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más, una simple traducción de la exposición de otro autor, sino la consultada con el mismo Bentham. ¿Quién era, pues, D. Toribio Núñez? ¿Qué relaciones mantuvo con el ilustre fundador de la moderna escuela utilitaria?

Para averiguarlo me han servido poderosamente dos fuentes. El archivo de la Universidad de Salamanca, donde cursó su carrera de Cánones y Derecho D. Toribio Núñez, donde desempeñó varias enseñanzas, aunque nunca como profesor numerario, y donde fué por elección del Claustro bibliotecario, y las noticias particulares y documentos que conservaban los individuos de su familia. Respecto á la primera, casi hizo todo el trabajo mi ilustrado amigo y discipulo el profesor de aquella Universidad D. Luis Maldonado. El mismo me puso en el camino de la segunda de las fuentes arriba mencionadas. Las personas del Claustro que conocieron y trataron á D. Toribio Núñez habían muerto hacía pocos años. Existía en Salamanca algún anciano, persona sumamente respetable, que recordaba que por los años de 1814 á 1823 las escasas obras de Núñez eran leídas y ávidamente estudiadas por la juventud liberal, y aseguraba que el distinguido bibliotecario dejó sucesión y que debía existir todavía algún individuo de su familia avecindado en Piedrahita, lindísima villa de la provincia de Avila.

Asi era, en efecto: en dicha villa vivía hacía muchos años la respetable anciana Doña Javiera Núñez, nieta de D. Toribio, que con religioso respeto y como reliquias venerandas conservaba algunos papeles, aunque no muchos, de su abuelo. No era obra de gran dificultad el trasladarme allí desde Madrid, y no coutraje gran mérito en hacerlo. Esto me proporcionó la satisfacción de completar los datos que de Salamanca había recibido y el hallazgo de dos cartas escritas en inglés por Bentham á D. Toribio Núñez, y sobre todo la respuesta de éste á una de ellas, que lleva la fecha de 20 de Diciembre de 1821, que hizo imprimir en Salamanca, y que suministra datos curiosísimos acerca de la vida de Núñez, sus relaciones con el sabio jurisconsulto inglès y hasta la época y la causa en

que empezó su afición decidida á sus doctrinas. Esta respuesta figura además traducida en inglés en las obras completas de Bentham, dadas á luz en 1843.

Como resumen y extracto de todos estos datos, sabemos de un modo cierto que D. Toribio Núñez nació en la villa de Coca, provincia de Segovia, en 16 de Abril de 1776, siendo sus padres D. Carlos Núñez, médico de aquella villa, y Doña Josefa Sessè, naturales de la ciudad de Salamanca. Empezó sus estudios en la de Arévalo por los de la lengua latina, como en aquella época era costumbre. Según él mismo aflrma, por una casualidad bien rara, le cupo en suerte un profesor ilustrado, de carácter amable y noble, que le inspiró respeto, amor y confianza, á quien agradó la disposición y aplicación al estudio del joven discípulo, de modo que ya à los catorce años amaba la sabiduría de Sócrates y de Platón, que conocia por los libros latinos.

Por esta época perdió Núñez á su padre y quedó como cabeza de familia con un hermano menor y una madre enferma. Siguiendo los consejos que al morir le había dado el autor de sus días, se trasladó á Salamanca, donde su padre había estudiado la Medicina. Refiere que entonces cayó en sus manos la lógica de Condillac, la que, y sobre todo una mala traducción del Telémaco, le inspiraron el deseo de comprender el francés, que consiguió bien pronto. Es notable que precisamente ese libro, que exaltó la imaginación de Bentham á la temprana edad de siete años, fuese el mismo que inspirara à Núñez el deseo de poseer la lengua francesa, por medio de la que vino á conocer las obras del utilitario inglés. Porque pasando por Salamanca á Portugal en 1807 el ejército francés, tuvo ocasión de adquirir, entre otros libros, el de Los principios de legislación civil y penal, cuya lectura le causó la más honda é indeleble impresión. Así resultó Toribio Núñez benthamista.

A poco de su traslación á Salamanca, fué acogido con cariño por la familia con quien acababa de casarse el insigne poeta D. Juan Meléndez Valdés, que le profesó siempre el ma

yor cariño, y auxiliado por éste, aunque su inclinación le llevaba á las bellas letras, se decidió al fin por la carrera de cánones y la de jurisprudencia. En efecto, en 27 de Noviembre de 1780 aparece matriculado en aquella Universidad, en la que cursó lo que hoy pudiera llamarse segunda enseñanza, á excepción de la filosofía moral, que aprobó en los Reales Estudios de San Isidro. Siguió después la carrera de leyes y cánones, recibiendo el grado de doctor en 18 de Octubre de 1792. Por entonces fué sustituto, nombrado por el Claustro, de varias asignaturas, y en tal concepto regentó, durante las enfermedades y ausencias del titular, la cátedra que desempeñaba su ilustre protector. Siguiendo por este camino, y decidido á buscarse por el profesorado un destino honroso y pacifico en el orden civil, hizo oposición á una cátedra, que le arrebatò la arbitrariedad del favorito que en aquella época era el árbitro de los destinos de España. Pero la Duquesa de Alba, no pudiendo sufrir el espectáculo de la injusticia con que era tratado, le confirió la administración de sus estados y casa de Sevilla, en donde vivió hasta la prematura muerte de la Duquesa. Después parece se dedicó al comercio, y con los productos que obtuvo se retiró á vivir en las sierras de Castilla, continuando los estudios particulares que nunca abandonó. Favorecido por el doctor D. José Domingo Mintegui, después Director general de Estudios, fué elegido bibliotecario en el año 1812, y por esta razón formaba parte del Claustro salmantino.

Cuál era la influencia que en él ejercía, cuál su amor á la doctrina benthamista, que conocía á fondo, en una época en que apenas acababan de ser traducidas las obras magistrales del jurisconsulto inglès, lo demuestra el abultado folleto impreso en Salamanca en 1820, en la de Vicente Blanco, que lleva por titulo Informe de la Universidad de Salamanca sobre plan de estudios, ó sobre su fundación, altura y decadencia, y sobre las mejoras de que es susceptible, con cuyo motivo presenta un proyecto de ley sobre la instrucción pública. Aunque el folleto aparece impreso en 1820, los libros de actas, llevados en

Salamanca con la mayor escrupulosidad y esmero, no dejan duda que en la elaboración del informe tomó parte muy principal al bibliotecario Núñez, y que pertenece á la primera época constitucional.

Entre los asuntos que preocuparon á las Cortes de aquella época, se cuenta el de la instrucción y educación general. El Gobierno presentó un proyecto de decreto acerca del cual consultó à varias corporaciones y, como era natural, en primer término á las Universidades. La de Salamanca, por conducto de su Ayuntamiento, recibió, como todas las de España, este encargo de las Cortes. Constituyóse una Comisión del Claustro que redactase el proyecto, y hecho que fuè, comenzó á discutirse en los últimos días de Enero de 1813 y primera quincena del mes siguiente. Por iniciativa de D. Toribio Núñez, se acordó que precediese al informe un discurso preliminar, de cuya redacción fueron encargados el doctor D. Tomás González y el mismo Núñez; pero éste solo fué el que llevó á cabo el trabajo, porque existe el borrador original escrito de su puño y letra. Aprobado el discurso, como lo fue todo el trabajo, se acordó comisionar á los mismos doctores González y Núñez para presentarle á las Cortes y practicar «las diligencias convenientes y contestar todo lo que fuese necesario y conveniente sobre la materia.»

Objeto de larga discusión en el Claustro fué si debiera imprimirse, inclinados algunos á que no se hiciese, temerosos de que pudieran alarmar las doctrinas demasiado liberales que contenía. Al fin esto quedó à discreción de los comisionados, que parece empezaron la impresión de algunos pliegos. Mantuvieron larga correspondencia con el Claustro respecto á las dificultades que presentaba la admisión de las ideas del informe y las modificaciones que se juzgaban indispensables. Era una de ellas, que no parece oportuno omitir la que debía introducirse en la parte referente á la moral, pues á juicio de muchos debía adicionarse con las citas de aquellas sentencias y textos de los Evangelios y demás libros sagrados, que consagran las mismas doctrinas que en el dictamen se estable

cian, y hacerle, por consiguiente, más religioso. Por cierto que, cuando en 1820 se imprimió el informe, no se encuentra corrección alguna que haga referencia á esta cita de los libros sagrados, y continuaron, por consiguiente, sin el apoyo de los textos las máximas que el Claustro de Salamanca consignaba. Sin duda alguna habían cambiado los tiempos y ya no era tan indispensable como antes hacer la parte moral más religiosa.

Por lo demás, basta haber hojeado, aunque sea distraidamente, las obras fundamentales del jurisconsulto inglés para adquirir el convencimiento profundo de que el discurso preliminar es obra de un entusiasta y convencido benthamista. La felicidad pública, dice el comienzo del discurso, debe ser el objeto principal del legislador: la utilidad general, el principio de su razonamiento: conocer el bien de la sociedad, que le confia sus más precisos intereses, es la verdadera ciencia social, y en hallar los medios de realizarle consiste el arte de la legislación. Tales palabras están tomadas casi literalmente de los Principios de la moral y de la legislación, publicados en inglés en 1789, y que sirvieron de base á los Tratados de legislación civil y penal que en francés acababa de dar á la estampa el célebre Esteban Dumont. Toda la teoría que después se desarrolla sobre las sanciones física, moral, religiosa y politica; la afirmación de que, á pesar de que todas cuatro constituyen la mecánica del corazón humano y determinan los actos de los hombres, el legislador no dispone por sí más que de la última, ó sea la política, es la exposición en resumen de todo el sistema de Bentham, y para manejarle con la gallardía ydesembarazo que lo hace Núñez, es menester conocerle con toda profundidad; y para afirmar que le constituyen verdades tan evidentes que al intentar demostrarlas inferirìa un agravio al legislador y á la Nación entera, se necesita un convencimiento tal que solo se encuentra entre los entusiastas benthamistas.

El plan, sin embargo, á pesar de ser exageradamente liberal, estaba muy lejos de preconizar lo que hoy llamamos la

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