las noches del alcázar, en compañía de su capitan de guardias duque de Alagon, cortesano amable é intrigante, cuyas galantes aventuras le habian dado celebridad en la Corte de Carlos IV, y uno de esos hombres que se elevan en Asia por servicios rendidos en la oscuridad del serrallo. Gozaba el duque del favor del monarca, disponiendo del tesoro público bajo pretesto de encumbrar el cuerpo de guardias, en el que se gastaban sumas inmensas: y concedíale Fernando privilegios onerosos al Estado y destructores del comercio, tales como el permiso que tenia juntamente con el baron de Colly, como queda apuntado en su lugar, para introducir harinas en la isla de Cuba bajo bandera estrangera y enriquecerse á costa de la miserable España. La intimidad entre el rey y su capitan de la guardia era tanta, que en las audiencias públicas que daba ambos. Fernando entendíase en secreto con Alagon, quien poniendo la mano en el pecho con disimulo le daba instrucciones por medio de un alfabeto desconocido sobre las opiniones políticas del pretendiente; el duque las recibia del monarca sobre las hermosas que presentaban sus solicitudes. Aqui tuvieron origen las aventuras de los cristales y de la porcelana rota por el heróico carácter de una señora de la primera nobleza, y otras ciento que andaban en boca de todo el mundo, y que perteneciendo á la vida privada del hombre no entran en el dominio de la historia. Recogidos los memoriales de los que en las audiencias solicitaban gracias, y retirado á su cámara el rey, informábase de Chamorro y otros individuos de, la baja servidumbre de las cualidades del suplicante; y de este 12

y

T. II.

modo dándoles pie á revelaciones nació el influjo é intervencion de la camarilla en los negocios y en el repartimiento de los destinos. Y no habia poder que destruyese la idea formada por el rey en virtud de los informes de sus criados. Alli es donde se estrellaban los esfuerzos de los ministros mas queridos, quienes al proponer para un cargo público á personas beneméritas algunas veces, ó al someter el fallo de un negocio árduo, encontrábanse con el empleo dado ó la cuestion resuelta sin que ni noticia tuviesen de la solicitud del agraciado ó del camino seguido en la marcha del acuerdo toinado. El trato familiar del rey con Chamorro habíale inspirado gusto y apego á las costumbres y trato de las gentes de baja estirpe: la desenfrenada desenvoltura de una manola, la sal de una andaluza, su trage, su habla, despertaban su alegría, y observábase un sacudimiento general en sus fibras. Al paso pues que sus paseos de incógnito le agradaban bajo el aspecto de la galantería, encubrian otro pensamiento político á los ojos del monarca. Creía que con ellos se logra y conserva el aura popular, porque sorprendiendo la mente del vulgo aquella abnegacion de sí mismo y de los honores, da una idea grande del príncipe que se hace superior á la magestad que lo rodea. Visitaba las casas de los grandes, que le ofrecian espléndidos convites en retorno de una moratoria de muchos afos para no pagar sus deudas, como sucedió con el duque de Hijar: los cuarteles, hospitales, cárceles y conventos de monjas y frailes, en los que edificabá á sus moradores por la piedad con que adoraba las imágenes, cubierto de escapularios, reliquias y otros objetos santos, y por los modales afables y cariñosos que empleaba con los cenobitas. Alli solia asistir despues de las fiestas religiosas, con tanta pompa celebradas, á los banquetes que le daban

los frailes; y el festin se terminaba siempre en medio de la mas cordial alegría con una solicitud del prior á favor de algun sobrino suyo ó ahijado del convento, que siempre era preferido por el monarca á los propuestos por sus ministros. Asi escalaban los destinos del Estado en alas del hábito re

ligioso los mogigatos é ignotantes; y con mas ahinco se cultivaba la detestable hipocresía, que encumbraba á los primeros puestos de España, que las olvidadas ciencias, que sumian en la miseria y el desprecio.

En 3 de Febrero presentóse el rey con su capitan de guardias en el Consejo de la suprema Inquisicion, y tomando asiento al lado de los crueles ministros, y permitiéndoles sentarse, mandó continuar el despacho de los negocios para participar de la dicha que gozaban aquellos verdugos de la humanidad atormentando á sus semejantes. Entraron los relatores, y el monarca de España, descendido á la clase de inquisidor, sentenció, juntamente con los individuos del Consejo, diferentes causas formadas á fracmasones, manifestando prudente celo por la honra de Dios, como dice el documento offcial en que se anunció al mundo tan sublime cuadro. El inquisidor general, obispo de Almería, á quien pocos dias antes habia S. M. condecorado con la gran cruz de Carlos III en premio de su humildad apostólica (*), ofreció en seguida un magnífico almuerzo al monarca para que recobrase el aliento perdido en la humanísima tarea de condenar hereges. Y no contento Fernando con burlarse asi de las luces del siglo, creó en 17 de Marzo una orden de caballería para los ministros del santo oficio, concediéndoles el uso de una venera de honor (*). No nos parece tan horrorosa la idea de un Felipe II, que impulsado por el fanatismo religioso enciende las hogueras, como la de un des

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