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huellas de la alteza de sus ingenios en las investigaciones que nos legaron.

No ha sido la ciencia del Derecho una de las que menos han ocupado las energías de los sabios. Cualquiera de sus ramas ha dado ocasión á formar nóminas extensas al pretender hacer la biografía de los que sobresalieron en su estudio. Y así había de ser, dada la importancia del Derecho en la vida de los pueblos. Con razón sobrada, pues, se ha de colocar la ciencia del Derecho en lugar muy preferente, si ha de dársele el que la corresponde en el cuadro de los conocimientos humanos.

Sin mérito alguno de mi parte, pretendo obtener el título de Doctor en Derecho, confesando merecer apenas llamarme principiante en el estudio de las ciencias jurídicas, que de buen grado y para satisfacción mía quisiera poseer.

Instituciones jurídicas de los musulmanes en España es el tema formulado para mi trabajo. Comprendí que su exposición era tarea superior á mis fuerzas, y después de haber registrado cuantos datos tenía á mi alcance, hube de acudir al consejo de algunos amantes del saber especialmente dedicados á esta clase de estudios. Demandé las inspiraciones de su autoridad científica; les supliqué iluminaran la noche obscura de mi ignorancia, y en todos ellos encontré palabras de aliento, trazándome las sendas que había de seguir é indicándome las fuentes donde se encuentra la verdadera doctrina. Faltaría á mi deber si aquí no hiciera este alarde de gratitud hacia los dignísimos Catedráticos de este primer Centro docente de España que así me honraron con sus observaciones.

Al querer probar mi tesis, teniendo cada pueblo, cada

edad, cada período, cada época del mismo su fisonomía especial que le sirve de carácter típico y distintivo de todos los restantes, es necesario conocer aquí, con relación al pueblo musulmán, la cultura, las costumbres, el Derecho, los sentimientos religiosos, en una palabra, todo lo que puede ser alma y vida de toda sociedad medianamente organizada.

Estos fundamentos sociales están tan íntimamente compenetrados, que se hace imposible romper el vínculo de unión, y basta conocer cualquiera de ellos para darnos cuenta del desarrollo de todos los demás. Sin esta hermosa trabazón, fácilmente se borraría la historía de la vida de los pueblos; rotos cualquiera de los eslabones entrelazados en esta fuerte cadena, sería imposible volver los ojos á lo pasado.

A los principios indicados sumo las ideas del arte Ꭹ de la ciencia. Del arte, revelador de los vuelos y de la cultura del ingenio inspirado por las ideas religiosas, la naturaleza, los hechos heróicos, las leyendas populares y las tradiciones de los hijos del Korán. De la ciencia, para conocer cómo cultivaron el saber humano los que en el espacio de ocho siglos fueron dueños de nuestra patria.

Y siendo todo esto necesario, ningún período de la historia, la vida de ningún pueblo ha sido objeto de tantas disquisiciones como la dominación arábigo-española. La carencia de datos ciertos, la multitud de tradiciones diametralmente opuestas, el carácter legendario de vencidos y vencedores, vinieron á ocultar la verdad histórica en la mayor parte de los casos, y cada vez se hizo más difícil separar la historia de la leyenda, lo que era hijo de la fantasía popular de lo que el cronista veraz pudo legarnos

para recuerdo de los sucesos desarrollados en su tiempo. La crítica histórica, penetrando en el pensamiento de las generaciones que fueron, investigando por medio del análisis sus trabajos científicos y literarios, y queriendo reconstruir las distintas fases de la civilización, no ha podido todavía decirnos la última palabra del punto concreto objeto de este estudio, y seguramente no la dirá jamás. Las obras plásticas con su forma tangible, las puras tradiciones por cada pueblo conservadas, los restos de aquella civilización en sus dos aspectos, cristiano y musulmán, darían más luz acerca de la vida de estos pueblos sin tantos estorbos como la vanidad de raza puso por delante.

Por suerte mía, no he de estudiar otra cosa que el aspecto jurídico de los muslimes. De otro modo no me atrevería á querer resolver la diversidad de pareceres, los juicios contradictorios que he leído y oído sustentar desde los distintos bandos que controvierten. Es la cadena sin fin de derrotas y victorias de los ejércitos beligerantes; es la lucha de las civilizaciones, que parecen destruirse mutuamente para auxiliarse luego y surgir llenas de nueva vida; son dos colosos que han de decidir en singular combate la suerte de la fe de Jesucristo en nuestra España, y la ventura de los seguidores de la doctrina de Mahoma. Por hoy, están sin contar los laureles y las derrotas de los héroes cubiertos de gloria en aquellos tiempos; sin enumerar las veces que los campos de la Península toda se convirtieron en arroyos de sangre derramada en las lides; sin determinar de modo preciso las razones influyentes en el ánimo de los que abrieron las puertas de la Iberia á Tarik, Musa y los suyos; sin poder seguir con pleno conocimiento de detalles la oposición continuada, en la que, en

último término, la pujanza y bravura de los hijos de la fe vence al fanatismo muslímico.

Dejo de examinar todo lo que con estas cuestiones se relaciona; y sobrada labor tengo con pretender estudiar las instituciones jurídicas de los musulmanes en España y las indicaciones íntimamente conexionadas con ellas. Pero si obscura está la historia en los puntos arriba indicados, más lo está en cuanto con el Derecho se relaciona, porque á la obscuridad y confusión consiguientes al modo de imponerse estos preceptos en el Korán, ha de añadirse la falta de afición á esta clase de estudios, y las leyendas y deseos de querer encontrar un Derecho completamente nuevo y esencialmente distinto de los demás en los lugares en que hizo parada el ejército de los invasores. En este punto concreto he querido hallar el fundamento del aserto que afirmaba la promulgación de algunos preceptos jurídicos estatuídos con carácter de exclusivos para la provincia donde nací (Murcia) y aun para el pueblo en que ví la primera luz (Lorca), y ya desgraciadamente probaré cuán poco he conseguido á pesar del cariño ardiente profesado á mi tierra.

De aquí las dificultades en la mostración de mi tesis, para cuyo desarrollo, que llevaré á más o menos feliz remate, con la ayuda de Dios, suplico la benevolencia del docto Tribunal que me ha de juzgar, y la paciencia del que esto leyere, dado caso de tener la fortuna de ser aprobado y darlo á la estampa.

Renuncio forzosamente al deseo de exponer la tesis con la extensión á mi juicio necesaria: los límites estrechos de un discurso no bastan para el desenvolvimiento del plan que de buen grado trazaría. Preciso es, sin embar

go, inquirir el estado del Derecho en España antes de la venida de los vencedores en el Barbate, para estudiar la evolución jurídica operada en todas y cada una de las instituciones, concluyendo con algún dato jurídico propio de la tierra cuyo azulado cielo me sirve de habitual techumbre.

Citaré con religiosa escrupulosidad los nombres de los escritores de cuya autoridad haya de valerme para la exposición del tema objeto de mi trabajo. Yo no pretendo contraer otro mérito que el saber aprovecharme de las fuentes de doctrina cierta, si para ello pongo todo el afán y cuidado exigido por una empresa tan superior á mis fuerzas.

I

Soldada nuestra Península al continente europeo por los Pirineos que la separan de Francia, y rodeada por los mares Atlántico y Mediterráneo; dotada de singulares condiciones climatológicas de benignidad incomparable; produciendo sus fértiles campos los numerosísimos y variados frutos que estudia y clasifica la botánica; conteniendo en las entrañas de sus montañas abundancia inacabable de riquísimos minerales, podemos fácilmente explicarnos fuera objeto preferente de las conquistas de los pueblos que arribaron á sus costas ó cruzaron sus fronteras.

España fué habitada muchos siglos antes de la fundación de Roma. Después de no poder indicar los sucesos

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