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PÁTRIA DE ARNALDO DE VILANOVA.

Uno de los dias inmediatos à la celebracion de los Juegos Florales de 1868 oimos á un insigne poeta del Mediodía de Francia que se lamentaba de que los catalanes tratasen de apropiarse aquel famoso personaje, al paso que el benemérito autor de la Historia de Villanueva y Geltrú siente que se le juzgue nativo de esta villa por razon de las doctrinas poco puras que con harto fundamento se han atribuido á algunas de sus obras. El poeta provenzal y el historiógrafo catalan deben resignarse á creer al médico de Pedro III natural de Cataluña, pucs así lo declaran dos pasajes de sus propios escritos, notados y publicados no hace muchos años por un escritor francés, director de la biblioteca, famosa por sus manuscritos, de una ciudad de Provenza: pasajes que confirman plenamente las atinadas observaciones expuestas por don Antonio de Bofarull en un artículo de esta Revista.

En su voluminoso é interesante Catalogue des Manuscrits de la Bibliotheque de Carpentras, 1862, tomo I, pág. 168, C. G. A. Lambert da noticia de un libro inédito de Geometría práctica compuesto por Arnaldo de Vilanova y copiado ó traducido en 1405 por Bertran Boysset, agrimensor (destrator et atcrmenator) de la ciudad de Arles (1). Este libro que contiene aplicaciones à la geografía y á la astronomía es una nueva muestra de los variadísimos conocimientos de Arnaldo, al propio tiempo que de sus desvariadas pretensiones. En una grosera pintura se le presenta recibiendo de manos de N. S. J. C. los marcos ó padrones de las medidas, y en otra, escribiendo lo que dicta el rey de Nápoles. Despues de un tratado de Boysset sobre las medidas de Arles, siguen los versos de que luego se da una muestra; elogio de dicho rey, una especie Je diálogo entre J. C. y el autor, los deberes del agrimensor y diversas circunstancias de la composicion del libro:

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Ov (1. On) es tota la siensia escrita
De destrar e d' atermenar,
Et es tota quapitolada,

E noblament abordenada (ahordenada?).
Monsenhor lo rey la dechava

Et ieu la scrivie et l' ordenava
Per la forma quel rey agradava
I'l rey Robert mi comandava,
Quar font es de tota siensa etc.
Hasta el fin:

Lo cual libre fo acabat
Escrig et abordenat

En Napol la granda sicutat

L'an quart (1313) que fon coronat

Lo rey Robert en son regnat

Que Secilia es apellat

Et altre titol li es donat

De Jerusalem eysament etc.

1) Dice el Sr. Lambert: «En la Biblioteca Mejana (fundada por el Marqués de Mejanes) de Aix hay otro manuscrito menos completo de esta obra: Libre qu' ensenha de destrar, de atermenar, d' agachonar e de scairar terras et autras possesions, estracte de un libre ordenat per Mestre Arnaut de Vilanova á la reqesta del rey Robert et qu'a esta (?) treslata (?) en la ciutat d' Arle, etc. Es el mismo manuscrito de que se sirvió Raynouard en su Léxico y que en 1843 incluyó en el Catálogo (Tomo V. pág 610) con el título: «Traduction du traite d' Arpentage: Bibliotheque d' Aix M. S.» Segun es de ver en 1843 ya habia sido este libro trasladado á la Biblioteca pública: en 1831 se hallaba todavia en los Archivos municipales: V. Rouard Notice de la Bibl. d' Aix,

Tambien en el cuerpo de la obra, hablando de las medidas itinerarias de su país, espresa positivamente, sigue diciendo el Sr. Lambert, que era de Cataluña.-Raynouard dá este tra tado como traduccion (del latin); el Sr. Lambert no decide si el conocido agrimensor Boysset tradujo ó copió tan sólo el original de Arnaldo. Es muy posible que fuese lo último, es decir, que Boyssel, fuera del tratado que lleva su nombre, no hiciese más que modificar conforme el habla de su tiempo y de su país un original catalan; pero lo es tambien que Arnaldo se hubiese esforzado en provenzalizar su lenguaje, especialmente en la parte versificada que sin duda alguna no escribió en lengua latina. Era todavia en aquellos tiempos empeño de nuestros poetas el escribir en el lenguaje de los trovadores, como se vé en las obras rimadas de Lull y en el Sermó de Muntaner, y mayor debia serlo en quien componia una obra inspirada por un rey, conde tambien de Provenza.

Es, pues, indudable, que Arnaldo fué catalan; pero ¿de qué punto? Si suponemos, como por nuestra parte creemos probable, que su sobrenombre indica el lugar del nacimiento, ¿en cuál de las 17 ó 18 Vilanovas de Cataluña vió la primera luz el famoso médico alquimista?

Cervera parece la mas empeñada en ser tenida por su pátria. E antiguo corregimiento de esta ciudad, á que dió tanta nombradía el favor de Felipe V, comprendia á Vilanova de la Ajuda, mas no es este el título que alegan los cerverienses sino un sello de mano que lleva la inscripcion: «Signum Arnaldi medici» y el emblema (enigmático para nosotros) de un ave que tiene los piés sobre el dorso y el pico sobre la cabeza de otra ave. Nos parece y parece tambien à personas entendidas en el ramo, que el estilo de este sello es de época posterior á la del médico de Pedro III. Cervera, pues, habrá tenido un segundo Arnaldo médico, como tuvo un segundo Ausias March.

Don A. de Bofarull nos instruye de que en nonas de Abril de 1285 el rey D. Pedro le dió el castillo de Ollers, situado en la Conca de Barberá y añade «que al dar el rey este castillo á su físico en recompensa de sus servicios, parece natural que escogiese, à fin de hacer mas agradable el obsequio, ó una finca inmediata al lugar donde tenia la casa paterna Arnaldo, ó un terreno al que el remunerado tuviese particular aficion.» Observa luego que, muy inmediala á la Conca, hay una poblacion asi llamada, y otra Vilanova en la parte alta del mismo lerritorio hacia la sierra de la Llena. La última es Vilanova de Prades, muy próxima á esta poblacion, que formaba parte del antiguo corregimiento de Montblanch.

Finalmente, creemos que existe un dato, no decisivo pero sí de mucho valor, favorable á la opinion, que ya ha tenido algun crédito, de que Arnaldo nació en Vilanova de Cubelles que es la que ahora lleva el nombre de Vilanova y Geltrú. En un pasaje de uno de sus escritos que nos fué referido por una persona en cuyo testimonio tenemos completa confianza, pre · lende Arnaldo que los cadáveres de los habitantes de las costas marítimas tardan más en corromperse que los de los que viven en tierras interiores, poniendo por ejemplo de los primeros á los de Vilanova y de los segundos á los de Vilafranca. La proximidad de las poblaciones de Vilafranca del Panadés y de la mencionada Vilanova, demuestran que de estas se habla, é inducen á creer que el autor del pasaje las conocia y las recordaba muy particularmente. (1)

M. MILA Y FONTANALS.

Catedrático de la Universad de Barcelona y presidente de la Academia de Buenas Letras.

(1) En cuanto a Villafranca es sabido que en ella asistió Arnaldo al moribundo Pedro III.

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¿Quieren saber nuestros lectores á qué se reducen las grandes novedades que ofrece el señor Torres cuando argumenta solo, cuando pelea con sus propias armas, para buscar el falso carácter de nuestro libro? A notar que un signo que indicamos.como de los mas antiguos en el uso de la imprenta, el us en forma de 9 pequeño y elevado, lo propio se adapta á las impre siones del siglo xv que á las del xvi; á esplicarnos ciertas diferencias en la forma de las letras de imprenta; á copiar unos documentos curiosos relativos à un contrato sobre compra de papel, que ninguna justificacion añaden para desvirtuar el carácter del libro; y á rebajar la importancia de Barcelona ya en pasados tiempos; todo esto, salpicado con algunas conjeturas aisladas, y acompañado de ciertas relicencias y desdeñosas advertencias que nada tienen que ver ni con el carácter de la impresion ni con la cuestion que se debate. Examinemos, por su órden, la esterilidad de estas cuatro novedades, y la innecesidad de las conjeturas entre ellas esparcidas.

Al citar nosotros el signo expresivo de la terminacion us, cuando escribimos un artículo circunscrito á probar la posibilidad de imprenta en Barcelona en 1468, no pudiendo prever que de él se originase tan incompasivo ataque, solo como un dato à mayor abundamiento en corroboracion de nuestro aserto, escogimos entre los demás signos que pudiéramos recordar uno que fuese de la paleografía contemporánea y anterior, poco frecuente nó por razon de uso sino por la especialidad de la terminacion que representa, y que por lo mismo hubo de ser de los primeros que se fuesen suprimiendo à medida que la imprenta iba adelantando, y mas aun á medida que del escrito desaparecian las abreviaturas antiguas, adelanto manifiesto del siglo xvi, tanto por la mayor ilustracion general, como, especialmente, por irse gramatizando todas las lenguas. Con sonrisa desdeñosa nos habla primiero el Sr. Torres, y jugando un tanto el vocablo, al decir que, «la añadidura del Sr. Bofarull abona tan repoco la fecha de impresion de dicho opúsculo, y es argumento de tan escasa fuerza que bien hubiera podido prescindir de él y haber buscado otros de mayor fundamento, si buscarlos podia;» y en seguida, ya grave, nos enseña que habíamos de haber «acotado con precision la época en que dicho signo desaparece.» No deja de andar acertado el corrector en lo primero, pues verdaderamente es repoco lo que alegámos en nuestro artículo, por creerlo entonces innecesario, mas ahora que ha tenido ocasion de ver nuestro trabajo anatómico, creemos habrá quedado satisfecho de nuestras añadiduras, viendo lo remucho que entonces pudimos haber dicho ya; y en cuanto à lo segundo, le dirémos que ni á nosotros nos es dado saber con precision la época en que desapareció el signo expresivo de us, ni él ni todos los bibliografos del mundo son capaces de fijarla, se entiende con la precision que quiere significar el Sr. Torres, porque esto no puede ser á la vez y generalmente, sino respectivamente á cada punto y á cada impresor, por depender del aprovechamiento mas o menos duradero de antiguas imprentas, pues sabe muy bien que, en el

siglo inmediato, se conservaban todavía moldes y letras que habian servido en el anterior, ó se imitaban en la fundicion, sin que sea razon contraria el descubrir, ya en una época adelantada, en alguna edicion el antiguo signo, del mismo modo que en ediciones de este siglo vemos usada, por algun librero ráncio ó rezagado en el arte, la s larga (de forma parecida á la f.) empleada en las impresiones de doscientos años antes.

Para ofrecer la segunda novedad, repite el Sr. Torres las tres circunstancias apuntadas ya por Salva, y que refutámos, con lo que, dice, se constituyó prueba acabada y plena en contra de las pretensiones de nuestro libro, y por «si las tres no bastan, otras no menos calificativas (añade) vienen á prestarlas mayor autoridad y fuerza.» El discípulo empieza aquí á mostrarse rebelde con el maestro, pues empieza á dudar de si bastan ó no las pruebas de este, y le enmienda alegando otras no menos calificativas que aquel se olvidó. ¿Y sabe el lector en qué consiste la grande enmienda? en desplegar un lujo de erudicion histórica sobre la caprichosa nomenclatura de las letras de imprenta que se usaron en tal ó cual punto, por tal ó cual impresor, como por ejemplo la semigótica que dice era menos gruesa y mejor trazada, el carácter usado en impresiones de Venecia, denominado Veneciano, el de Roma, llamado Romano, y que supone ser igual al otro «por haberse servido de él Vlrico Ham y otros impresores de la ciudad de las siete colinas,» (lo que prueba cuan caprichosa es la nomenclatura, pues bastaba meramente servirse de un carácter para bautizarlo con un nuevo nombre, y del mismo modo pudiéramos decir nosotros carácter Valenciano, Murciano ó Barcelonés,) y finalmenle la letra de Tortis que atribuye á Juan Bautista de Tortis, suponiendo ser dicha letra una novedad introducida por este en Venecia, que hasta entonces «habia usado los tipos mas gallardos y hermosos,» pero novedad que da pié al Sr. Torres para sentar esta absolutísima tésis: «desde esta clapa, todo cuanto la imprenta gana en la parte industrial y mercantil, lo pierde en su importancia artística. » En cada época ha dominado un carácter, y si por tener una línea mas o menos las letras, ó por ser mas o menos abierto el ojo de las redondas, se habia de inventar un nombre, serian las clases y denominaciones innumerables, cuando esencialmente ó por su forma general no pasan de ser un solo carácter, «alterándose (como confiesa el mismo Sr. Torres sin advertirlo,) segun el gusto de cada pueblo y de cada copista, especialmente en los manuscritos y abreviaturas. » El crudito, no recordando que el adjetivo gótico es una denominacion comun, mas o menos propia, pero admitida, que se aplica á otros objetos fuera de la escritura y de la imprenta, á la arquitectura por ejemplo, imagina una division en los caractéres de imprimir, tan nueva como inconcebible, pues consignando que en Roma en 1475 se contaban ya mas de veinte impresores, y que en el espacio de siete años, los primeros que se establecieron en Italia habian impreso 12,475 volúmenes, estampa en seguida una nueva tésis mas herética que la anterior, en estos términos: «En estado tan floreciente se ballaba el arte cuando vinieron los caractéres góticos á hacerle retroceder. » De manera que segun el Sr. Torres, ni las letras de los antiguos códices que supo imitar Fust, ni todo el carácter empleado en las impresiones anteriores á 1475 y en los 12,475 volúmenes que cita deben llamarse góticas ó gótico, y sí tan solo desde allí en adelante, en cuyo cálculo, para evitar confusion sin duda, hace la aclaracion de que « el carácter así llamado (el gótico) del que se apoderaron los impresores, nada tiene de comun con el que los godos introdujeron en España é Italia,» (lo que es cierto, porque en los poquísimos monumentos que quedan del tiempo de los godos se nota el carácter de la letra romana imperfecta,) cálculo que le obliga á dar al verdadero gótico, al usado en los mejores siglos, al mismo que se imila y reproduce en la imprenta, el nombre de gótico moderno que es (dice) «la decadencia de la escritura en los siglos XIII, XIV y XV, el triunfo de las estravagancias y del mal gusto, la degeneracion de la escritura latina,» al paso que sienta ser la primera letra usada en la imprenta, como nacida esta en Alemania, imitacion de «la letra manuscrita que en Alemania mas comunmente se usaba,» á la que no da nombre alguno, y que no es otra, al cabo, que la llamada, mas ó meTOMO II.—NÚM. I. 2

nos propiamente, gótica lo mismo acá que allá, antes y despues de la invencion de la imprenta, y así se llamará por los siglos de los siglos, á pesar de todas las crudiciones. Nosotros confesamos nuestra miseria, pues no sabemos tanto como el Sr. Torres en esta parte; esperábamos, sin embargo, que, despues de su detenido estudio de las letras, aplicaria el resultado de sus averiguaciones á la gramática de Mates, para que supiesen los lectores cual era el verdadero carácter que le correspondia y que nosotros no supimos encontrar, segun revela el disertante en la pregunta con que concluye su tercer artículo; pero ya que se ha olvidado, ya que nos confesamos ignorantes en la nomenclatura de las letras antiguas, adoptaremos aqui lo que ya dijo el maestro, mas autorizado que el discípulo en esta cuestion, prescindirémos de las semigóticas, del carácter veneciano, del impresor Tortis y de todo cuanto ha alegado el Sr. Torres, y recordando solo que fué Aldo Manucio el que inventó en Venecia, en 1495, el carácter itálico, único que substituye al gótico, dirémos, en resúmen, y convencidos, lo que ya dijo cl distinguido bibliografo Sr. Salvá de nuestro libro, y es: «que era de carácter gótico á renglon seguido.»>

Las salpicaduras que median entre la segunda y tercera novedad que presenta el Sr, Torres no merecen ser olvidadas. La primera es decir que nuestro libro corresponde al periodo de Juan de Tortis, al que atribuye el verdadero retroceso del arte, no solo por la letra de su nombre, sino por «el sistema de innumerables abreviaturas y reducidos tamaños,» de lo que vendríamos á deducir que cuantos mas años pasaban desde la invencion de la imprenta, cuanto mas adelantaba, cuanto mas variaciones se introducian, y cuanto mas se desterraban en la escritura las abreviaturas, mas se hubieran introducido estas en la imprenta, y además que todas las magníficas ediciones de que se gloria España en el resto del siglo xv y principios del xvi son de decadencia; generalidad que puede disculparse por lo difícil que habia de ser al erudito poder fijar exactamente el carácter que, entre la gran variedad que él conoce le correspondiera atribuir al libro que tiene empeño en dar por falso. La segunda consiste en revelar que el signo mas característico en las primeras producciones de la estampa es el punto cuadrado «del que (dice) carecen por completo las i, sustituido en ellas por una rayita oblicua.» Precisamente ha ido á citar un ejemplo el Sr. Torres que nos favorece sobremanera la ü, esto es, la gramatical crema que descuidaban por completo los antiguos, dos puntos que son los mas accidentales de cuantos se pudieran citar, hablando del punto, que él ha sabido ver, en este caso, «sustituido en ellas (en las primeras ediciones) por una rayita oblicua.»> Suponemos que se referirá el Sr. Torres à las ediciones que él tiene por primeras, las cuales, comparadas con la nuestra, han de cederle la antigüedad, porque además de tener nuestro libro algunas veces, como ya indicámos, el importantísimo punto cuadrado que él tanto cnsalza, no tienen marcada ninguna u con el signo superior ó crema cuando se requiere, ni estan sustituidos los puntos con las rayitas que él ha visto, pudiendo ser muy bien, y no lo afirmamos, que en vez de ser u lo que descubriera, fuese una doble i, como la que se observa en la palabra octobriis, que figura entre las de la plancha de reproduccion que publicámos. De estas dos observaciones aisladas saca dos consecuencias el observador: de estar impreso nuestra gramática en el periodo de Tortis, durante el cual «todo cuanto la imprenta gana en la parte industrial y mercantil, lo pierde en su importancia artística,» deduce ser «indudable que Guillermo Ros, á cuyas espensas se hizo la edicion, ni quiso aventurar crecido capital, ni tirar gran número de ejemplares ni imprimirlos con demasiada ostentacion,» consecuencia que se puede aplicar sin dificultad á todas aquellas ediciones que, como la primera del Quijote, con todo y ser este posterior, no conservan mas que uno ó dos ejemplares; y del uso del punto, como que, segun él, «no aparece hasta los últimos años del siglo xv,» deduce que nuest ro Jibro, que él no ha visto, «no pudo en manera alguna ser impreso en 1468.» La tercera salpicadura calza ya mas puntos que la cuestion de los puntos, pues atañe nó al cuerpo material del libro, sino al alma: preténdese indagar si la definicion de gramática que dice Mates ser de

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