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porque estaba sostenido por un articulo de la Constitucion de 1837. En tal estado la prensa, apareció en la arena periodística un nuevo diario politico, titulado la Revolucion, cuyas doctrinas fieles enteramente á aquel nombre eran el sustentando de los principios puramente democráticos. Era para este periódico el trono una rueda inútil en la máquina del estado, y á combatirle se dirigian sus tiros, sin que los recuerdos históricos, la antiguedad, las tradicciones remotas pudieran servirle de escudo, pues que ne-. gándole toda participacion en las glorias de los pueblos; creyéndole causante de sus desgracias y nunca promovedor de su felicidad opinaba que no debia ser título de respeto la antigüedad, ni menos garantia de subsistencia, puesto que el mal nunca prescribe y no era otra cosa que una serie de males la historia de los reinados y de los azotes de los pueblos. Y si de la teoría pasaban á la aplicacion de los principios y al exámen de las circunstancias que deben concurrir en una nacion para que ella sea adaptable ese género de gobierno, encontraban que ninguna tan á propósito como la Península para el establecimiento de una federacion republicana.

La version de estas doctrinas debia naturalmente de llamar la atencion á las altas regiones del poder y alarmarlas y consternarlas el efecto producido por la aparicion de aquel papel, del que si no se puede decir que tuviese una favorable acogida, era leido con exámen, recibia de algunos una aprobacion solemne y esto era ya bastante, era mucho tratándose de un diario que socavaba en sus cimientos el edificio de la antigua monarquía española. Cuatro de sus números fueron denunciados á impulso y por escitacion del gobierno; cuatro veces declaró el jurado que no habia lugar á la formacion de causa, sancionando de este modo que era prudente, razonada y muy conforme al espíritu y la letra de la Constitucion del Estado la proposicion que establecia que Isabel II no tenia otro derecho á reinar que el conferido por la voluntad de los pueblos ; que estos en uso y ejercicio de su absoluta y omnimoda soberanía podian arrebatarla el trono en que la habian colocado cuando quiera que faltase á algunas de las condiciones con que se le habian concedido. Eran alarmantes, volvemos á decir, los efectos que ya empezaba á producir la aparicion de este papel, y el ministerio le suprimió por un golpe de mano, recogiendo los ejemplares de los números que se habian publicado, y obteniendo en las Córtes la aprobacion de aquella medida. Mas no tardó mucho en aparecer otro que, aunque con distinto nombre, el de Huracan, sostenia las mismas doctrinas. Ocho fueron las denuncias que sufrió el nuevo diario y ocho fueron tambien las veces que el jurado declaró no haber lugar á la formacion de causa. El gefe político ensayó el medio de destruirle negando al editor responsable la habilidad para

funcionar como tal por carecer de los requisitos que exigia la ley; el jurado á quien este asunto se cometió con arreglo á lo dispuesto por aquella, declaró que D. Patricio Olavarría, que era el director y editor responsable del periódico, reunia todas las circunstancias exigidas por la ley de imprenta para desempeñar el último de los dos cargos. No se atrevió sin duda á suprimirle el ministerio, en lo cual preciso es confesar que caminó con cordura, porque no estando sancionadas ni apoyadas por la ley tales supresiones, siendo de consiguiente arbitrarias, venian a aumentar el catálogo inmenso de las acusaciones que se le dirigian, y producian para ellos un mal considerablemente mayor que el que trataban de evitar.

Hemos referido todos estos hechos y reseñado la oposicion que se levantaba contra el ministerio para hacer ver que no venia solo del cuartel general, que no se reflejaba únicamente en las comunicaciones del secretario de campaña, si que tambien era acerba, dura, terrible por parte de los progresistas, y debió aumentar las zozobras las inquietudes del gabinete el preveer una alianza entre estos diversos opositores, el observar que las quejas, las acusaciones contra su marcha se llevaban como á tribunal de apelacion al cuartel general de los ejércitos reunidos.

Con efecto, las muchas felicitaciones, placemes y parabienes que dirigian los pueblos, ayuntamientos y cuerpos de Milicia Nacional al invicto DUQUE DE LA VICTORIA por los últimos recientes triunfos obtenidos sobre Morella, por la conclusion de la guerra civil, contenian severas y tremendas censuras. Sirva de prueba la que varios gefes é individuos de la Milicia Nacional de la Córte acordaron dirigir al general ESPARTERO y à todos los gefes, oficiales y tropa del ejército de su mando. El Eco del Comercio al insertarla en sus columnas asentaba con confianza que no era facil consumar la obra de perdicion que algunos habian decretado para España ni tan abatido se hallaba el espiritu público que pudiera consentirlo. «Mil ciudada>>nos, decia, se han reunido ayer en representacion de otros muchos para >>discutir y votar la felicitacion al ejército nacional y su indignacion contra >>los tiranos y su estusiasmo por la libertad ultrajada, solo pueden comparar>>>se con el orden del debate. Este es el muro donde ha de estrellarse el plan «de los liberticidas. »

El proyecto de felicitacion decia asi:

«Al Excmo. señor general en gefe, y á los señores gefes, oficiales y tropa de los ejércitos reunidos. —Los milicianos nacionales de Madrid que suscriben felicitan con la mayor fraternidad y efusion á los valientes ciudadanos del ejército reunido, y al bizarro capitan que los acaudilla, por la señalada victoria á que acaban de dar cima, levantando sobre el fuerte

de Morella el estandarte de Castilla por la Reina doña Isabel II, y por la Constitucion del Estado.

<«En medio de los infortunios que á la patria afligen; en medio del rúbor que causa á los fieles españoles ver prostituida la dignidad del supremo gobierno por hombres que comenzaran su carrera como publicistas para concluirla como estafadores; en medio de la indignacion y hondo despecho con que ven fermentar en los negocios nacionales la levadura de un poder estraño, los que las águilas estrangeras humilláran en Bailen, en Zaragoza, en Gerona y en cien campos, y en cien baluartes; en medio del dolor que los penetra, viendo cerradas al instinto puramente español y patriótico las avenidas de aquel santuario á donde se hallan consagradas las aras de su lealtad; en medio, en fin, del sentimiento y de la amargura con que ven rasgar hoja á hoja el libro de la Constitucion que todos han jurado, y vacilan, faltos de impulso, dudando si llegó el momento de desnudar el sable, ó si todavia se exige de ellos mas paciencia y mayor sufrir, aun queda un objeto de simpatía para los que suscriben en el denuedo, en la disciplina, en la constancia, en el civismo de los vencedores de Arlaban y de Luchana. Nutridos en el fuego de los combates, educados bajo el dogma santo de la libertad, ellos sabrán repeler la seduccion y las arterías de los hipócritas que su fé tienten, adulándolos ahora para sacrificarlos despues; y unidos à la Milicia ciudadana, á la Milicia de Cenicero y de Gandesa, y de Bilbao, y de Zaragoza, y del 7 de julio, y de tantos otros puntos y épocas, serán el muro de diamante á donde se estrelle la bastarda alevosía que forja en Madrid y en las Cortes estrangeras hierros que ceñir á los españoles, asi como fracasaron hasta aqui sobre sus lucientes bayonetas la pujanza y el ímpetu que alimentaron el oro estrangero, y los consejos y los caballos y las armas estrangeras ó traidoras. Tal vez un solo paso falta que dar; tal vez se aproxima el tiempo de que hayan los que suscriben de hacer con el fusil lo que hoy dicen con la pluma. Si este instante llega, esperan los milicianos de Madrid alcanzar merecimientos para que les llamen con alegria camaradas suyos los invictos guerreros del ejército reunido. Entretanto, reiteran los que suscriben á sus hermanos, y al ciudadano valeroso que á los combates y á la gloria los conduce, la espresion de su afecto y de su sincera y profunda cordialidad con llano lenguaje, y con la franqueza propia de hombres por cuyas venas circula la sangre hidalga de Castilla. Madrid 7 de junio de 1840.-José Garcia de Villalta. -Angel Iznardi. -Juan Baeza.—Miguel Ortiz.-Agustin Gomez de la Mata.-Luis Gonzalez Bravo.-José de Espronceda. ›

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No solo la Milicia de Madrid sino la de todas las capitales felicitó en el mismo sentido al inclito DUQUE DE LA VICTORIA, de manera que apenas podia

quedar duda alguna de que el partido progresista á que pertenecian todos ó la mayor parte de los firmantes de aquellos documentos, y cuyas tendencias y deseos se esplicaban en ellos, contaba con las simpatías del cuartel general y como esto no podia agradar á los gobernantes porque terminada la guerra era de esperar que se entrase en una situacion normal y que el partido que lograse dominarla tuviese vida para mucho tiempo, determinaron sin duda atraer á su lado al general ESPARTERO, cuya espada vencedora debia decidir de la suerte de uno y otro partido. Por lo menos asi se esplicó el fin del viage de la corte de Barcelona, y fuese esto asi, ó bienno tuviese aquel otro que el de satisfacer la necesidad que tenia la Reina Isabel de tomar baños de mar, (lo cual es indiferente) es lo cierto que como hemos de ver muy en breve ocurrieron en aquella capital hechos que dieron á conocer lo mucho que se trabajó en el sentido indicado.

Salieron SS. MM. y A. de la villa de Madrid el dia 11 de junio a las cinco de la mañana, acompañadas de algunos ministros y servidumbre y de la Duquesa de la VICTORIA. Formaba su escolta un escuadron de guardias de la Real persona, algunos cazadores de la guardia real y otro escuadron de la Milicia Nacional, el cual debia llegar con el gefe politico hasta los confines de la provincia. Ademas habian salido con anticipacion á apostarse en el camino otro escuadron de guardia de corps, 80 guardias alabarderos, 130 caballos de granaderos de la guardia real, 140 de coraceros de la misma, 240 de cazadores y 1,000 infantes del regimiento cazadores de la Reina Gobernadora.

De estas fuerzas las unas estaban destinadas á correr con las Reinas y las otras custodiar el camino de las inmediaciones de la Córte y por donde no era de esperar riesgo alguno: mas adelante y en los puntos en que este podia ofrecerse se hallaban destacadas las columnas y divisiones que diremos luego. Cruzaba ahora la Reina Isabel por la vez primera los pueblos y provincias que con mas teson habian defendido su derecho al trono contra los conatos de usurpacion de su rebelde tio, y déjase conocer cuál hubiera sido el entusiasmo de aquel al mirar á su lado la personificacion de la legitimidad y de la inocencia, y el venerando objeto por quien habia pro-digado su sangre, sus riquezas, á quien tantas veces habia aclamado en medio del combate y del estrago, si un sentimiento duro, desgarrador no viniera á acibarar el placer en aquellos instantes. La causa de la libertad identificada con la de Isabel, sostenida como está con la mayor constancia, proclamada por un pueblo que se consideraba acreedor á gozar de sus inestimables beneficios, no en la confusion de los trastornos y revueltas, no en el quebrantamiento de los vínculos sociales, sino en el exacto cumplimiento y disfrute de los deberes y derechos encerrados en la Constitucion política

de 1837; la causa de la libertad tal como los pueblos la habian mirado, tal como la habian defendido, tal como la habian creido indispensable para producir su bienestar y ventura, parecia quererse separar de la de la Reina Isabel, y esto bastaba para los que en esa próxima separacion creian, mirasen con aversion à los que suponian causantes y promovedores de tan fatal divorcio, y esto bastaba para que aun los que en él no creian vaticinasen sin embargo una larga serie de males y de trastornos, el principio tal vez de una guerra civil dura, acerba, cruenta, fatal mil veces mas que la que acababa de terminarse en los campos de la Península. Objeto de codicia para todos los buenos españoles el íris de paz que habia asomado en la nacion, no podian mirar con indiferencia que este llegara á eclipsarse aun antes de haber descubierto su fulgor y hermosura, aun antes de haber aparecido; y este temor, y este disgusto que aquejaban á todos y era general y contristaba los ánimos, empecía al contento, á la alegria, á esas manifestaciones que no pueden salir al esterior, cuando cubre el corazon una gasa funeraria. Asi las, Reinas fueron recibidas con respeto, si mas no con entusiasmo. La capital de Aragon, las ciudades mas notables de esta provincia y la de Cataluña aprovecharon aquella coyuntura para elevarla súplicas, quejas contra la conducta del gabinete, sobre todo contra la ley de ayuntamientos aprobada en las Córtes. Las diputaciones provinciales, corporaciones municipales, las Milicias de los pueblos clamaron alto contra la espedicion de esa ley y demandaron al trono la negativa de la sancion. El éxito de ellas y el resultado de la conducta de los partidos nos será conocido dentro de muy poco. Entretanto veremos cual fué la conducta de los carlistas despues de los acontecimientos de Morella.

TOMO III.

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