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as cuestiones de sinónimos, otra que tiene relacion con el carácter del pais en que principalmente se conserva generalizado aquel diminutivo. La diferencia gramatical, á la verdad no muy marcada desde que la supresión del diminutivo en ico ha refundido en los otros su verdadero significado, consiste en que la terminacion en llo tiende visiblemente al desprecio, al achicamiento voluntario de un objeto, por ejemplo, chiquillo, capitancillo; la en ito tiene algunas veces carácter depresivo y no pocas denota cierta repugnante hipocresia, como se observa por ejemplo en las frases ¡tiene una risita! ¡la mosquita muerta!; la en co demuestra cariño ó predileccion, siendo á lo menos un aditamento inofensivo, como nos lo declara prácticamente el ejemplo que llevamos citado de la CELESTINA, en el cual se vé que prepondera aquella espresiva terminacion para la alabanza, angelico, perlica, simplecica, gestico, y se reservan otras para lo que puede indicar detraccion, como nezuelo, loquito y lobitos. En cuanto á la diferencia moral, estriba en que el diminutivo en co representa el lenguaje de la familiaridad, de la conversacion, de la intimidad, y por decirlo asi, de la buena fé, fuera del cual apunta en cierta manera el estudio, el disimulo, la desconfianza, la reserva, la falta de espontaneidad.

Hemos espuesto, sucintamente algunas veces, y otras con mayor difusion, los caractéres esenciales del idioma aragonés, mal apreciado en general, tan poco estudiado aun por los mismos aragoneses, pero tan digno de un exámen todavía mas lato que el que le hemos consagrado. Las fuentes de donde procede, que son las mas puras; la respetuosa conservacion de voces latinas, y sobre todo de españolas

antiguas; la asimilacion que se ha procurado parca y atinadamente con las arábigas y lemosinas; la suma de sus palabras técnicas, compuestas, derivadas y aun onomatópicas, en todo conformes con el carácter de la lengua española; la espresion genial, candorosa y fácil que distingue á muchos de sus vocablos y á no pocos de sus modismos; todo contribuye á darle un conjunto inesplicable de belleza que, si no se ha beneficiado todo lo posible, consiste en que la sumision aragonesa y la tirania castellana puede decirse que han concurrido á eliminar de la literatura los elementos mas útiles del idioma aragonés, que viene áşer una variante cuando no un complemento del impropiamente llamado castellano.

De las ventajas que á este mismo lleva, algo es lo que ya tenemos indicado, pero todavía podemos añadir tal cual observacion que se compadece muy bien con nuestro objeto. Hay palabras, como ababol, que, no desmereciendo en suavidad de sus respectivas castellanas, obedecen mas á su elimologia: hay otras, como abortin, que conforman mejor con el génio de la lengua, si bien ya sabemos que por uno de los muchos secretos de la española los diminutivos tienen á veces desinencia aumentativa (á la hebrea y griega) como sucede en anadon y hebraton, verdadera antítesis de otros, como tordella que es aumentativo: hay otras, como remoldar, que son mas concretas, pues en ese mismo ejemplo vemos que Castilla hace sinónimos á remoldar y podar, mientras en Aragon lo uno se refiere á los árboles y lo otro á las vides: hay otras, como cortada y huevalera, muy superiores á sus análogas corte y huevera, que en castellano son ambiguas y confusas por sus diversas significaciones:

otras que tienen mas conformidad con la lengua madre, como uva, que responde en Ciceron y en Fedro, como entre los aragoneses, á la idea castellana de racimo, que en Columela todavía espresa el que forman de sus propios cuerpos las abejas, y que en Virgilio tiene la mas general significacion de cepa ó vid, fert uva racemos: hay otras sutilísimas, como respetudo y gobernudo, que denotan, no ya la idea despectiva propia de esa terminacion, sino una especie de falsa importancia, pues respetudo quiere decir el que inspira cierto infundado respeto, no por lo que es en sí, sino por su edad, su figura y su entonacion oraculosa; y gobernudo, no el que es realmente metódico y ordenado, sino el que bulle mucho y parece estar en todo, aunque positivamente no tenga tanto gobierno como agilidad y movimiento: hay otras dotadas de gran propiedad y de muy buenas condiciones eufónicas, como agüera, alud, asnada, brisa, caloyo, eraje, jugadero, mejana, lloradera, redolino, ternasco (86) y vulturino: hay otras de escelente composicion, como aguacibera, aguallevado, ajo-arriero, ajolio, alicortado, botinflado, cabecequia, malbusca, matacabra y matacan, que no puede rehusar ningun gramático: hay otras perfectamente significativas y en igual grado concisas y aun irreemplazables, como los verbos alfarrazar, amprar, antecojer, atreudar, bolsear, ceprenar, chemecar, entrecavar, favear, malvar y otras que son de composicion castellana con cierta libertad francesa.

(86) Esta voz fue la que dió origen al Ensayo de Peralta, único aunque incompleto diccionario aragonés que conocemos. Habíase provisto el autor, contra la irreflexiva intolerancia de la córte, con un catálogo de 150 voces vitandas que le facilitó un celoso amigo; pero escapósele, á pesar de esta prevención, la palabra ternasco, y la graciosa burla conque fue saludada le determinó á escribir aquella obrita, que en adelante utilizó Dominguez para su Diccionario, asi como Mellado para su Enciclopedia.

A todas las cuales, que de suyo no tienen equivalencia en castellano, hay que añadir, porque tampoco no la tienen exacta, las palabras alfarda, almenara, amelgar, amosta, antipoca, antor, apercazar, apuradamente, atrazo, axobar, bimardo, borroso, boto, brazal, cabecero, capacear, capleta, cenero, cerpa, convenido, correntía, crujida, cudujon, chorrada, emberar, empeltre, encabezado, fádiga, hablada, lorza, mantornar, mañanada, marraga, masobero, modoso, oleaza, panicero, picotear, racimo, rafe, ruello, saso, tardada, taste, teruelo, terron, tinglado, vellutero, venora, zaborra y zancochar, todas ó casi todas las cuales, y otras que aqui no citamos ni definimos para prueba, como quiera que lo están en nuestro Diccionario, debieran adoptarse como propias en el idioma español, é igualmente las que se citan en la ENCICLOPEDIA ESPAÑOLA (87), artículo de España lingüística, en cuya obra, que no debe parecer sospechosa de provincialismo, se defiende resueltamente al idioma aragonès y se inculpa gravemente á los castellanos por el esclusivismo con que proceden en materias de lenguage, prefiriendo en muchos casos ostentar su pobreza más bien que adoptar de los dialectos españoles aquello en que estos les supera n.

Hemos terminado con eso la tarea que nos habiamos impuesto, á la cual vamos á dar cima con una sola obser vacion. Puesto que se ha perdido literariamente, aun en las márgenes del Ebro, el habla aragonesa; puesto que lejos de perfeccionarse ni aun conservarse estos dialectos, ame

(87) Acapizarse, ador, aguacibera, agüera, alcobilla, amprar, andalocio, baga, boira, buirador, canero, correntiar, coso, cosero, cuaderna, escalibar, guajo, mayenco, miajero, pajuz, presa, presero, rebecar, trenzadera, zaborra, y aun acantalear, adula, y riada, que son en realidad castellanas, aunque notadas como aragonesas por Peralta.

nazan confundirse poco a poco en el idioma general; bueno á fuera que la lengua conquistadora utilizára en beneficio comun esos restos lingüísticos que de otro modo han de perderse, y entonces, ya que el vocabulario aragonés ni se conservara sino en libros como este ú otros de mejor desempeño, ni sirviera sino como una curiosidad filológica; contribuiria por lo menos á enriquecer el acerbo comun de la sin par lengua española, y, á cambio de tantas glorias abdicadas en favor de la unidad ibérica, conservaria el Aragon la de haber mejorado con su hermoso dialecto el habla rica de Cervantes.

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