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Otra cosa debia suceder en Cádiz, á donde llegué cuando iba á entrar Febrero. Pero lo que más me admiró fué que, al llegar á las puertas de la ciudad, como al presentar nuestros pasaportes se viese que procediamos de Madrid, aunque salidos de aquella poblacion en Noviembre, se nos preguntase, como si fuese dudoso todavía ó como si nosotros, al cabo de dos meses de residencia en una provincia, pudiésemos saberlo como testigos presenciales, si eran ó no real y verdaderamente los franceses dueños de la capital de la monarquía. No estaban con todo tan ignorantes de lo que pasaba los habitantes de una ciudad, que si contaba á la sazon pocos literatos, no dejaba de tener por moradores á muchos hombres de algunos conocimientos y de buen juicio. Y sin embargo, tan culta ciudad iba á ser en breve teatro de un alboroto vergonzoso, mal descrito por cuantos de él se han ocupado, y entre otros por el conde de Toreno, á quien debieron engañar falsos informes; el alboroto de Febrero de 1808, acompañado de un asesinato Ꭹ señalado por circunstancias de ridiculez tal, que en tal ciudad, segun habia aparecido antes y apareció despues, parece increible.

CAPÍTULO IV.

Efectos de la batalla de Bailen.-La Regencia.-Preparativos de las Córtes de Cádiz.-Una proclama de Napoleon.-Modo de aderezar unas Córtes, un rey y un ministerio.-Los aficionados al poder, y los buenos patricios.— El general NO IMPORTA.

I.

Ninguno mejor que un testigo ocular de la gran epopeya que se llama en España la Guerra de la Independencia, podia dar á conocer en breves rasgos los principales caractéres de aquella heróica lucha.

Por eso aprovechándome del método del bueno de D. Gil, esto es, evocando un espíritu, he podido dar cuenta con todo el colorido necesario de aquel período de la primera parte del siglo xix en España.

En el anterior capítulo ha hablado un personaje, á quien más tarde conoceremos, y veremos figurar como ministro, D. Antonio Alcalá Galiano.

Por mi parte; completaré la reseña con algunos datos, y el bosquejo del verdadero personaje, que dió á los españoles con el triunfo la página gloriosa que reemplazó borrándoles las ignominiosas de la época en que habia regido Godoy los destinos de España.

Despues de la entrada del ejército victorioso en los campos de Andalucía, despues de la rendicion de Bailen, nin

gun otro espectáculo podia llamar la atencion ó escitar los afectos en igual grado.

No dejó, con todo, de mover las pasiones la proclamacion de Fernando como rey, hecha despues de alejarse de la córte el rey intruso, llevando en ésta el pendon el conde de Altamira entre victores, que parecia le levantaban á la línea de los héroes.

Pero iba haciéndose hora de que la embriaguez del triunfo sucediese al cuidado de lo presente y no lisonjeras previsiones de lo futuro. Aunque se habia retirado José Napoleon hasta ponerse al otro lado del Ebro, veíanse graves peligros, y se temia no inferiores males para la patria.

II.

El entusiasmo es cosa que dura poco, sobre todo si se ha gastado muy de prisa. Pero su decadencia no acompañó decaimiento de ánimo bastante á aconsejar la sumision si era adversa la fortuna.

Así fué que no hubo otra jornada de Bailen, sino al revés, muchas en que llevaron nuestras armas lo peor, sin el consuelo de quedar gloriosas, aun saliendo vencidas. Pero hubo tenaz propósito, aun cuando parecia locura persistir en la resistencia, y esta pertinacia heróica nunca faltó en la parte con mucho más numerosa de los hombres de aquellos dias de prueba. Así, la bandera de la patria caida varias veces, se levantaba al momento, y en la isla gaditana una España abreviada, contando por suya toda la tierra no pisada por los franceses, vivió mereciendo ver premiados sus esfuerzos con haberse logrado afirmar la independencia de la nacion

española, amenazada por el mayor poder que ha conocido el mundo.

III.

Pero sigamos haciendo historia.

La Junta central suprema se disolvió, y se nombró el 29 de Enero de 1810 una Regencia, compuesta del obispo de Orense, D. Pedro Quevedo, D. Francisco Saavedra, consejero de Estado, D. Francisco Javier Castaños y D. Antonio Escaño. Funcionó tan solo hasta el 24 de Setiembre, en que se instalaron en la Isla de Leon las Córtes generales del Reino, que empezaron sus tareas proclamando la soberanía nacional, y nombrando otra Regencia, compuesta del general Blaque, del jefe de escuadra D. Gabriel Ciscar y del capitan de fragata D. Pedro Agar.

Estas medidas empezaron á regularizar la oposicion á las que tomase el emperador, con tanta más esperanza de buen éxito, cuanto que habiendo logrado el marqués de la Romana (que como hemos dicho en otro lugar se hallaba sirviendo con lo más florido de nuestras tropas á Napoleon cuando empezó la guerra), separarse de los cuerpos franceses con quienes estaba unido en el Norte, regresó á España, y uniéndose á un cuerpo de ingleses que mandaba More y habia venido en nuestra ayuda, formaron ambos una muy respetable fuerza disciplinada y aguerrida que oponer á los veteranos que habian acompañado al emperador. Sin embargo, mientras la madre patria tanto tenia en que entender, mientras tan heróicos sacrificios estaba haciendo, interin admiraba al mundo con sus constantes anhelos de independencia,

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tenia el sentimiento de saber que sus hijos de América aprovechando esta oportunidad, aspiraban á emanciparse, manifestándolo así en varios levantamientos.

IV.

La Regencia dividió á España para regularizar las operaciones de la guerraen siete distritos militares, á cargo de los je、 fes españoles más reputados en su patriotismo y conocimientos militares. Procurando oponerse á los planes de la política de Napoleon, en la segunda campaña que empezó como dijimos tomando él mismo la direccion de la guerra con numerosas huestes; pero si bien habia logrado reponer á su hermano en Madrid, si algunos triunfos parciales de sus mejores tropas acaudilladas por sus más hábiles generales, habian tenido á las nuestras en contínuo movimiento, alternando los descalabros con las victorias, no estaba satisfecho el césar francés con el estado de sus progresos en la conquista, ni tampoco con las contínuas exigencias y pedidos de su hermano. Tampoco lo estaba éste, pues ni le dejaba gobernar como amo, ni sus socorros eran tan eficaces como hubiera deseado para sostenerse y afirmarse en el trono español, rechazado de él por todos los españoles. Sérias contestaciones, renuncias y aun domésticas quejas se elevaron entre ambos hermanos, y lo que pudo conseguir José de ellas fué la aquiescencia de Napoleon para que tratase con las Cortes de Cádiz su reconocimiento, basado en la Constitucion de Bayona; esto estaba muy distante del pensamiento de aquellas, y aun el mismo Napoleon lo miraba dudoso, pero de ello esperaba sacar par

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